Ciudad sitiada

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Central 887
Inseguridad en Mar del Plata. En las últimas semanas, más hechos de inseguridad terminaron de hacer de La Feliz una especie de Sin City. Sin embargo, nuestro Intendente sigue ensayando frases de relleno, convencido de que este no es su problema. “Te matan como un perro”, dijo un vecino.

17ANIV-CENTRAL-CUERPO1“Esto es tierra de nadie. Estoy evaluando comprarme un arma”. Estas fueron las tremendas palabras de un vecino de Mar del Plata, cuyos hijos concurren al colegio Sagrada Familia del puerto. Él padece la inseguridad, y se refiere específicamente a un predio que se encuentra a escasos 50 metros de la Comisaría Tercera de esta ciudad. Se llama Eduardo Rodríguez, y siente que armarse es la única que le queda porque vive en una ciudad sitiada, y a él ya no lo defiende nadie.
Eduardo siente que la policía no lo defiende, porque a pocos metros del sitio donde se producen los asaltos, prefiere no intervenir. Habla de los chicos que provienen de la villa que se encuentra en Ayolas desde Edison hasta Cerrito, y dice que son pibes, y que están todo el día aspirando pegamento, hasta que encuentran algún desprevenido en la plaza de la Vieja Usina al que le roban las zapatillas o lo que encuentren a mano.
Eduardo termina ironizando: “El sitio más seguro de la ciudad es la estación de servicio –afirma-, porque ahí está la policía durmiendo”. Dice que mientras los pibes peligrosos rondan el barrio del puerto, los policías están en las estaciones de servicio de la costa tomando café o mandando mensajes de texto durante todo el día. “La Tercera es inoperante”, dice; “los patrulleros están todos en la puerta”.
“El problema es que te llevan la vida y no podés ir a reponerla mañana”, afirma el vecino con tristeza, y reclama al intendente Gustavo Pulti que asuma una posición. A criterio de Rodríguez, él debe hacerse cargo de la situación “porque es la cabeza visible”. Pero en cambio, “el Intendente me guitarrea en la cara”, dice, refiriéndose a las declaraciones que el titular del Ejecutivo tuvo a su cargo en ocasión del triste crimen del taxista, ocurrido en inmediaciones del Barrio Centenario.
Ante tamaña inoperancia, el vecino ya se siente ofendido: relata con detalle que usualmente tiene que llamar a su casa a cada rato, aun mientras trabaja, porque siente pánico de que algo les suceda a sus hijos. Cuenta: “los chicos van a gimnasia y vienen descalzos. Por eso los vamos a buscar a la puerta del colegio”.

Esperar afuera
17ANIV-CENTRAL-CUERPO2Eduardo no es el único que apela al Intendente. No es el único indignado por la desidia de sus gobernantes y de sus fuerzas de seguridad. No es el único que cuenta que la policía está deteniendo colectivos y remises, para pedirle los documentos al que conduce, y no al pasajero.
Andrés Daleo –por ejemplo- refirió, respecto de la misma zona, el violento ataque que sufrió su ex esposa cuando aguardaba a bordo del coche que la hija hiciera una compra en Magallanes y Bermejo. Un hombre se subió y, no sólo le robó todo lo que tenía, sino que la golpeó. El hecho también ocurrió a plena luz del día, a las 11 de la mañana.
Los vecinos de la cuadra salieron inmediatamente, y le dijeron quién era: se llama Francisco y vive allí. Entonces, Daleo se dirigió a la Comisaría Tercera, y creyó que la situación estaría controlada porque tenía información fehaciente sobre lo que acababa de suceder. “No podemos entrar en la casa”, fue la respuesta que le dieron los policías. Solamente eso. “Bueno, espérenlo afuera”, replicó el vecino, y dijo que simplemente era lo que él haría si no pudiera entrar al sitio donde sabe que vive el delincuente. Pero no. Nadie hizo nada: “acá te matan como a un perro”, dijo ante el micrófono de la 99.9.
Daleo afirmó: “Pulti está en otro planeta”, queriendo indicar que las preocupaciones del Ejecutivo comunal parecen estar muy  lejos de los problemas urgentes que padece esta sociedad sitiada, acorralada dentro de sus casas, enrejada, asolada. “Están en la estupidez” concluyó, a la vez que recordaba que todos los funcionarios del Intendente están pendientes de hacer clausuras, multar para conseguir efectivo o quejarse de la cartelería. “Hay un orden de prioridades que se debe seguir”, cerró.
Daleo dijo que en el puerto, la policía no está en toda la noche, que nadie patrulla, y que encima ni siquiera hay señal de celular. Se siente expuesto y entregado, como la mayoría de los ciudadanos de esta ciudad.
Pero es esta ciudad la que sostiene a un Intendente que mira permanentemente para otro lado. Un Intendente que, cuanto mucho, habla del número de patrulleros que hay en la calle, y de los que piensa conseguir, como si no supiera que los coches no son la clave, que tiene que haber gente adentro que haga cumplir unas órdenes que efectivamente le lleguen. Como si ignorara que necesita una política sobre la inseguridad, y que eso forma parte de las prioridades de la ciudad. Sólo le falta decir, como ya lo hizo en una oportunidad, que la inseguridad es responsabilidad del Gobierno de la provincia de Buenos Aires.

El rey ciego
Es que él está ocupado, tiene otros problemas emergentes, a juzgar porque aún no sabe exactamente cómo hará para que las cuentas le cierren. El dinero en general parece ser el problema principal para este conjunto de personas, que se han empecinado en administrar un municipio enorme y complejo sin la menor pericia para hacerlo, si se consideran los resultados obtenidos.
Como ya se hubo expuesto en este medio, fue a partir de un informe elaborado por el concejal José Cano, que el abogado local Julio Hikkilo presentó la denuncia para que se iniciara la correspondiente investigación oficial sobre la malversación de fondos en la municipalidad de General Pueyrredon. Y así fue que el perito contador de la Fiscalía General local, Julián Gastón Aceto, terminó presentando un informe que data del 26 de agosto pasado, en el cual se hace constar que según la memoria de la Contaduría, durante el ejercicio 2013 se utilizaron $44.000.000 provenientes de cuentas con afectación específicas para financiar gastos ordinarios.
Agrega el perito que existe una Ley provincial que autoriza al Tribunal de Cuentas provincial a eximir de sanciones a los funcionarios que hubieran desviado tales fondos, siempre que haya sucedido en situaciones de excepcionalidad. Pero aclara también que esos mismos fondos deberían ser restituidos antes de que hubieran pasado 24 meses de su utilización. Hasta el momento, tales plazos no se hubieron cumplido, al menos en lo que compete a los ejercicios ahora investigados. Del dinero desviado durante el ejercicio 2012, restan restituir $18.608.164, que deberían estar devueltos antes del 31 de diciembre próximo.
Se especifica también que el movimiento de utilización de tales fondos se registró en la Memoria correspondiente al ejercicio, y que en ese documento se justificó indicando que hubo una merma de los recursos, debida, por una parte, a la situación macroeconómica y, por otra, a la falta de percepción de remesas comprometidas por otras jurisdicciones, como por ejemplo la administración provincial en relación con el sostenimiento del sistema educativo. Léase, todo es culpa de otro. Siempre.
Por eso el Intendente no sabe lo que le está pasando a la gente. Ni quiere saber. Está sumando y restando calculadora en mano. Pero los ejemplos son abundantes si cualquier ciudadano intenta registrar las vivencias en la ciudad sitiada que el Intendente parece ignorar. Él está preocupado por la cartelería, por los visitantes ilustres y otras urgencias.
Basta escuchar a Tito, un hombre cuadripléjico que se gana la vida vendiendo en la esquina de Hipólito Yrigoyen y Colón, quien lamentaba ante la audiencia de la radio el robo de la moto de su hijo, que sucedió a plena luz del día en inmediaciones del supermercado Toledo próximo al Hospital Regional. En la zona hay tres cámaras de seguridad que nadie se ocupó de verificar, aunque Tito y su hijo saben que los ladrones iban en una moto blanca XR 125. Pero a nadie le importó.
“Es normal”, dice Tito, a la vez que cuenta que su hijo trabaja de filetero y se levanta a la una y media de la mañana para llegar a la fábrica a las dos. Ahora ya no puede ir a trabajar, porque no tiene un colectivo que lo lleve al puerto a esa hora: lo hacía en la moto. Una familia que trabaja en el pescado: son pobres, pero no roban  a nadie. Y no quieren hacer la denuncia porque sienten que es una pérdida de tiempo para la gente que tiene que trabajar.
En la seccional policial que está en Juan B Justo y 214 nadie les dio importancia. Pero Tito dice que todos acá saben que las motos robadas son usadas para correr picadas detrás del estadio; que están ahí, aunque retocadas y con los números borrados. Pero el Intendente es el único que parece ignorarlo. Él y los comisarios de la zona, que ni se asoman.
Lo dijo el periodista Pablo Sirvén, que expuso su posición ante la emisora 99.9 acerca de la manera en la que los medios periodísticos se están haciendo eco de los problemas de la inseguridad. “Pensar que son los pobres los que roban es un razonamiento perverso. La mayoría de la gente humilde se desloma trabajando”, dijo.
Pero Sirvén escribió además que los ejemplos cunden de arriba hacia abajo a la hora de terminar con una cultura del crimen que parece estar instalada. De arriba hacia abajo, y lo que nos rodea es pregnante: es el ejemplo de tantos ladrones de guante blanco que permanecen impunes, que esta ciudad sitiada parece condenada a no abandonar jamás esta condición. Dios nos ayude.