Impacto vecinal

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Los vecinos del Asilo Unzué se quejan del elevado ruido de las nuevas actividades. Dicen que no se previó el impacto acústico ni la contaminación que generan  los recitales de rock en la zona. Allí hay clínicas de descanso y casas de familia que quedan casi al lado del escenario.

La actividad intensa comenzó el verano pasado, cuando se realizaron actividades culturales en el predio conocido como el Asilo Unzué, que los marplatenses recuerdan como una casa de abrigo de niñas huérfanas hasta la década del ochenta.
Las actividades de restauración del viejo edificio fueron muy bien recibidas por la comunidad, y la puesta en valor de una iglesia que se dice es única en su especie por ser poseedora de una acústica incomparable.
Durante la temporada, las acciones atrajeron a numerosos turistas de la zona norte de la ciudad, y también a muchos marplatenses, que llegaron a recorrer los jardines donde se emplazó una feria gastronómica y de microemprendimientos artesanales, así como sus galerías superiores, donde se presentaron muestras plásticas de importancia, como la recordada exhibición de la obra de Rocambole.
Pero por supuesto, estas actividades se extendieron hasta altas horas de la noche: precisamente se indica que los fines de semana se prolongaban hasta las dos de la mañana. Y hubo damnificados: los vecinos de la zona más inmediata, que de pronto vieron que el tránsito se multiplicaba, los ruidos crecían, y que, más allá del verano, no había manera de dormir hasta que la música y la circulación terminaban.
Pero hasta aquí la cosa parece manejable; lo que sucede es que a todo lo expuesto se agregaron los conciertos de rock, que por sus decibeles y la abundancia de público, vinieron a interrumpir la tranquilidad de los vecinos de La Perla, que se quejan del público, y de las vibraciones del sonido, que según dicen es imparable. Como todos sabemos, quien compra una casa en las inmediaciones de una superficie usada para conciertos sabe a lo que se expone, pero en este caso, propietarios e inquilinos han decidido vivir frente al mar, y junto a un edificio histórico en proceso de restauración que jamás pensaron sería tan ruidoso.

La historia

El proyecto del edificio data de 1909, cuando las hermanas María Unzué de Alvear y Concepción Unzué de Casares presentaron a la Municipalidad un proyecto para la construcción de un asilo para niñas, en un terreno de dos hectáreas, propiedad de la primera de ellas. Mientras en 1910 se iniciaba la construcción estructural en Mar del Plata, en Europa se trabajaba en los aspectos ornamentales.
Ya en 1911 llegaron las Hermanas Franciscanas Misioneras del Corazón de María, que se iban a encargar de la atención del asilo. En septiembre de ese año se concretó la donación del edificio a la Sociedad de Beneficencia de la Capital Federal.
La inauguración del edificio del Asilo Saturnino Unzué -nombre en honor al padre de las donantes- se hizo el 5 de marzo de 1912 con la presencia de autoridades municipales, provinciales y nacionales. Años después, específicamente en 1950, la Fundación Eva Perón absorbió el patrimonio de la Sociedad de Beneficencia, que luego pasó a depender del Ministerio de Trabajo y Previsión, y más tarde del Ministerio de Salud y Acción Social, a través del Consejo Nacional del Menor y la Familia.
El espacio conocido como Asilo Unzué es un edificio de pabellones, de estilo ecléctico con influencia de las vanguardias modernas de principios del siglo XX, en especial de la contemporánea Secesión Vienesa, movimiento artístico arquitectónico dentro del academicismo. El edificio se implanta en un terreno de dos hectáreas frente a la costa, y presenta un esquema de planta en “H” que se desarrolla en dos niveles. Allí se distribuyen aulas, oficinas, comedores, dormitorios, talleres, salones, patios, un teatro y en posición central, el Oratorio de la Inmaculada Concepción.
Pero sucede que el conjunto edilicio está ubicado en una de las zonas más características de la costa marplatense, y representa uno de los hitos visuales más importantes de la ciudad. El Oratorio de la Inmaculada Concepción fue declarado Monumento Histórico Nacional el 9 de marzo de 1989. También fue declarado de Interés Turístico por la Secretaría Nacional de Turismo en 1990, de Interés Patrimonial Municipal en 1991 y Monumento Histórico Provincial en 1992.
Lógicamente, pasados 100 años desde el inicio de la construcción de este edificio, se hizo evidente el deterioro en mamposterías exteriores, rejas, ventanas y techos. Por eso comenzaron las tareas de restauración con el aporte de más de 16 millones de pesos del Gobierno nacional. El objetivo era recuperar la función social y cultural del instituto.
En ese contexto, la primera etapa de la obra estuvo centrada en 1.700 metros cuadrados sobre la calle Río Negro, y comprendió la construcción de un teatro auditorio para 200 personas, y 3 salones para 200 personas cada uno, la instalación de un ascensor hidráulico y el mantenimiento del valor patrimonial del edificio, con sus escaleras de mármol y sus aberturas de madera. Los planes de obra incluyeron no sólo la restauración, sino también la construcción de un centro de convenciones, con el objetivo de otorgarle al edificio nuevos fines culturales y turísticos. Asimismo el Gobierno nacional firmó el convenio para la ejecución de la segunda etapa –que se está desarrollando- y que incluye la restauración de los sectores adyacentes entre la capilla y el teatro, con trabajos de refacción de las fachadas, la instalación de un ascensor y equipamientos, manteniendo las estructuras originales.
En el último tramo, los trabajos continuaron avanzando sobre la fachada principal y la que da sobre la calle Santa Cruz. La anteúltima etapa del proyecto comprendió el pabellón sur, en donde el nivel estructural de deterioro era muy grande.

El reclamo

Por eso ahora, antes de que la temporada estival se inicie, los vecinos de la zona se presentan ante el intendente municipal Gustavo Pulti con una solicitud de información acerca de la contaminación ambiental y la polución sonora registrada. Desean se les informe qué normas municipales autorizan a utilizar el edificio del Unzué para tales actividades, así como cuáles fueron las consultas efectuadas a los vecinos de la zona. Desean saber cuáles fueron las evaluaciones de impacto ambiental realizadas antes de autorizar la actividad, y qué resultado arrojaron, así como las limitaciones de las acciones que se pueden haber especificado en el informe correspondiente.
Detallan en la solicitud: “En el barrio funcionan, asimismo, varios geriátricos; una clínica de salud mental para pacientes internados –Clínica Neuropsiquiátrica Atlántica, Cabral n° 51- así como un centro de Nefrología –Centro Nefrológico del Mar, en Félix U. Camet n° 167- ambos, a pocos metros del ex Instituto Unzué. Es decir, que nos encontramos con la existencia de personas con problemas de salud en las inmediaciones de un espacio en los que se lleva a cabo una actividad de alto impacto acústico, lo cual resulta lesivo para el derecho a la salud”.
Los vecinos indican que es obligación del municipio ejercer su poder de policía para velar por la seguridad de los vecinos, y para conservar un ambiente sano y protegido de cualquier forma de contaminación. Pero consideran que la comuna no está cumpliendo con esa misión, con lo cual sería pasible de numerosos reclamos: “… Debe existir una conciencia pública de las autoridades en orden a su deber de garantizar el ejercicio de derechos consagrados en lugar de avanzar sobre los ámbitos comunitario e individual, como en este caso, que deben beneficiar a quienes sí cumplimos con todas nuestras obligaciones, las que permiten sustentar a una autoridad que debe tener como propósito el de garantizar el bien común…”.
Ahora el intendente deberá responder en tiempo y forma. Deberá decir cómo es que se pasó por alto que no era posible permitir que las actividades culturales del Unzué incluyeran espectáculos de música en vivo en un espacio abierto de jardines, cuando se trata de una zona residencial, donde además hay una clínica psiquiátrica y geriátricos. Cómo fue que se le pasó. Dónde estaba él cuando se hacían los conciertos en vivo y nadie dormía.
Deberá responder por qué razón ningún particular puede hacer un concierto en vivo para numerosas personas sin ser sancionado si los decibeles exceden lo permitido para la zona, y más aun si no se cumplen las numerosas medidas de seguridad que exigen los códigos pos Cromañón. Porque si no contesta, seguirá el amparo judicial: los vecinos afirman que el edifico antiquísimo está muy cerca del mar, y por lo tanto sufre una erosión en sus cimientos que multiplica el peligro de las altas vibraciones de sonido. Además se sospecha que existen históricos túneles subterráneos hacia el centro de la ciudad que no se han explorado. ¿Será cierto? ¿Qué pasará si el rock sigue sonando?
Al municipio no le interesa. Total, está acostumbrado a barrer los problemas para el lado de la costa. Si llegan allí, ya son jurisdicción de la provincia.