El día en que perdió la impunidad

Edmundo O’Neill iba a firmar hoy su libro, pero los organizadores de la Feria informaron que no asistirá, luego de que Página/12 publicara las denuncias de varias mujeres que acusan al ex camarista de la dictadura de haber abusado de ellas cuando eran niñas.

Feria del Libro - Foto: DyNEl ex camarista de Mar del Plata, denunciado ante la Justicia por una docena de mujeres de haberlas abusado sexualmente cuando eran niñas, no estará presente en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, luego de que se publicara en este diario el reclamo de las víctimas para que se le impidiera firmar ejemplares de un libro de su autoría, como estaba previsto hoy en el stand de la editorial Dunken. “Estamos muy conmovidas. Esperemos que esta acción sirva como condena social, al haberse cerrado la causa por la prescripción del delito, y para que otras personas que sufran abuso sexual hagan las denuncias a tiempo para que los casos no queden impunes”, dijo a Página/12 Carolina, bióloga molecular, investigadora del Conicet y docente de la UBA, quien motorizó la recolección de firmas contra la presencia del ex juez en la Feria. Carolina fue una de las mujeres que declaró en la causa judicial y contó los abusos que sufrió cuando tenía 12 años de parte de Edmundo O’Neill, ex camarista durante la última dictadura militar. Ayer, junto con varias de las otras víctimas del ex juez, celebraron en un bar de Palermo haber podido difundir públicamente el hecho y conseguir que no pudiera presentar su libro.
La carta enviada el jueves a los organizadores de la Feria solicitaba que se le impidiera al ex juez su presencia en ese ámbito. Fue firmada por más de un centenar de referentes de la ciencia y de organizaciones de mujeres y de defensa de los derechos de la niñez. El ex camarista, que se desempeñó durante la última dictadura militar, tiene actualmente 84 años.
Ayer, al conocer el reclamo a través de Página 12, desde la Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de la Violencia de Género (Consavig) –creada por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos– se pusieron en contacto con los organizadores de la Feria para hacerse eco del pedido de la carta. Puntualmente con la coordinadora de Contenidos, Carolina Szmid, según informó a Página/12 la abogada Perla Prigoshin, titular del organismo. En el transcurso de la jornada, Szmid trasmitió a la Consavig que se habían hecho gestiones con la editorial Dunken y que se había resuelto que el ex magistrado no concurriera a la Feria, como estaba previsto. Fuentes de la editorial informaron que O’Neill había suspendido ayer esa actividad, tras la publicación en Página/12 de las acusaciones en su contra.
“Es importante que estos hechos salgan a la luz. Y se vea lo difícil que puede ser a veces denunciar el abuso sexual cuando uno es chico. La mayoría de nosotras somos hijas de profesionales o intelectuales, o somos nosotras mismas profesionales y, sin embargo, no encontramos los canales para denunciar. Esto nos pasó en Mar del Plata, pero pasa también en otros pueblos. Era un secreto que se sabía en el pueblo y no pasaba nada”, contó ayer Florencia Galé, de 45 años, directora de un instituto de idiomas en la ciudad balnearia, y otra de las mujeres que declaró en la Justicia y contó los abusos sexuales sufridos de parte del ex camarista.
En 2004, se abrió una causa penal en Mar del Plata contra O’Neill, pero se cerró dos años después porque se consideró que el delito había prescripto por el paso del tiempo. En total, declararon doce mujeres, de entre 28 y 57 años en ese momento, que cuando tenían entre 6 y 12 años sufrieron abusos sexuales de distinto tenor perpetrados por el ex camarista. Todas ellas eran amigas de las hijas de O’Neill, parientes o vecinas de la familia. “Todavía siento el dolor del silencio y la complicidad de los adultos que no reaccionaron, que cuando alguna de nosotras contábamos lo que nos pasaba, lo tomaron como una broma, como para no hacerse cargo”, dijo ayer otra de las víctimas que declaró, Patricia, de 64 años. Una de las hijas del ex juez fue quien se encargó de localizar a las víctimas. Esa hija hace más de diez años que no ve a su padre.
Ayer se sumaron más adhesiones al repudio por la presencia del ex camarista en la Feria, entre otras, de parte de la integrante del directorio del Conicet, la investigadora Dora Barrancos, de la Asociación Argentina de Prevención del Maltrato Infanto-Juvenil (Asampi) y de Profesionales latinoamericanos/as contra el abuso de poder, entre otras voces. Las víctimas abrieron una dirección de correo electrónico donde se pueden enviar adhesiones: oneill.sera.justicia@gmail.com. “Es importante contar con más apoyos: esperamos que víctimas más jóvenes se presenten en la Justicia y la causa pueda reabrirse. Es fundamental que se sientan respaldadas”, dijo Carolina a este diario.

–¿Qué sintió al ver que el tema salía a la luz pública después de tantos años?– le preguntó Página 12 a Carolina, una de las víctimas.

–Una mezcla de emociones. Por un lado, un gran vértigo por estar exponiendo algo tan doloroso e íntimo, algo tan especialmente callado; y un cierto temor a sentirme juzgada o mirada y, por otro lado, un gran alivio de poder hablar de esto. Fueron muchos años de “de esto no se habla”.

–¿Qué repercusiones tuvo luego de publicarse el caso en el diario?

–Un aluvión de adhesiones, llamados, mails, abrazos simbólicos. Al final, prevalece más la sensación de alivio que las otras.

–¿Por qué antes de la denuncia de 2004 nadie se animó a llevar el caso a la Justicia?

–La cultura del silencio entonces pesaba, y todavía pesa –quiero sentir que menos–, en nuestros hombros. Los resabios de la dictadura, las redes de poder de esa persona. Igual, mirando otras historias parecidas de abusadores con menos redes concretas de poder, veo que el silencio es una constante bastante repetida. Supongo, también, que a muchas de nosotras nos pesó profundamente la “no respuesta” en nuestros círculos más cercanos, en nuestros primeros intentos de denuncia privada. Y supongo que esa “no respuesta” o “respuesta incompleta” se debía al pasmo o al miedo que eso generaba. ¿Si no era oída / validada en mi círculo más cercano, cómo podía creer que sería oída y cuidada en círculos más expuestos?