Demasiado podrido

En todos los casos gozaban de la confianza de sus jefes políticos. En todos los casos tenían mucho poder. En todos los casos, lo que ocurría estaba tan a la vista, que cuesta entender que sus jefes políticos no supieran nada.

Tal como ocurriera en Santa Fe, ahora en Córdoba cae toda una cúpula policial vinculada al narcotráfico. En el caso santafecino, el escenario se abrió luego de la caída de Hugo Tognoli, jefe de la policía provincial, al conocerse que en dos investigaciones habría surgido su presunta complicidad con el narcotráfico. En la primera, se dice que le habría aportado información a un jefe narco que operaba en la ciudad de Rosario para evadir procedimientos para su detención; en la otra, se lo vinculó al cobro de 30.000 pesos para permitir la venta de cocaína.
La denuncia que eyectó a Tognoli de la Jefatura surgió de una investigación de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA). A partir de ella, la fiscal Liliana Bettiolo pidió al juez Federal Marcelo Bailaque órdenes de allanamiento a la casa y al despacho de Tognoli. El magistrado terminó librando una orden de detención del oficial. Tognoli también había sido jefe durante cuatro años de la Dirección General de Prevención y Control de Adicciones, donde adquirió alto perfil pero, así también, las primeras sospechas de maniobras poco claras que surgían una y otra vez y eran demerituadas por el poder político local.
La saga en torno a Tognoli, quien asegura ser una víctima de la interna política entre Nación y Provincia, se replica ahora en Córdoba. El caso cordobés saltó por una investigación del programa “ADN”, que se emite en la capital cordobesa por Canal 10 de los Servicios de Radio y Televisión (SRT) de la Universidad Nacional de Córdoba, y que conduce el periodista Tomás Méndez, quien denunció supuestos vínculos entre altos jefes policiales y narcotraficantes locales.
En el programa, Méndez entrevistó a Juan “el Francés” Viarnes, quien estuvo varias veces en prisión por secuestros extorsivos y robos a camiones blindados. Viarnes fue detenido nuevamente por estafa en el mes de julio, acusado de haber comprado tres vehículos con dólares falsos. En su casa se encontraron 340.000 dólares falsos, y a pesar de ello, a los 21 días de su detención fue puesto en libertad.
En la entrevista, Viarnes dijo que nunca perteneció a la policía sino que tenía una relación basada en “la amenaza y el sometimiento”, y que “ellos” usaban su casa como base de operaciones, adonde llevaban la droga que tomaban de los procedimientos y que no la hacían figurar en los informes. A partir de allí se desató una “blitz” que impulsó al fiscal federal Enrique Senestrari a precipitar medidas de allanamiento y detenciones, señalando que la divulgación de televisiva perjudicaba una investigación que llevaba ya meses.
Un policía que se quitó la vida o que fue “suicidado” en Alta Gracia, cruces políticos entre los gobiernos provincial y nacional, un legislador del sector de De la Sota que ha acusado a la procuradora Gils Carbó de armar una persecución penal en contra de la policía de Córdoba, complejiza una situación que hoy ya es dramática. Tan dramática, que una reciente encuesta revela que nuestro país se sitúa por delante del resto de países de Latinoamérica en cuanto a la tendencia al consumo de drogas, alcohol, tabaco y la afición al juego, según una lista elaborada por Bloomberg sobre la propensión a los malos vicios.
En el escalafón mundial, titulado “Most prone to vice: Countries”, Argentina se sitúa en el puesto número 14, mientras que el siguiente país latinoamericano de la lista, Uruguay, se encuentra en la posición 32. Más abajo encontramos a Brasil y República Dominicana, en las plazas 43 y 44 respectivamente, y a continuación a Paraguay (47) y Ecuador (48).
El país que encabeza el estudio es la República Checa, acompañado en este negativo podio por Eslovenia y Australia. Otros países en el top 15 son España, Rusia, Grecia e Italia, todos por delante de Argentina; Estados Unidos y Reino Unido presentan un índice total menor de uso de estas sustancias y afición al juego, y se sitúan en los puestos 16 y 17.
En este contexto, la clase política usa este drama sólo para destruirse mutuamente sin enfocarse en políticas específicas y ciertas para resolver las situaciones ya desbordadas que la frivolidad en la materia deparan a la sociedad.