El cuento del tío

Estafa a inversores | Solicitan embargo y detención inmediata de otros estafadores ilustres. Otros que proponían a la gente hacerse rico sin trabajar. Sacar oro de la pura especulación sobre dinero negro, sin dar explicaciones al Estado. Los que cayeron están al horno, porque los autores parecen no tener propiedades ni cuentas.

El juez de garantías Daniel Demarco accedió a lo solicitado por el abogado Andrés Barbieri, y ordenó constatar fehacientemente la existencia o no de bienes a nombre de los imputados María Rita Blaksley, Alexis Dietl, Andrés Layral, Juan Lavallén, Agustín Thibaud y Mónica Rodríguez, acusados de la nueva estafa piramidal escandalosa. Eran los supuestos dueños de la firma apócrifa Waimea, que después de haber prometido el oro y el moro a los inversores, simplemente desapareció. O no existió jamás. La Fiscalía de Delitos Económicos dispuso enviar el caso a la Delegación Departamental de Investigaciones de Mar del Plata, para que se reciba declaración testimonial a los 16 denunciantes, que aportarán la documentación que prueba los hechos.

Una vez más, una empresa fantasma que deja el tendal, y ahora el fiscal pidió que se le informe el nombre y datos personales completos de sus fundadores y socios, de sus administradores o de quienes integran su órgano de administración, objeto social, fechas de constitución, domicilio de la sede social, y todo otro dato que obrare en sus registros. Algo así como arar el desierto, porque la firma Waimea era poco más que una provisoria página web, ahora desactivada. Sin embargo, como la justicia aún tiene esperanzas, le piden a la AFIP que certifique en qué categoría se encuentra inscripta, qué actividad tiene declarada, qué domicilios, cuántos empleados a su cargo, y  hasta el patrimonio declarado. Muchas pretensiones para los que simplemente ejecutan una nueva versión del cuento del tío.

Parece que se alzaron con algo así como seis millones de dólares de los que no hay rastros, porque estaba tan bien armada la cáscara de la supuesta compañía, que les prometía a los desprevenidos la posibilidad de hacerse tan ricos como las estrellas que pone como ejemplo en su publicidad. Con ese éxito los vendedores entusiasmaban a los pequeños y grandes ahorristas, que les entregaron su dinero sin más recaudos que la firma de un contrato impreso en la oficina.

El modo

El engaño es la característica típica de la estafa. Consiste, esencialmente, en la afirmación de una premisa falsa o la simulación de una cuestión que parece verdadera. Pero ese medio engañoso, a los fines de inducir a error, debe tener una relación causal directa con los distintos elementos del esquema tipo. En este caso, por ejemplo, se generó un marco de confianza con los inversores mediante mecanismos mentirosos para poder sacarles el dinero, con la promesa de una alta rentabilidad. La verdad era que los intereses se pagaban con los fondos que ellos mismos acababan de entregar, o con el dinero de otras personas, a quienes se engañaba de la misma manera.

La falsa imagen de Waimea fue construida a través de una incesante campaña mediática que creaba un ambiente fascinante y muy seductor: era el escenario de la estafa, el medio necesario que les permitió a los imputados lograr la confianza de los damnificados que creyeron en el éxito económico prometido.

Por eso ahora el abogado se apura a pedir la inmediata detención de las caras visibles, así como el secuestro de todo el material relacionado con los hechos que se les imputan, porque considera que los mencionados han sido autores de asociación ilícita y estafa, y porque sus operaciones financieras son irregulares. En definitiva, los fondos entregados por los ahora damnificados nunca ingresaron en el circuito bancario oficial, simplemente porque Waimea no existe como persona jurídicamente habilitada para funcionar en el mercado financiero. En realidad, la supuesta empresa Waimea no tiene ninguna relación como inversionista, ni forma parte del mismo grupo empresario con las firmas Hope Funds, Hertz, Hard Rock, Marketsite Ltd, Global Entertainment Enterprise Ltd, Bv Vitesse SA, Hope Entertainment SA, y el dinero no tuvo el rumbo ni fue colocado en la forma que aparecía consignado en los contratos firmados.

El verdadero grupo Waimea es una organización delictiva estructurada como una financiera, que se dedica a la captación de inversores, utilizando la variante conocida como “esquema de Ponzi”. La maniobra consiste en una operación que desde su inicio nace como fraudulenta, ya que promete importantes intereses a los inversores, pero esos intereses se pagan con dinero del mismo inversor, o con el dinero de otros nuevos. De esta manera, las ganancias que obtienen los primeros inversionistas son generadas por el dinero que ellos mismos aportaron, o por el de otros nuevos aportantes engañados, que caen ante las promesas de obtener grandes beneficios.

La caída

Pero como se cae de maduro, este sistema funciona solamente si crece, considerable y continuamente, la cantidad de nuevos depositantes. Se trata del conocido método de estafa piramidal, donde la única manera de cubrir los altos retornos ofrecidos es a través del dinero que otro participante aporta a la pirámide. Sería absolutamente imposible que todos recuperaran la inversión.

Este esquema jamás invierte en instrumentos financieros reales, como los bancos oficiales regulados por el Banco Central, sino que redistribuye el mismo dinero de unos hacia otros inversionistas. La pregunta es cómo se logra inducir a las víctimas en semejante trampa: se les promete la posibilidad de retirar periódicamente los intereses, y de llevarse parte o la totalidad del capital invertido en el momento que lo solicite. Esta táctica contribuía a tranquilizar a quienes entregaban su dinero de buena fe, porque se les daba la seguridad de que cuando necesitaran el capital, se les devolvería íntegramente el depósito realizado. A su vez, las rápidas ventajas obtenidas alientan a mejorar la inversión y a sumar a allegados y familiares.

El problema surge cuando el mecanismo se interrumpe: claramente, la operatoria funciona en tanto que la pirámide vaya creciendo. Una vez que deja de entrar gente al supuesto negocio comienza a complicarse la posibilidad de cumplir, y la pirámide se cae. Esto fue lo que paso con Waimea.

Desde hace varios meses, los integrantes de esta organización delictiva no están reintegrando los intereses convenidos, y mucho menos, devolviendo el capital invertido: están renegociando los plazos de rescate del capital e intereses con la promesa de una futura devolución de fondos, que obviamente no ocurrirá, porque una vez que la pirámide se derrumba, no existe ninguna salida.

Dijo el abogado de los denunciantes en su presentación: “Hemos tomado conocimiento de que estos delincuentes, ante la desesperación, actualmente, están instando a los agentes comerciales, que siguen trabajando, a que produzcan mayores operaciones para poder afrontar las devoluciones”.

La oficina de Waimea ya no existe, los responsables no responden sus teléfonos ni los contactos con su página. Quienes trabajan en otra oficina ubicada en el mismo piso aclararon que nunca conocieron a las personas que atendían al público, y que desde hace tiempo nadie viene, aunque han podido verificar que varios de los supuestos clientes han concurrido allí infructuosamente.

El recepcionista del edificio expresó: “la gente de la oficina no viene hace rato, no puedo informar nada, mucha gente viene a preguntar lo mismo, pero por acá no los veo. Lo único que puedo decir es que la responsable se llama Rita () antes venia mucha gente porque es una oficina financiera…”.

Por todas las categóricas pruebas, el abogado solicita que se dicte una medida de coerción personal urgente en relación con todas estas personas, y que se ordene el allanamiento de las oficinas de Waimea para evitar que se magnifique el delito ya cometido, y se incremente el daño social experimentado. Esa oficina funcionaba en Diagonal Alberdi 2633, 1er piso, de Mar del Plata, y sus directores fueron María Rita Blaksley y Alexis Dietl.

En la estafa, el dolo del autor es siempre anterior, es decir que la relación jurídica inicial entre el autor y la víctima es ilegítima, porque la confianza es lograda mediante fraude. Son tantos los damnificados que la detención debe ser inmediata, ya que sobra plata para organizar la mejor de las fugas. Con 6 millones de dólares se escapa cualquiera. Por eso, exponen que es necesario realizar numerosas diligencias de prueba y recolectar material probatorio para la investigación, por ejemplo establecer dónde fue a parar el dinero sustraído, cuál ha sido la ruta de tales fondos, y su destino final.

Una vez más, cientos de personas se quedan sin un centavo llevados por el afán de la rápida riqueza prometida, y varios más –los vendedores supuestos- se quedan sin trabajo cuando creían que llevaban adelante una digna tarea en el mundo de las finanzas, que hasta daba cierto lustre. Nadie había investigado a estas empresas, ni a esta ni a la que llevaba adelante el recordado Daniel Viglione, detenido en 2016 y ahora llevado a juicio, en el que deberá responder por más de cuarenta estafas. Nadie se había percatado de la publicidad de encantamiento ni de su falta de solvencia. Hasta que la pirámide se cayó a pedazos.