El rey, su amante alemana y el primer valijero

Todo inicia con un artículo en el diario El País llevado adelante por el periodista Javier Ayuso, que puso en foco al ex comisario José Manuel Villarejo, quien está en prisión imputado de ser parte de una red de lavado de dinero por un monto inicialmente estimado de veinte millones de euros. La información llevó a Villarejo a querellarse con el diario El País: en una intentona de silenciar la explicitación pública, demandó al medio y al periodista, marrando en su intento porque los dichos citados estaban abundantemente probados.

La situación de Villarejo, compleja de por sí jurídicamente hablando, torna incluso más difícil al revelarse unas cintas de las conversaciones mantenidas por este ex integrante de los servicios de seguridad españoles —para los que actuó como investigador encubierto— con Corinna zu Sayn Wittgenstein, ex amante del rey emérito Juan Carlos de Borbón. El diario El español es el medio que ha difundido este material digital, que revela la trama de corrupción existente en España en cabeza del rey emérito, material que Villarejo obtuvo en reuniones con Sayn Wittgeinstein, ex amante del cesado rey y también testaferro de éste, según sus propias palabras.

Las revelaciones impactan en toda España y abren interrogantes profundos que permiten advertir sobre una interna feroz en los servicios de inteligencia españoles, al tiempo que abren la posibilidad de que las investigaciones vayan a fondo en la trama de corrupción estructural que nació con el inicio de la democracia en España, a la muerte de Francisco Franco.

Juan Carlos de Borbón llegó al titularizar el reino en España siendo el monarca pobre del Viejo Continente. Para saldar esa pobreza frente a la riqueza de las coronas de Inglaterra, Holanda, Bélgica y aún de la modesta y siempre austera corona sueca, se valió de un hombre clave: el gallego Manuel Fraga Iribarne. En los inicios los recursos llegaron de pequeños negocios, licencias de tabaco y alcohol, modificaciones distritales para la construcción, pero fue en los noventa cuando llegaron las grandes oportunidades con las privatizaciones en América latina, que abrieron oportunidades increíbles para la Corona y para España. Por monedas se hicieron de empresas públicas de telefonía, negocios diversos en otras áreas y se garantizaron un flujo de fondos sistémico que abarcó a toda la dirigencia política de la época. La Moncloa no fue sino un pacto político y también de negocios.

Fraga Iribarne colocó hombres de su confianza oriundos de Galicia en posiciones de control para garantizar el flujo que dio la base a la espuria fortuna del rey. Aquí es precisamente cuando y donde ingresa en esta trama Florencio Aldrey Iglesias, hombre de Fraga Iribarne, que bien merece el mote del primer “valijero” en la Argentina. La privatización de Aerolíneas ubicó a Iglesias como socio con el 10% de la compañía. No es un número cualquiera: en cualquier idioma, cultura y contexto, representa ni más ni menos que el diezmo, esa porción del todo que se resigna o se ofrece en compensación por bienes, privilegios o fortuna conseguida.

Los viajes mensuales de Iglesias a La Coruña están aún fuera del radar. Si se investigaran, seguramente conducirían a la parte todavía oculta del origen de la riqueza corrupta del ex monarca, develada en estos días por el medio digital El Español.