La alcaldesa antisistema de Roma batalla por gobernar

Los últimos nueve meses no han sido fáciles para Virginia Raggi, quien fue electa como la primera alcaldesa de Roma con la promesa de reformar el ayuntamiento y de encabezar un gobierno transparente.

Uno de los que alguna vez fueron sus más cercanos colaboradores está en la cárcel por cargos de corrupción. Otro está siendo investigado debido a acusaciones de que abusó de su cargo. Hay fotos desperdigadas en todos los periódicos de ella hablando con alguien en el techo del palacio de gobierno para sostener una conversación, según críticos, lejos de posibles micrófonos. Los fiscales la interrogaron durante ocho horas para aclarar sus relaciones con sus dos colaboradores, lo que provocó críticas de que es incapaz de escoger a ayudantes honestos.
Eso, encima de las condiciones actuales en la ciudad, donde las calles están en pésimo estado, el transporte público es letárgico y la recolección de basura parece ocurrir con mucha menos frecuencia que los chismes sobre los más recientes problemas de Raggi.
Se suponía que sería el mejor ejemplo de cómo alguien no profesional podría sacudir la política italiana para el Movimiento Cinco Estrellas, contrario al poder establecido. En cambio, los opositores al movimiento ahora se refieren al gobierno de Raggi como la prueba de que el partido tiene más aptitud para destrozar al gobierno que para dirigirlo y de que la nueva camada de políticos italianos no es mejor que la anterior: no es menos afectada por la corrupción ni menos ineficiente ni menos impopular.
Durante una entrevista en una sala con frescos en el palacio de gobierno, Raggi, de 38 años, defendió sus primeros meses en el cargo usando una metáfora con la que, quizá desafortunadamente, incluso sus críticos estarían de acuerdo. Su gobierno ha cavado un hoyo, dijo… pero aseguró que es uno bueno.
“Es como construir una casa”, explicó. “Antes de ver cómo se erigen las paredes, debes hacer un hoyo para poner los cimientos”. Ahora su gabinete se encuentra en la fase de construcción, dijo.
Sus opositores llevan tiempo pintando una imagen frágil de Raggi como rehén de su propia inexperiencia —era una abogada que comenzó a trabajar en el ayuntamiento apenas en 2013— y de las luchas y la división al interior del Movimiento Cinco Estrellas. El cofundador del partido, el comediante Beppe Grillo, aparece de vez en cuando para alentarla.
Este mes, una encuesta publicada en el periódico La Repubblica encontró que el 70 por ciento de los romanos desaprueba el desempeño de Raggi en el cargo, y lo mismo sucede con el 40 por ciento de quienes votaron por ella.
Incluso con el ascenso del Movimiento Cinco Estrellas, “las diferencias entre ciertas actitudes y los antiguos partidos políticos es mínima”, dijo Claudio Cerasa, editor del periódico italiano Il Foglio.
No ha sido ese el caso en todas las ciudades en las que gobierna el Movimiento Cinco Estrellas. Las cosas marchan mucho mejor en la ciudad norteña de Turín, donde Chiara Appendino, de 32 años, también fue electa el año pasado.
Sin embargo, esto es Roma. Que Raggi y sus simpatizantes digan que su gobierno aún es mejor que el de partidos anteriores constituye una medida del pésimo estado en el que ha languidecido la ciudad durante años. Simplemente le entregaron algo imposible de solucionar.
“Actualmente, en Italia el enojo precede a cualquier esperanza de cambio”, dijo Marco Damilano, un analista político y editor asociado de la revista L’Espresso. “No se trata de contar con un capital de confianza que pueda despilfarrarse, sino de uno de desconfianza que permanece intacto, sobre todo en Roma”.
Nadie, ni un crítico ni un defensor, diría que gobernar Roma es fácil. Las profundidades de los actos ilícitos en la ciudad se expusieron ampliamente en 2014 mediante lo que se conoce como el caso Mafia Capital, que mostró la corrupción y las licitaciones amañadas presentes en una gran variedad de servicios en la ciudad, incluyendo albergues para refugiados, redes sanitarias y hospedajes públicos.
“Cocinamos con los ingredientes con los que contamos”, dijo Raggi, refiriéndose a los administradores de la ciudad, muchos de los cuales trabajan arduamente, se apresuró a añadir.
“La maquinaria administrativa de Roma estaba estancada o trabajaba bajo un lógica errónea que todos conocen”, dijo Raggi, al explicar que su equipo está tratando, prácticamente desde cero, de restaurar un sistema basado en la ley para las licitaciones públicas y otros servicios municipales. “La legalidad lleva tiempo”.
Raggi ganó el 67 por ciento de los votos el año pasado, consiguiendo apoyo de todo el espectro político. Aun así, ahora que detenta el poder, su antiguo movimiento de protesta es difícil de catalogar. Ni Raggi ni su partido entran en las categorías tradicionales derecha-izquierda, un hecho que ha provocado tanto críticas como confusión.
En particular, los analistas dicen que Raggi ha mostrado su persistente afición por las protestas, por explotar el enojo popular y por consentir a los electores clave, ya sean de izquierda o de derecha.
“En cierta forma, el Movimiento Cinco Estrellas es un gran sindicato para aquellos a los que se ha hecho a un lado”, dijo Damilano, el analista político. “Es la retórica de los excluidos, mezclada con ideologías derechistas e izquierdistas”.
Maurizio Martelli, de 72 años, quien hizo campaña a favor de Raggi en el quinto distrito municipal, en el noreste de Roma, dice que está convencido de que la alcaldesa no podría hacerlo mejor dada la situación que heredó.
“¿Ves esos archivos?”, preguntó Martelli, señalando hacia una decena de carpetas de colores en desorden, la mitad en el piso y la otra mitad en un escritorio, en una sala del segundo piso del edificio del ayuntamiento. “Estas personas ni siquiera saben dónde buscar un archivo, porque sus predecesores dejaron un gran desorden”, dijo.
Catello Conte, un inspector de policía retirado de 92 años y que también votó por Raggi, estuvo de acuerdo, hasta cierto punto. “El problema es que esta ciudad es anarquía pura”, afirmó.
Pero incluso él admitió que ha habido dificultades por las que no puede culparse ni a la prensa ni al pasado, y que algunos de los problemas de Raggi han sido autoinfligidos.
Hace poco, por ejemplo, Raggi se unió a una especie de manifestación de resistencia por parte de taxistas en el centro de Roma en contra de Uber y otros servicios para contratar autos, incluso cuando los manifestantes se enfrentaron con la policía y lanzaron petardos.
Después de las críticas respecto de que era imprudente que la funcionaria con el cargo más alto de la ciudad pareciera fomentar la agitación, Raggi condenó la violencia.
Esa tarde, Raggi visitó un teatro en el centro de Roma que su gobierno ha comenzado a restaurar. Alguna vez se propuso privatizarlo y luego se abandonó, y después de haber sido ocupado por actores y grupos de artistas se convirtió en un poderoso símbolo de la izquierda.
Tales acciones han generado críticas contra Raggi y el Movimiento Cinco Estrellas en el sentido de que son más aptos para las protestas callejeras que para los pasillos de gobierno.
“¿Acaso enloqueció cuando fue a incitar a los taxistas el otro día, que en lugar de protestar pacíficamente prendieron fuego en el centro?”, preguntó Conte. “Como alcaldesa, representa a toda la comunidad, como dijo después de ser electa. Ya no es digna de confianza, y tampoco lo es el movimiento”.
Raggi desestima esas críticas y sostiene que se ha distanciado de las personas a las que alguna vez eligió y que ya han dejado el gobierno.
Al igual que otros líderes de movimientos populares a ambos lados del Atlántico que se sienten malinterpretados, acusó a los medios noticiosos de socavarla con ataques salvajes. Algunos meses, según dijo, los medios noticiosos italianos hablaron más de ella que del primer ministro.
“Roma nunca será Ámsterdam, llena de bicicletas, ni París, llena de líneas de metro”, afirmó. “Pero puede mejorar y la mejoraremos. La gente necesita ser paciente”.