Aprender para enseñar

Aunque se han producido avances importantes en las últimas décadas, no parece previsible que con la misma dinámica pueda lograrse el enorme salto educativo requerido para responder a los retrasos históricos. Son precisos nuevos modelos y estrategias para transformar las estructuras educativas y sociales vigentes.

Como dijera Alvaro Marchesi, secretario general de la Organización de Estados Iberoamericanos que es pilar del programa Metas Educativas 2021, por un lado es preciso universalizar la oferta de educación inicial, primaria y secundaria, y lograr así que todos los niños y jóvenes tengan 12 años de educación obligatoria, elevando el nivel educativo y cultural del conjunto de la población.

Pero por otro, advierte con el mismo énfasis, es necesario avanzar en la sociedad del conocimiento y de la información, incorporar las nuevas tecnologías en el proceso de enseñanza y de aprendizaje, diseñar currículos acordes con las competencias que los alumnos van a necesitar para integrarse de forma activa en la sociedad y en el mundo laboral, e incorporar en las escuelas el progreso científico, la innovación educativa y los nuevos significados de la cultura. Andrea Alliaud es Doctora en Educación, profesora en la UBA, y docente de posgrado en la Torcuato Di Tella. Con ella abordamos el tema.

Noticias & Protagonistas: ¿Están los docentes actuales en condiciones de enfrentar una educación para chicos habituados a la imagen y la informática?

Dra. Andrea Alliaud: No tanto. Los docentes tienen importancia crucial; en estos tiempos la enseñanza está atravesada por los desafíos de la tecnología, la proliferación de saberes, de información, temas que atraviesan la enseñanza por lo menos en su forma más tradicional. Se necesitan docentes capacitados, que puedan estar abiertos a incorporar nuevas formas de enseñar para generar mejores condiciones de aprendizaje para alumnos que no son los mismos que lo que fuimos nosotros hasta hace pocos años.

N&P: ¿Qué hay que hacer en Argentina? La reforma federal de los ´90 fue negativa y hasta provocó una interna de docentes contra profesionales “habilitados”. Se resintió visiblemente la calidad educativa.

AA: La formación llamada inicial o de grado, debe estar siempre actualizada; se hicieron algunas modificaciones a la formación docente, sobre todo en profesorado de secundaria, eso es importante. Pero en el país no son muchos los docentes con título universitario, porque es tradicional la formación terciaria en Institutos Superiores. Últimamente se trabaja mucho en la actualización curricular de esos Institutos y de sus condiciones de formación. Se los convierte y fortalece para que sean Superiores en serio, donde se haga investigación, experimentación, innovación pedagógica.

N&P: Es decir, más acorde al presente que a la tradición…

AA: Claro. Estos lugares de formación hay que entenderlos como innovadores, válidos para experimentar, donde la situación de clase tiene que ser objeto de revisión, análisis, de familiarización de los docentes que se van formando, porque algunos tienen buena educación disciplinar, pero luego va a aulas donde se encuentra con estudiantes distintos a los esperados y no saben cómo actuar, aún cuando hayan tenido buena formación de su materia específica. El saber formalizado no alcanza, es importante, pero también lo es que se acostumbren a trabajar con casos y situaciones reales, experimentando, discutiendo alternativas en los diferentes espacios, porque eso les dará herramientas reales para enfrentar el aula

N&P: Hoy los chicos de 2 o 3 años nos dejan sin palabras. Toman un control y conocen la simbología en la pantalla. El docente tiene que adecuarse a esos chicos, tan distintos a los que como nosotros nos asombraban con una tiza y pizarrón, ¿verdad?

AA: Tal cual, y el peligro es que en esa competencia se desdibuje el lugar de la Escuela y de los docentes, que esa proliferación de fuentes de saber ante la tecnología y la información, haga que el docente no encuentre su especificidad. Nosotros los formadores, tanto como la Escuela, entendemos que hay una función específica: enseñar los saberes sistemáticos, la formación de ciudadanía, destrezas, habilidades, capacidades que solo la Escuela puede transmitir y asegurar. Si se pierde en la masa sobreabundante de estímulos a la información, entramos en zona de riesgo.

N&P: La tecnología va a una velocidad notable, y la arcilla que es la mente de los chicos se acomoda a ella. Además hay asimetrías de oportunidades que antes la Escuela equiparaba y ahora no…

AA: Sobre las Tecnologías de la Información y la Comunicación es importante que el docente las considere, que tengamos en cuenta los saberes previos que ya tienen los más chiquitos, familiarizados con la tecnología. Hay que trabajar sobre y con ello. Hay una relación que está regida por el mercado y el consumo, determinadas páginas y sitios que andan por otro carril; entonces la Escuela puede usar la tecnología pero para mostrar otros mundos, culturas, músicas, más allá de lo que acceden por vía del negocio de otros. No es solo lo que “les gusta”, sino generar algo que los motive y atrape; que pueda estar al servicio del aprendizaje de los chicos sobre los que tenemos la responsabilidad de transmitirles el acervo cultural.

N&P: En definitiva el rol del adulto, de conductor, ¿pero no se fue desdibujando también?

AA: Si; los adultos docentes tienen para eso una selección sistemática de formación, y una responsabilidad que asumir y los medios para asegurarla. Hay quienes quizás puedan hacerlo, pero no alcanza porque debe ser para todos por igual. Y si la Escuela no lo garantiza, quedan “afuera” del sistema aunque estén “adentro” de la Escuela

N&P: Además del aumento en la cantidad de días de clase, ¿qué más se está haciendo para encarar los cambios necesarios?

AA: Este sería el punto de partida, hay que asegurar que los hicos vayan a la Escuela y ofrecer lo mismo para todos; esto de por sí es valioso aunque las privadas aseguran un tiempo de clases que las públicas no lo hacen. Y en lo que habría que trabajar más: por un lado en aumentar –aunque es costoso y difícil-, la jornada escolar. Cuatro horas es muy poco y a veces es menos que eso. Lo otro es el equipamiento tecnológico, las bibliotecas, todo lo que sean recursos de enseñanza, y la formación docente entendiendo que el profesor no termina de formarse cuando sale del instituto, necesita reformarse todos los días, comprender nuevas situaciones de aula, aprender para enseñar.

Inclaudicable

Puede haber iniciativas y proyectos que se frustren, objetivos que no se alcancen, experiencias truncas; pero en lo que hace a la capacitación de los docentes para mejorar la calidad educativa y adaptarla al mundo presente y futuro, no hay que bajar nunca los brazos porque de ello dependerán generaciones. Habrá que salir de los formatos habituales, conformar nuevos grupos de trabajo interdisciplinarios, reformular la variable institucional. A sabiendas de que ideas hay, tengamos en cuenta que existen casi 900.000 docentes y millones de alumnos para los que habrá que trabajar, con aciertos y errores, en una misión inclaudicable.

 Adaptarse y avanzar

Sería un error tratar de resolver los problemas existentes con los esquemas que algunos países utilizaron en el pasado. Tampoco es positivo considerar que los nuevos retos que proceden de la sociedad de la información puedan abordarse como si la situación de la región fuera similar a la de los países más avanzados.

Hace falta una nueva visión sobre el sentido de la educación que permita diseñar nuevos modelos y estrategias de acción y nuevas formas de cooperación. En el acierto en su definición, acuerdo y puesta en práctica se cifra buena parte de las posibilidades de enfrentarse de forma simultánea a todos los retos presentes y lograr de esta manera la transformación de las estructuras educativas y sociales.

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