Un país pendiente del fracking

Hasta hace unos años, Argentina podía obtener de su propio suelo los hidrocarburos que necesitaba para abastecer su matriz energética, dependiente en un 52% del gas y en un 35% del petróleo, según el Instituto Argentino del Petróleo y del Gas (IAPG).Vaca MuertaPero las reservas de combustible empezaron a agotarse y a partir de 2010 el país debió empezar a importarlo, algo que consume cerca del 10% del presupuesto nacional y representa uno de los principales gastos que actualmente enfrenta el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
Con el objeto de revertir esta situación, nuestro país está haciendo una de las mayores apuestas de su historia: buscará extraer de su subsuelo petróleo y gas no convencional atrapado a enormes profundidades dentro de la llamada “roca madre o generadora”, por debajo de los yacimientos que se explotan actualmente.
Para liberar ese combustible, conocido como shale o esquisto, tendrá que aplicar una polémica técnica de fracturación hidráulica o fracking, por la que se perfora la roca inyectándole millones de litros de agua, arena y aditivos químicos con gran fuerza.
El problema, según muchos, es que se trata de una técnica cuyo impacto a largo plazo aún es desconocido y que podría ser peligrosa para el medio ambiente debido a la magnitud de la fuerza utilizada, la cantidad de agua que se requiere y la presencia de sustancias tóxicas en el suelo.
Por eso, cuando la restatizada petrolera argentina Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) firmó un acuerdo en julio pasado con la estadounidense Chevron para desarrollar la extracción de combustible no convencional, grupos de ciudadanos, medioambientalistas, líderes políticos y sociales y otros se alzaron contra una decisión que, creen, podría poner en riesgo el futuro del país.

Viaje al corazón de Vaca Muerta

No sólo los argentinos están pendientes del futuro de la hidrofracturación en su país. Otros también lo siguen con interés. Y es que el potencial que está en juego es enorme: según la Agencia de Información de Energía de Estados Unidos, Argentina tiene uno de los mayores recursos comprobados del mundo de gas y petróleo shale.
Nuestro país es, actualmente, el único en América Latina que ya explota el combustible no convencional. Desde 2010, se perforaron al menos 100 pozos usando fracking, la mayoría de ellos pertenecientes a YPF.
La principal riqueza argentina está en una formación rocosa a 3.000 metros de profundidad llamada Vaca Muerta, que ocupa casi toda la provincia patagónica de Neuquén.
Allí, en un área de 400 kilómetros cuadrados, se concentra la explotación de no convencionales de Argentina. Tras el acuerdo con Chevron, este año se perforarán en la zona 130 pozos nuevos, cifra que ascenderá a 1.577 en los próximos cinco años, si avanza el proyecto.
BBC Mundo viajó hasta el lugar para investigar los principales cuestionamientos: la posibilidad de que genere sismos, el temor a que se agoten las fuentes de agua por su uso excesivo y la posible contaminación del suelo y de acuíferos como consecuencia del agua residual (o flowback) que queda como desecho tras ser inyectado en los pozos.
Lo primero que esta cronista pudo comprobar en persona es que lo que puede apreciarse de una fracturación hidráulica dista mucho de lo que imaginan algunos.
A pesar de la gran fuerza que se utiliza (9.000 libras por pulgada cuadrada), el fracking es apenas perceptible desde el suelo. A pocos metros del pozo se siente solamente un muy suave zumbido, que los expertos aseguran no es la fractura misma sino la vibración de los motores que inyectan el agua.
En cuanto al impacto bajo tierra, tanto la empresa petrolera como funcionarios provinciales aseguraron que las fracturas que genera la práctica no superan un radio de 150 metros.
Ambientalistas con los que conversó BBC Mundo coincidieron en que no existe evidencia de que el fracking pueda generar sismos en este país. Sin embargo, en Estados Unidos aún se investiga si existe un vínculo y estudios realizados en el Reino Unido comprobaron que la práctica sí puede causar microsismos de hasta magnitud 3 en la escala de Richter, algo que no se siente desde la superficie y que es similar a lo que causa la minería.
A pesar de lo liviano de estos temblores, hay quienes temen que la masificación de pozos no convencionales a futuro pueda generar problemas sísmicos más serios.

La controversia del agua

Otro asunto polémico es el uso del agua. En Argentina, no existe legislación que regule la actividad del fracking, pero en 2012 el gobierno de Neuquén estipuló por decreto que el agua que se utiliza para esta práctica no puede venir de fuentes subterráneas que sirvan para el consumo humano o el riego.
Según los datos oficiales, los ríos de Neuquén tienen agua de sobra para abastecer a la industria de no convencionales: se estima que cada pozo utiliza hasta 15 millones de litros de agua en total (YPF asegura que sólo usa 5 millones), lo que representa menos del 1% del caudal de los ríos. El consumo humano, la agricultura y la industria utilizan 5% y el 94% restante desagua en el mar.
En un recorrido junto con personal de YPF, BBC Mundo visitó las instalaciones de donde se extrae el agua del río Neuquén para llevarlo por cañerías hasta los yacimientos, donde luego es transportado en camión hasta cada pozo.
Sin embargo, BBC Mundo también presenció lugares donde algunas petroleras que no cuentan con la infraestructura para obtenerlo del río se abastecen de agua de pozo, a pesar de que el decreto provincial lo prohíbe.
Esta no es la única irregularidad que presenta el uso de agua para el fracking en Neuquén. El tema que más preocupa a quienes se oponen a esta práctica es la forma en la que se dispone del agua residual, que contiene entre 12 y 24 ácidos y aditivos químicos y que según el decreto provincial debe ser tratada en un 100% antes de ser desechada o reutilizada en la industria petrolera o en forma de riego.
Voceros de YPF admitieron que hasta ahora han carecido del equipo necesario para tratar el agua residual, motivo por el cual reutilizan el 40% en nuevos pozos y el resto es volcado a un acuífero subterráneo a 1.500 metros de profundidad.
Jonatan Casiet, responsable de YPF del yacimiento Loma La Lata Norte, que concentra gran parte de los pozos no convencionales de Argentina, aseguró a BBC Mundo que a esa profundidad el flowback no tiene ningún contacto con las napas de agua potable, que están a menos de 300 metros del suelo.
“Se trata de agua extremadamente salina que no sirve ni para el consumo humano ni para riego”, aseguró.
Según Casiet, en noviembre empezará a operar una planta de tratamiento de agua que permitirá a la empresa recuperar el total de los fluidos. “La intención es reutilizar el 100% del agua”, afirmó.

Fiscalización

Por su parte, el subsecretario de Medio Ambiente de Neuquén, Ricardo Esquivel, le dijo a BBC Mundo que los aditivos químicos representan el 0,5% del agua residual del fracking y aseguró que la provincia realiza un exhaustivo monitoreo de la actividad, incluyendo estudios de agua para garantizar que no haya contaminación.
Sin embargo, los opositores a la práctica cuestionan que la provincia no haga públicos esos estudios. Un decreto firmado por el gobernador de Neuquén estipula que los informes sobre impacto ambiental no serán analizados en audiencias públicas, de esta forma, ni los grupos ambientalistas ni otros afectados, como las comunidades mapuches que viven en la zona, tienen posibilidad de controlar cómo se lleva a cabo esta práctica. El único que la fiscaliza es el gobierno provincial, que es, a la vez, uno de los principales beneficiados por la explotación de no convencionales.
“Pretenden que confiemos en ellos como fiscalizadores cuando hasta ahora no han hecho las cosas bien”, le dijo a BBC Mundo Andrea Mazieres, quien trabaja en el departamento de Áreas Naturales Protegidas de Neuquén y forma parte de la “multisectorial contra el fracking” que se creó en esa provincia.
Junto con otros colegas, Mazieres denunció que ese departamento estatal otorgó un permiso a la petrolera francesa Total para explotar un pozo no convencional en la reserva protegida Auca Mahuida.
La falta de credibilidad en asuntos medioambientales del gobierno de Neuquén -que hace medio siglo es gobernado por el Movimiento Popular Neuquino (MPN)- es citada por la mayoría de quienes temen que esta polémica actividad no tenga la supervisión adecuada para evitar futuros desastres, como los varios derrames que sufrió la provincia en las últimas décadas como consecuencia de la explotación petrolera tradicional.
“En Argentina, las medidas de seguridad se empiezan a tomar después de que ocurre una catástrofe. Me opongo al fracking porque me preocupa que se realice sin responsabilidad ambiental. El agua me resulta más valiosa que el petróleo y el gas”, señaló Lucía Martínez, una de las tantas personas que crearon peticiones públicas en el país tras la firma del acuerdo con Chevron.

Incertidumbre

Mazieres, Martínez y los ambientalistas advierten que aún existe mucha incertidumbre sobre el impacto a largo alcance del fracking y creen que antes de apostar por una técnica que hoy es cuestionada en varios países, Argentina debería invertir esos recursos en tecnologías renovables.
“Cada pozo no convencional cuesta siete veces más que uno convencional. Si el país invirtiera ese mismo dinero en energía eólica podría generar la misma cantidad de energía y sin el impacto ambiental”, le dijo a BBC Mundo Juan Carlos Villalonga, ex directivo de Greenpeace que actualmente encabeza la organización ambiental Los Verdes.
Esquivel, el subsecretario de Medio Ambiente de Neuquén, admitió que en un mundo ideal sería preferible evitar los combustibles fósiles, que generan emanaciones dañinas, pero aseguró que con la actual matriz energética de Argentina este cambio es imposible en el corto o mediano plazo.
“Nuestros autos, nuestras casas, nuestras industrias, funcionan a base de hidrocarburos. En Argentina, el petróleo está cayendo un 10% cada año y el gas un 5%. No hay tiempo, hay que buscar una solución ya y Vaca Muerta es la solución”, señaló.

Conviviendo con el fracking

Quienes más reflejan la dualidad que existe en torno a la hidrofracturación son los vecinos de Añelo, poblado a 100 kilómetros de la capital neuquina, el más próximo a la zona de la explotación de no convencionales.
Según el intendente, gracias a esta nueva actividad el pueblo triplicará su población en pocos años.
Ayelén González y Federico Troncoso vinieron hace tres meses con su beba porque creen que la región vivirá un boom económico gracias al shale.
“Es positivo, cada día vienen más jóvenes a Añelo porque se está creando empleo”, afirmaron a este medio. En cambio, algunos pobladores que crecieron en el lugar están preocupados.
“Siempre es lo mismo, vienen a llevarse nuestras riquezas y sólo dejan contaminación”, dijo una señora mayor que administra el quiosco local y que prefirió no dar su nombre.
Otra persona consultada por BBC Mundo, Caleb Carrasco, de 20 años, estuvo de acuerdo. “Las petroleras generan millones de dólares y mientras tanto en Añelo solo tenemos cinco calles asfaltadas y el agua no se puede tomar”, dijo el joven de origen mapuche, cuya familia mantiene un pleito con YPF por el uso de tierras que consideran propias.
Lo cierto es que nadie en Añelo toma el agua, a pesar de que las autoridades aseguran que es potable. Javier, de 28 años, contó a BBC Mundo que se descompuso varias veces y tuvo ronchas en la piel hasta que dejó de beber el agua de la canilla.
“En todos los pueblos petroleros pasa lo mismo. Dicen que no va a haber contaminación pero luego la hay”, dijo, resignado.
A pesar de esto, Javier, al igual que Ayelén, Federico y otros tantos, tienen la esperanza de que la explotación de no convencionales se multiplique y que Argentina se convierta en una nueva meca mundial del fracking, como es actualmente Estados Unidos, que en pocos años se convertirá en el primer productor mundial de petróleo y gas gracias a esta técnica.
Pero mientras unos sueñan con futuras riquezas petroleras y el gobierno se ilusiona con poder recuperar el autoabastecimiento energético del país en los próximos diez años, otros miran con preocupación el surgimiento de esta nueva explotación, cuyas consecuencias consideran inciertas.