El consejo

La presidenta Cristina Fernández marcó un hito infrecuente en la política argentina contemporánea con su consejo literario a niños de una villa enclavada en el corazón geográfico de la Capital Federal: en la recomendación de leer “El mercader de Venecia”, de Shakespeare, para entender la cuestión de los fondos buitres, la mandataria pulsa lo peor del articulado anti judío.

La recomendación monta un nuevo escenario de conflicto, en un año de elecciones reñidas entre continuidad y cambio, en el que la Presidenta, acostumbrada a jugar a fondo en toda ocasión, utiliza una figura cuestionable de por sí, al igualar a Shylock, la figura vil del mercader de Venecia, con los fondos buitres. Cristina Fernández, que en oportunidad de la recomendación estaba acompañada por el ministro de Economía Axel Kicillof – a la sazón de origen judío-, señaló a través de su cuenta de Twitter que “la usura y los chupasangre ya fueron inmortalizados por la mejor literatura hace siglos”. La DAIA recogió el guante y salió a responder con celeridad: “La entidad representativa de la comunidad judía argentina manifiesta su profunda preocupación por las desafortunadas manifestaciones de la Presidenta referidas a su mensaje a jóvenes, reproducidas luego en su cuenta de Twitter, para que ‘lean el Mercader de Venecia para entender a los fondos buitres'”, señalaron en un comunicado. La entidad judía recordó “la connotación profundamente antisemita de dicha obra” y dijo que “su recomendación genera justificada inquietud y preocupación en la comunidad judía argentina”.
La lid está en su momento más intenso por lo que se juega en el plano de la justicia con el desplazamiento del juez Luis María Cabral, quien en ocasión de integrar un tribunal que debe decidir la constitucionalidad o no del memorándum de entendimiento con Irán, resultó desplazado, generando así una disputa de proporciones en el ámbito judicial. La disputa por el memorándum, la remoción de Cabral y los dichos de Cristina apuntan a dos cuestiones: los fondos buitres y la resistencia de la colectividad judía local al memorándum con Irán. Pero la Presidenta elige mal. En crítica al texto del genial escritor inglés recomendado a niños de la villa por la Presidenta, se puede leer: “Los judíos son representados por Shylock, un hombre dominado por la avaricia y por la crueldad. La degradación del judío es ostensible a lo largo y ancho de la obra. Shylock es un hombre calculador, que no da un paso en falso y que busca que todo su proceder lo lleve a la acumulación de riqueza”.
Ha sido este consejo una cita extemporánea que nada suma y mucho resta, en boca de una Presidenta que debe parte importante de su fortuna a la ejecución de hipotecas durante los ochenta, fruto de la malhadada Ley 1050.