Robar por un pancho

Central896

Delitos municipales | Inspectores municipales secuestraron indebidamente el carro de un vendedor de panchos. Cuando debían devolverlo, el bien desapareció. El dueño denunció penalmente a Ariel Ciano por prevaricato, más omisión de los deberes de funcionario público, y pidió juicio político para el intendente Pulti.

No es esta la primera vez que los muchachos de la patota municipal protagonizan operativos tras los cuales los bienes secuestrados nunca vuelven a aparecer, quepa o no la multa, corresponda o no la clausura. Este semanario se ha explayado sobre el operativo en una gomería de la calle Libertad, durante el cual los empleados de Inspección General se hicieron de una enorme cantidad de cubiertas nuevas y costosas, que su dueño, a pesar de presentar en tiempo y forma los documentos que probaban su habilitación y las facturas de compra requeridas, no ha podido recuperar nunca.
También sucedió algo similar en operativos municipales mafiosos, como fue el que terminó con el desalojo compulsivo de un puesto de choripanes en la terminal, durante el cual se llevaron hasta la registradora con el dinero adentro. Y ni hablar del desahucio del Torreón del Monje, cuando cargaron los muebles en camiones con ayuda de personal de otras áreas y de la policía de la provincia, sin permitir siquiera la presencia del abogado del particular, que debía constatar las acciones que se llevaban a cabo.
Pero esta vez el damnificado es un humilde vendedor de panchos, porque se ve que la organización dedicada a este tipo de actos ilegítimos no tiene límites a la hora de obrar con la impunidad que ejerce, ni de arrasar con lo que encuentra. Se trata de Fabio García, que denunció los hechos que han dado lugar a esta nota: en enero de 2013, García se encontraba en el semáforo del Alfar de esta ciudad esperando para cruzar, ya que necesitaba inflar las gomas del carro de panchos vacío, que ya tenía alquilado a un particular, un comerciante que lo explotaría en la temporada estival. Él había decidido retomar la actividad de la venta ambulante recién en el invierno siguiente en Capital.
Los inspectores municipales, sin embargo, lo multaron por vender panchos sin permiso, porque lo dijeron ellos, y su acta vale por sola prueba ante el juez de faltas, como sucede cuando un agente municipal dice que usted estaba sin cinturón y no es cierto. No es su palabra contra la de ellos: es la de ellos, que vale doble.
Por eso no hay ninguna constancia del hecho, ni un acta que pruebe que se secuestró mercadería en el momento, lo cual sería indicio de que se estaba al menos preparando comida, ni se registra el testimonio de potenciales clientes que hayan encontrado allí los inspectores. De todas maneras y como si se tratara de un capricho, se llevaron el carro.
El juez de faltas Pedro López Martucci le impuso a García una multa de $1.000, más los gastos de acarreo para que pudiera recuperar su material de trabajo, cosa que -por supuesto- apeló ante el Tribunal en lo Correccional n°1. No pensaba pagar por una falta que no había cometido, y requería que se le devolviera el carro rápidamente, ya que estaba perdiendo dinero.
La jueza en lo correccional Jorgelina Camadro estuvo a cargo de decidir la apelación, y se expidió diciendo que lo que decía García no coincidía con el acta de la contravención. Y que los agentes municipales no tenían ninguna prueba de que García estuviera trabajando, porque no encontraron mercadería ni clientes. Por eso, ella debió aceptar la apelación de lo dispuesto por el juez de faltas por una cuestión de duda razonable, y absolver sin costas a García. Dijo en su fallo:
“…en atención a la discordancia existente entre, el contenido del acta de constatación n° 508355… con la declaración contravencional prestada por el Sr. Fabio Miguel García… a lo cual se debe adunar que no se procedió al secuestro de la mercadería que supuestamente se hallaba a la venta -al menos no existe mención alguna al respecto- y que el acta citada tampoco se encuentra rubricada por los supuestos compradores o por testigos del hecho; es que en el ánimo de la suscripta se instala la duda razonable sobre cómo acontecieron los hechos”…
García ya podía recuperar su material de trabajo, pero cuando se presentó en la Delegación Municipal Puerto -predio de la Vieja Usina- acompañado por un fletero para retirar su carro, los empleados le dijeron que no estaba allí porque se lo habían robado. Nada más.

Sin respuesta

Llegado el mes de mayo, García seguía sin su carro, y nadie le daba una solución ni una respuesta, por lo que se presentó en Mesa de Entrada de la municipalidad con una nota en la que reclamaba el pago de dicho carro de acero inoxidable, más un monto indemnizatorio por el perjuicio que le había generado el robo hasta ese momento, valuadas ambas cosas en la suma de $35.000. Para el 24 de junio no le habían contestado nada, por más que el carro hubiera desaparecido de un sitio que es depósito de la municipalidad. Por eso, García dijo que el lucro cesante llevaba hasta ese momento la cifra a $41.000. Silencio total.
Llegó el mes de julio, y Edgardo Martínez, jefe del departamento de Habilitación y Control de la municipalidad, le mandó una cédula diciendo que debía agregar al expediente presupuestos que acreditaran el valor del carro, y que además la Procuraduría municipal había establecido que no le correspondía ni lucro cesante ni monto alguno en concepto de gastos.
Digamos que a esta altura de los hechos, García ya llevaba siete meses sin poder trabajar, y por eso recurrió a la representación legal de Rodrigo Lell, intentando que la comuna se hiciera cargo de que literalmente “le habían robado el carro” de las instalaciones de un predio que es responsabilidad de la municipalidad. Pero los municipales continuaban negándose a responder, por eso llegó una nueva nota el 24 de julio: García reclamaba lucro cesante de $12.000, pérdida de oportunidad por la suma de $58.000, $76.000 por daño moral, $22.000 por daño material y $30.000 por daño psíquico.
La parte querellada sólo dice que oportunamente García no presentó los presupuestos que le habían solicitado, ya que se encontraban en el expediente de las acciones judiciales correspondientes, además de que insistían en impugnar los rubros indemnizatorios.
A esta altura, García presentó una nota en la que solicitaba que el Concejo Deliberante le brindara ayuda para salir del trance que estaba atravesando por razones ajenas a su voluntad, pero sospechosamente tal petitorio no cursó su recorrido normal: García considera que fue “manipulada”, y responsabiliza de ese hecho al concejal de Acción Marplatense Ariel Ciano.
Por esa razón, la denuncia de García alcanza ahora no solamente los hechos que rodearon el robo de su carro de trabajo, sino que además procede a denunciar penalmente al Ariel Ciano, a quien acusa de prevaricato y de no haber cumplido con sus deberes de funcionario público, ya que lo considera responsable de haber ocultado la nota por la cual solicitaba una ayuda momentánea el departamento legislativo comunal.

Auxilio negado

García refiere en su denuncia que el procurador municipal oportunamente había reconocido la responsabilidad de la municipalidad sobre el robo de la panchera, pero no acordó en que debía pagarle el monto reclamado, y que dijo: ”de ser preciso vamos a llevar el caso hasta la Corte Suprema de la Nación”. Por esta razón, García llegó a la conclusión de que el trámite para que la municipalidad respondiera por el carro robado llevaría años, y fue entonces que solicitó al cuerpo deliberativo un subsidio en carácter de préstamo, a devolver luego de que se dictara la sentencia, en la causa que se encuentra en curso en el tribunal n° 1 en lo Contencioso Administrativo.
Esa solicitud era la nota n°214, que –según García- Ciano se ocupó de obstruir “maliciosamente”, en razón de que además solicitaba el juicio político para el intendente Pulti, que no había oído ninguno de los reclamos. Dice textualmente: “Tal nota… fue girada para su tratamiento a la Comisión interna de Legislación, cuyo presidente es el mencionado concejal Ariel Ciano. Este, al tomar conocimiento de la misma y ver que estaba pidiendo juicio político al Intendente, comenzó por demorar el tratamiento. Luego, ante mi reclamo directo y a través de otros concejales, puso en el orden del día para tratar esa nota, más al hacerlo, manipulador como es, hizo creer a sus desprevenidos pares integrantes de esa comisión, que lo que yo estaba solicitando era la restitución de dicho carro panchero… siempre buscando el modo de no dar el trámite que correspondía al caso… dispuso que se realizará una investigación interna tendiente a dirimir responsabilidades sobre la sustracción de carro panchero… y continuó ignorando mi solicitud”.
Por esa razón, García solicita además que su denuncia sea elevada a la Procuración General de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires, en razón de que requiere recusar a la totalidad de los fiscales del departamento judicial, porque todos ellos fueron compañeros de trabajo del mismo Ciano, ya que el denunciado se desempeñó como agente fiscal y como defensor oficial del Departamento Judicial Mar del Plata antes de ocupar el actual cargo político. De aquí deduce el denunciante que Ciano guardará amistad con la totalidad de los fiscales en funciones, o al menos se encontrará en condición de paridad con cualquiera de ellos. Por eso, el denunciante espera que sea la Procuración provincial quien determine qué departamento judicial podría intervenir de manera imparcial.
Una vez más, los funcionarios municipales actúan como si no hubiera ningún estamento punitivo por encima de ellos, como si no debieran dar cuentas a nadie por lo que hacen o dejan de hacer. Tan luego pueden hacer desaparecer mágicamente un camión de cubiertas, los muebles de una desalojo, o los enseres de un comercio a quien se le acusa de una infracción. Pueden llevarse los efectos personales del acusado de no tener una habilitación en forma, o el carro de un panchero que cruza la calle. Sienten que pueden hacer lo que quieren, y que no tendrán que responder por ello. Hasta ahora, las evidencias no los contradicen. Habrá que ver hasta dónde está dispuesto a llegar el humilde panchero, que ahora es nada más que García. Porque ni carro tiene.