La espina clavada

Fue tema central de debate en las elecciones de EEUU y causal primera en todas las revueltas de la Primavera Árabe. Es preocupación número uno de casi toda la Unión Europea. Fue y es un constante aguijón en las economías latinoamericanas. Tema de culto en Japón, obsesión en los jóvenes de 20,  terrible si se pierde a los 50. Ayer, hoy y mañana, el trabajo es una espina clavada en el corazón del sistema.

En la actualidad, se calcula que no menos de 50 millones de personas  económicamente activas están sin trabajo. Y sin embargo, muchas veces las empresas no consiguen llenar puestos vacantes porque no encuentran candidatos calificados. Esta disfunción del mercado laboral refleja la rápida evolución de la naturaleza del trabajo. También demuestra la incapacidad de las aptitudes laborales y las instituciones del mercado profesional para progresar a la misma velocidad que la destrucción creativa en la economía.

Según un meduloso estudio de Auguste, Lund y Manyika, “es posible que muchos puestos de trabajo que se han perdido en la recesión no se recuperen jamás; una perspectiva pésima para los trabajadores que los ocupaban y quizá para las economías en las que viven”. Para superar este problema de largo alcance, los países ricos tendrán que encontrar nuevas estrategias que vayan más allá de limitarse a estimular el crecimiento.

El McKinsey Global Institute realizó unas jornadas de debate con el objetivo de analizar el mercado laboral en economías avanzadas y descubrir qué factores influyen en los puestos a ocupar. Y advirtió sobre algunos problemas que pueden complicar seriamente a quienes no los tengan en cuenta a la hora de salir a navegar en estas aguas turbulentas.

El nivel de capacitación

La disparidad entre las perspectivas de los trabajadores con un alto nivel educativo y aptitudes avanzadas, y los menos preparados, está aumentando. En EEUU, la tasa de desempleo de los graduados universitarios nunca ha sido superior al 5% desde 2008, pero llega al 15% la cantidad de personas que no terminaron el bachillerato. La tendencia es clara: el empleo que se está creando es, cada vez más, para trabajadores con más formación y más aptitudes.

Se prevé que en 2020 a este país le faltarán 1,5 millones de trabajadores con títulos universitarios de primer o segundo grado, y que tendrá un excedente de casi 6 millones sin título de bachillerato. Asimismo, es posible que los empresarios franceses necesiten 2,2 millones más de trabajadores con bachillerato y que le sobren 2,3 millones de trabajadores que no han terminado el liceo (entre ellos, existe una mayoría absoluta de inmigrantes, lo que supone un problema adicional). Si este desajuste de aptitudes persiste, las economías avanzadas se encontrarán con un número cada vez mayor de desempleados permanentes.

La puja generacional

El número creciente de jóvenes desempleados es un problema grave y de largo alcance. En el conjunto de la OCDE, el paro juvenil ha ascendido a casi el 18%, y en algunos países es el doble. En España, caso paradigmático de la Europa actual, el paro juvenil aumenta sin cesar desde que estalló la crisis de la deuda y ahora está casi en el 50%. La cifra podría traducirse en muchos años de desempleo y menores oportunidades profesionales para millones de jóvenes españoles.

Crear oportunidades es imprescindible. Pero al mismo tiempo, los costos de una jubilación temprana, habida cuenta de la extensión del promedio de vida, hacen que los mayores de 55 o 60 años deban continuar en sus tareas habituales bloqueando el ingreso de las nuevas generaciones. Por otro lado, si muchos de ellos ingresan a la clase pasiva, se perdería una gran cantidad de profesionales preparados y con experiencia que no pueden ser fácilmente reemplazados por quienes aún no acrediten antecedentes por razones obvias de edad. Estos trabajadores son más baratos, pero menos experimentados; y la relación costo-beneficio o eficiencia puede lesionarse. Claro, dejarlos afuera tampoco es solución sino fuente de otro problema; que lo digan los Estados del Magreb norteafricano.

La tecnología

Infaltable variable que explica un amplio porcentaje (no todo) de lo anterior. Algunas relaciones laborales rutinarias vienen cambiando de manera acelerada y casi imperceptible para el común. No sólo por las máquinas y las cadenas de montaje (hoy, un automóvil en serie se produce con el 20% menos de los trabajadores que se necesitaban hace tres décadas), también porque un simple y cómodo cajero automático reemplaza al empleado de ventanilla. Es más rápido, se equivoca menos, está las 24 horas y no cobra sueldo, cargas sociales, salario familiar ni jubilación.

Sería propio de una mirada jurásica pensar que es preferible que la técnica no avance. Con ese criterio de vuelo bajo, seguiríamos escribiendo con cincel. Pero también es cierto que sin la preparación suficiente (primera variable) se hace difícil encontrar personas capaces de llevar a cabo tareas sofisticadas que dejen en manos de la máquina lo más sencillo y/o rutinario. Es paradójico. La tecnología “ahorra” un tipo de trabajo. Producir tecnología requiere capacitación especial. Cada vez hay más desocupados por falta de capacitación. Y la idea no es “ahorrar” sino “crear”, pero esa misma incapacidad bloquea el proyecto. Un perro que se muerde la cola.

Regionalización del paro

Muchas veces hay trabajo posible, pero no hay personas aptas para llevarlo a cabo o faltan capitales para su desarrollo. Eso que uno podría aplicar por ejemplo a Jujuy en relación al litio (fuente de energía extraordinaria), donde se piensa más en la exportación del commoditie que en la producción de baterías sofisticadas. Pero no sólo ocurre en nuestro país. En Nevada, EEUU, donde se sufrieron mucho las consecuencias de una inmensa burbuja inmobiliaria, existe un desempleo mayor al 12%, mientras que tres Estados más allá, en Nebraska, no hay más que un 4% de parados. El paro en el sur de Europa es casi el doble que en el norte. Dentro de Gran Bretaña hay una tasa de paro del 6% en el sureste y del 12% en el nordeste. Las autoridades deben encontrar nuevas maneras de estimular la movilidad; por ejemplo, utilizando incentivos fiscales como una deducción fiscal generosa

Casi como una constante abarcadora de todas las situaciones críticas, hay que plantearse como prioridad seguir mejorando la educación primaria y secundaria y transformar la formación postsecundaria y profesional, tanto para los jóvenes que no van a ir a la universidad como para quienes ya llevan tiempo trabajando pero necesitan reciclarse.