La compra de Monsanto por parte de Bayer consolida un nuevo gigante mundial que pisará fuerte en el agro argentino

La fusión le garantizará a la alemana el control del 30% del mercado mundial de semillas modificadas genéticamente y agroquímicos. En la Argentina, Bayer se hará con plantas de tratamiento, laboratorios e instalaciones para producir más plaguicidas. La Sociedad Rural, en alerta ante el nuevo gigante.

monsantoLa novedad sorprendió incluso a algunos de los principales directivos de la multinacional que domina la genética de soja en la Argentina.
Tras acumular sendos rechazos en sus tres intentos anteriores, la alemana Bayer finalmente logró seducir a los accionistas de la estadounidense Monsanto y ya en las primeras horas del miércoles cobró visibilidad la suma que disparó la fusión: u$s 66.000 millones.
El acuerdo entre ambas compañías asegura, de esa forma, el surgimiento de una corporación que, dueña de una porción de hasta el 30% de la producción mundial de semillas genéticamente modificadas y agroquímicos, liderará con comodidad el mercado global de soluciones para el agro al menos por el próximo lustro.
Según el comunicado que ratifica la operación -al que tuvo acceso iProfesional-, Bayer se comprometió a abonar hasta 128 dólares por cada acción de Monsanto y en efectivo. El acuerdo en cuestión fue aprobado por unanimidad tanto por el consejo de administración de la estadounidense como por los directivos y supervisores de la europea.
“La oferta representó una prima del 44% con respecto a la cotización de cierre de las acciones de Monsanto del 9 de mayo de 2016, día anterior a la primera propuesta presentada por escrito a Monsanto”, indica el texto, firmado por ambas compañías.
La maniobra en cuestión culmina con una de las competencias más fuertes en el ámbito de los transgénicos y la fabricación de pesticidas. Al mismo tiempo, según Bayer y Monsanto, de la unión derivará un presupuesto para investigación superior a los 2.500 millones de euros.
En simultáneo, y dado su carácter europeo, la operación ahora eleva a otro nivel la discusión en torno a la siembra de transgénicos en el Viejo Continente, algo totalmente vetado para Monsanto hasta el momento. Sin dudas, el acceso de Bayer a los laboratorios y la cartera de semillas genéticamente modificadas de su otrora rival reabrirán los planteos en torno a las regulaciones que hoy impiden el arribo de estos productos a esa parte del mundo.
“No es una jugada fortuita. Bayer tiene poder y podría ahora negociar diferente la entrada de transgénicos a Europa. Al mismo tiempo, esta fusión es una demostración de fuerza para con ChemChina, que viene de quedarse con Syngenta, e incluso también orientada al binomio Dow-DuPont. Estamos ante un escenario convulsionado en torno a la semilla”, aseguró a iProfesional una fuente cercana al Ministerio de Agroindustria de la Nación.
“Lo que pueda pasar en la Argentina es un misterio, pero lo claro es que Bayer pasará a controlar un entramado de instalaciones muy importante. Además de que también manejará la genética de toda la soja que se está vendiendo como la Roundup Ready de 1996 o la más reciente semilla Intacta”, agregó.

Herencia jugosa

Si bien ambas compañías notificaron que la fusión recién se verá completada a fines del año 2017, la estructura que Bayer pasará a controlar a nivel nacional resulta cuanto menos contundente.
Con presencia en Argentina desde 1956, Monsanto cuenta con plantas de tratamiento de semillas en Rojas y Pergamino, en la provincia de Buenos Aires, además de una estación para el desarrollo de transgénicos en Fontezuela (Pergamino), y una planta en la que fabrica herbicidas como el glifosato en la ciudad de Zárate.
En Capital Federal, la multinacional estadounidense opera cuatro pisos y medio de un edificio de oficinas ubicado frente a la plaza San Martín. Monsanto comparte locación con, entre otros privados, el gigante de las golosinas Arcor.
Fuera de esto, la incidencia de la norteamericana en el movimiento agrícola de la Argentina es clave: fue dicha compañía la que logró, en 1996, el primer aval para el ingreso de la soja transgénica resistente al herbicida glifosato. El “boom”, por así decirlo, de la oleaginosa en el agro vernáculo le debe casi todo a Monsanto.
De hecho, esa primera soja -denominada “RR” por “Roundup Ready”, su resistencia a la etiqueta de glifosato comercializado por la firma- todavía continúa estando entre las que más se siembran en la Argentina. La última apuesta de la empresa en esa dirección corresponde a Intacta.
Un aspecto del que también se beneficiará Bayer radica en que Monsanto es la dueña de los permisos que permiten colocar los cargamentos de la oleaginosa en destinos como China.
Según fuentes de la Sociedad Rural Argentina (SRA), la multinacional estadounidense es quien emite los avales de bioseguridad que exige el gigante asiático para acceder a la compra final de la soja. En concreto, China sólo reconoce el certificado que emite la misma Monsanto respecto de la seguridad alimenticia del grano que adquiere.
“El país de destino de las exportaciones ni siquiera toma en cuenta lo que pueda decir el gobierno argentino. De ahí que si uno como productor no firma un convenio con Monsanto, la compañía puede complicar la venta de la soja a China. La empresa tiene ese poder”, aseguró un vocero de la organización.
Con sede en Munro, Bayer cuenta con plantas productivas ubicadas principalmente sobre la Panamericana. A sus instalaciones en Pilar para el desarrollo de medicamentos hay que añadirle una planta también en Zárate donde elabora distintas formulaciones de agroquímicos.
De hecho, en la actualidad la capacidad de producción de plaguicidas de la alemana, en términos globales, supera con comodidad el accionar de Monsanto en el mismo ramo.
“La Argentina juega un papel importante en la exportación debido al cambio de Gobierno”, declaró recientemente Liam Condon, presidente global de la división Cultivos de Bayer.
“Lo que vemos es que con el nuevo Gobierno hay un interés en asegurar que la Argentina vuelva a ser un país agrícola de alta tecnología”, añadió Marc Reichardt, director global de operaciones agrícolas, en una conferencia de prensa llevada a cabo en la sede europea de la compañía.
“La Argentina sigue siendo un mercado importante para nuestra operación”, insistió.
La relevancia de Monsanto en el negocio agrícola local despeja cualquier duda: por estos días, la genética desarrollada por la estadounidense integra las semillas de casi toda la soja que se siembra en la Argentina. Por citar dos nombres de peso, semilleros como Don Mario y Nidera basan su oferta en transgénicos de la oleaginosa producidos justamente por Monsanto.

Desconocimiento y preocupación

Consultadas respecto de las implicancias de la fusión pero a nivel local, fuentes vinculadas a Monsanto aseguraron a iProfesional desconocer los aspectos finales de la negociación con Bayer “en tanto las últimas conversaciones fueron íntegramente confidenciales”.
“En la operación de Argentina nos vamos enterando casi a la par de lo que sucede en el resto del mundo salvo en el lugar donde se selló la fusión. Cuáles serán los efectos de la operación es algo muy arriesgado de suponer. No hay idea de cuáles podrían ser las primeras directivas o si habrá algo diferente en lo que venimos haciendo”, sostuvo la fuente.
Quienes sí prestaron atención a la fusión informada durante la mañana del miércoles fueron algunos de los popes de la Sociedad Rural. En diálogo con iProfesional, Daniel Pelegrina, vicepresidente de la entidad, comentó que “estábamos al tanto de que se iba a cerrar y ahora estaremos expectantes viendo qué ocurre con el movimiento de la empresa fusionada”.
“Del lado de los productores nuestro interés está en mantener la transparencia para los productores, que se reciba genética de manera diversa, con posibilidades de elección. Bayer no tenía genética de soja lanzada en el país, por lo que ahora lo que se presume es que operará a través del portafolio de Monsanto”, expresó.
Pelegrina aseguró que “estas operaciones por supuesto que despiertan cierta preocupación”, en tanto “Monsanto siempre tuvo actitudes oligopólicas”.
“No queremos más oligopolios que nos condicionen como productores y esperamos que esta función no nos coloque en la misma situación de indefensión que ya conocemos. De hecho, en su momento hicimos una presentación en Defensa de la Competencia por los manejos de Monsanto. Vamos a ver qué ocurre ahora que detrás de esa compañía está la alemana Bayer”, dijo.
Por lo pronto, más allá de la desconfianza de la SRA, lo contundente es que habrá que esperar para ver en el mercado local los alcances de una fusión que, se sabe, marcará un nuevo rumbo global en materia de insumos agrícolas.
Armado en su totalidad, el nuevo gigante recién dará sus pasos en algo más de un año. Algunos de los actores nacionales, por las dudas y al menos desde la retórica, amagan ya comenzar a marcar la cancha.