Sin techo, sin clases

Central 877

Emergencia educativa. Se formó una comisión mixta para controlar que los fondos para arreglar las escuelas no se destinen a otra cosa, que es lo que suele hacer el intendente. Pulti quiere tapar el agujero con dinero de OSSE, pero muchos chicos siguen sin clases.

La realidad es esa: hay en la ciudad de Mar del Plata 5.600 chicos y jóvenes que no pueden asistir a sus respectivas escuelas por diferentes cuestiones vinculadas con la infraestructura.
En algunos casos se trata de la simple falta de mobiliario, es decir no hay dónde sentarlos. Pero hay otras problemáticas más graves en los edificios, como paredes electrificadas, falta de luz, gas, cloacas que desbordan. Hay baños clausurados, y todos los ejemplos del deterioro de un paisaje que deprime de sólo verlo. Por lo tanto, es bastante fácil imaginar el efecto que genera ese impacto en quienes deben estudiar en esas condiciones, o en quienes trabajan en medio de las imágenes de la destrucción.
Los docentes están hartos de reclamar, pero como son empleados de la Provincia, todo hace pensar que no tienen el más mínimo derecho a quejarse por las condiciones de insalubridad en las que desempeñan sus tareas: nadie parece creer que enseñar en la indigencia afecte los resultados pedagógicos. Los padres también reclaman cuando sus hijos no pueden asistir a las escuelas y se pierden infinitos días de clases, muchísimos más que los que se harían humo en medio de una acción sindical.
La Dirección de Infraestructura del Consejo Escolar no se caracteriza por su sensibilidad social. Allí, una serie de profesionales técnicos desempeñan su trabajo como si los edificios que tienen entre manos fueran cáscaras, y están inmunizados al reclamo y al dolor: dicen que ya se van a ocupar. Lo cierto es que el dinero que debería estar no está, y el poco que hay, se usa mal.
En un cuadro de colapso que ya nadie puede ocultar, representantes de diferentes sectores se han hecho presentes en el Honorable Concejo Deliberante, con el fin de pedir explicaciones acerca del destino que se dio a los fondos que la Provincia baja cada año al municipio, para mantener las condiciones de la educación: el llamado Fondo de Financiamiento Educativo. El año pasado el presupuesto que se hizo humo fue de unos 25 millones, y este año parece que se han licuado más de 11 millones, de un fondo que a fin de año podría completar los 34 millones planeados. ¿Qué pasó con el dinero? Simplemente el Ejecutivo comunal eligió destinarlo a otros fines, que consideró más necesarios.
Para comenzar las acciones, durante el mes de junio, la presidenta del HCD, Vilma Baragiola, firmó la declaración de la emergencia educativa, a través de un documento que indica que resulta imprescindible que se destinen las partidas presupuestarias necesarias para subsanar las deficiencias edilicias en las escuelas del municipio.
Para seguir, el pasado 17 se dieron cita en el recinto los representantes de los diferentes sectores gremiales docentes, que reclamaban explicaciones acerca del destino de los fondos. A juzgar por el relato de lo que allí aconteció, los resultados fueron demoledores. Parte del dinero subsidió actividades de la UCIP, por ejemplo.
La conclusión fue que se crearía una comisión mixta que tendrá por objetivo realizar un seguimiento de los fondos, para así conseguir que se apliquen a aquellos destinos para los cuales fueron efectivamente enviados, es decir, arreglar escuelas. Y parece increíble que el partido gobernante necesite la fuerza del control popular haciendo de policía para no llevarse la plata de los techos de las escuelas pobres.

Las taperas
Cualquier docente que se haya desempeñado en el ámbito privado, deberá prepararse emocionalmente para trabajar en el ámbito de la escuela pública. La imagen que recibirá cuando ingrese será la de un edifico devastado por la desidia de los gobernantes. Los actuales y los anteriores. Y también los anteriores.
Para comenzar, no hay muebles sanos. No porque los jóvenes y niños se dediquen a destruirlos necesariamente, sino porque las sillas y mesas que se compran hoy no son de madera sino de plástico, y de la peor calidad. Es como pretender que un niño pase todo el año sentado en un balde sin que lo rompa. Necesariamente se va a rajar, e irá a ampliar la pila de muebles rotos que hay apilados en los patios, y que de vez en cuando algún padre de la cooperadora trata de arreglar con remaches.
Las cloacas explotan porque están mal hechas, y no se preparan  las cañerías para la cantidad de personas que usará los baños; las instalaciones eléctricas colapsan porque son muy viejas, y cada año se reparan simplemente con cinta aisladora, aunque sólo Dios sabe cuánto le han cobrado al Estado esos arreglos. Nadie supervisa los trabajos por los cuales se paga.
La losas se parten porque se ha estafado al Estado en los materiales de su construcción, porque los arquitectos oficiales no supervisan las obras como deberían, y parece que no se puede reclamar luego, cuando amenaza la destrucción, porque nadie busca un expediente de licitación de hace diez años.
Así se enseña. Con docentes que tienen síndrome de cabeza quemada por un desgaste emocional indescriptible, más otros que han tirado la toalla y ya hacen como que no ven. Con unos niños que llegan desde casas violentas a desempeñarse de la única forma que conocen, junto a otros que provienen de hogares de trabajadores prudentes, que los llevan con la esperanza de que les están dando más futuro del que ellos mismos tuvieron. Con chicos que hablan un lenguaje carcelario, porque es el único que han escuchado, y se sientan junto a otros cuyas familias les han inculcado que es en la escuela donde les enseñarán a hablar, mejor aun de lo que ellos mismos podrían enseñarles.
Todos juntos: directores que tratan de arreglar sus escuelas, y directores de licencia por estrés. Profesores y maestros que compran su propio material didáctico, con otros que ya no tiene esperanzas en nada y creen que esta sociedad tan venida a menos está irreversiblemente en su contra. Todos juntos: lo cierto es que en semejante atmósfera de desesperanza, que las paredes se vengan abajo no ayuda. Que los niños de escuela especial no concurran a la escuela porque las paredes están electrificadas, no ayuda. Encima de lo difícil que es todo, que el docente sólo cuente con un baño que está tapado, no ayuda.
Sería una buena idea hacer que cualquiera de los concejales que no avalaron el pedido de informes pase un día completo en una escuela pública. Pero que no pueda llevarse su propio caloventor, porque no hay energía eléctrica suficiente. Cuando la cooperadora intenta poner reflectores de alto poder en la salida de la escuela de turno vespertino para iluminar las veredas -que a las nueve de la noche obviamente son tierra de nadie, y convierten a los alumnos, docentes y familias en presa fácil de asaltos y agresiones-, la instalación completa salta. La respuesta es que “no está preparada”.

Demolición
El ministro de Educación de la Nación firmó con el gobernador Scioli un convenio para que un número importante de escuelas primarias pasen a ofrecer doble jornada educativa. Parece una burla, en un distrito que no ha podido garantizar una jornada simple de cuatro horas para más de 5.000 alumnos. Ha sido más importante el anuncio que la verdad.
El secretario general del gremio SUTEBA, Gustavo Santos Ibáñez, se refirió a la situación educativa en entrevista en la emisora 99.9., y usó la palabra catástrofe. No parece exagerado que hablara así de la crisis estructural que afecta a las escuelas de Mar del Plata, y también de los anuncios del ministro Sileoni, que “no respeta el orden de prioridades”. Narró la manera en que los alumnos de las escuelas locales concurren a clase un par de veces por semana de manera rotativa, siempre y cuando no haya tormentas: si eso sucede, los techos filtran, la escuela se inunda, y entonces no se cuenta ni siquiera con los dos salones que podría haber tenido en uso el día anterior.
Pero el problema no es de hoy. Los graves problemas de infraestructura colapsan hoy por desinteligencias que llevan años, a lo cual se suma el recorte salvaje que sufrieron los cupos de comedores escolares. Las medidas restrictivas afectaron a 10.000 alumnos, los que dejaron de recibir alimentos en la escuela, bajo la excusa de que se estaban cometiendo actos de corrupción: “estamos de acuerdo con que se controle, pero la solución no era dejar a los chicos sin comida”, dijo Santos Ibáñez.
En lo administrativo, refiere que aún no se han podido subsanar los errores en la liquidación de sueldos que los docentes padecieron en 2012 y 2013, es decir que hay personas que todavía no han cobrado los sueldos adeudados de esos años: literalmente trabajaron sin cobrar y todo hace pensar que no percibirán un centavo.
Algunas agrupaciones civiles, como el Centro de Estudios de Políticas Públicas, representado por Gustavo Iaies, proponen una evaluación completa del sistema educativo para conseguir un orden que aclare cuál es la dirección que debe seguir. Y tiene razón: sería excelente que los directores pudieran detenerse un instante a saber cuál es el proyecto pedagógico de sus escuelas, cuál es perfil del egresado que se proponen, y a través de qué estrategias lo conseguirán.
Pero por ahora deben destapar los baños, porque las carencias son inminentes. Los paros de auxiliares, que dependen del gremio de ATE, paralizan las escuelas en los pocos días efectivos de clase que les quedan, porque los edificios locales trabajan en dos o tres turnos, y si a la destrucción se le suma más suciedad que la acostumbrada, el escenario se hace imposible. Esos días, en los papeles aparece una leyenda que dice: “clases suspendidas por profilaxis”, lo cual significa que no se concurre porque no hay ni un baño limpio.
Iaies dijo que sólo el 47% de los estudiantes secundarios termina su escolaridad obligatoria en los años previstos. Y que para mejorar eso hace falta un docente que “sabe, viene, enseña y exige”. Ojalá con eso fuera suficiente. Ojalá. Por ahora hace falta además techo, baño, piso, una silla donde sentarse y una mesa donde apoyar la carpeta. Y Sileoni cree que puede ofrecer una doble jornada.