La madre de todas las batallas

La lucha por la caja sindical, expresada en las obras sociales bajo control de los gremios, es una creación de los acuerdos y pactos de la dirigencia vandorista con el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía. No es ni hizo a la esencia ni al pensamiento de Juan Domingo Perón, que intentó en su último gobierno impulsar el criterio de prestador único.

La situación que atraviesa a la familia Moyano, amén de los delitos investigados en el club Independiente, tiene que ver en esencia con la obra social de camioneros OSCHOCA, presidida por Liliana Esther Zulet,  tercera esposa de Hugo Moyano y administradora de gran parte de las empresas familiares, que en su mayoría prestan servicios al Sindicato de Camioneros y a su obra social, una caja de 20 millones de pesos anuales. Zulet también maneja la firma que gerencia los sanatorios de Oschoca (Iaray SA).

El negocio de la salud no es nuevo para Zulet. Ella conoció a Moyano negociando la rescisión del contrato que ligaba a una vieja empresa suya, AMEL SA, con la obra social de Camioneros. Según informó el diario Perfil, en setiembre de 2006 Zulet le hizo juicio a Camioneros para cobrar una deuda, y Moyano la llamó por teléfono para intentar un arreglo extrajudicial. En ese encuentro empezó la relación. Por entonces, en 2006, la mujer de Moyano ya poseía la compañía Conducir Salud, la antecesora de Iaray como administradora de la obra social que utilizan más de 700.000 camioneros afiliados.

Tal como fuera denunciado ya en 2007 por el sindicalista opositor Ramón Lorenzo, los negocios de la familia Moyano incluyen compañías de trabajo eventual tales como Gestión Laboral y Guía Laboral, emprendimientos controlados por ellos y a los cuales se les indica a las empresas deben dirigirse para contratar trabajadores eventuales.

Febrero será un mes crucial para la familia Zulet / Moyano, ya que los hijos de Esther Zulet están en la mira por blanqueo de dinero en montos inexplicables. La movilización anunciada por Pablo Moyano para el 22 de febrero, con la cual busca intimidar al Gobierno al estilo del dirigente camionero Jimmy Hoffa, está fuera de época y espacio. Hoffa fue un líder agresivo vinculado a la mafia, que se enfrentó al procurador Robert Kennedy y desapareció sin dejar rastro, algo propio de un momento histórico que afortunadamente ya es poco menos que un recuerdo. Hugo y Pablo Moyano han llegado aquí en otra era. Tienen mucho para perder y no advierten que el camino que transitan es al despeñadero. Hay, por imperfecto que sea, un cambio de tiempo y paradigma, y ellos van a pagar el precio de ese cambio.