Momento de transición

Desde el mismo inicio del gobierno de Mauricio Macri, la consigna brotó de las entrañas de las fuerzas políticas derrotadas. “Macri sos la dictadura”, clamaron, dando forma local al sistema goebbeliano de dogmas, que postula, entre otros, “adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al enemigo en un único individuo”. Hoy, ese enemigo es Patricia Bullrich, ministra de Seguridad. También lo es la Gendarmería Nacional, toda vez que cae perfectamente bajo el concepto también goebbeliano de “reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada”. Como anillo al dedo les cae a los grupos que destrozaron el Cabildo y aledaños.

Es obvio que lo que ocurre a partir de la ausencia de Santiago Maldonado ha servido exactamente, como cita el ideólogo del régimen nazi, para “convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave”. La desaparición de Maldonado es una anécdota pequeña, aunque cruel, pero llevada a la dimensión política extrema, tal como exige el decálogo de la manipulación por antonomasia.

La masificación que se ha hecho, manejada por la izquierda y el cristinismo más sus satélites, funciona como mecanismo de relojería aplicando el criterio expuesto por Goebbels de que “toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”. En este sentido, se insiste en tres tópicos: desaparición forzada de persona, fuerzas de seguridad criminales y un gobierno cómplice. Una y otra vez se pivota sobre estos tres elementos, porque la propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. Si una mentira o una verdad defectuosa se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad a secas.

Goebbels proponía “acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines”. Ante la corrupción del gobierno anterior y sus candelario judicial, jugar a “estoy buscando a Maldonado” parece el antídoto justo. “Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas”, sentenciaba el ideólogo nazi. Qué más primitivo puede haber que recordar y entonces temer que la acción de fuerzas gubernamentales desaparezcan gente en la Argentina…

El objetivo final de esta estrategia de manipulación social y política es “llegar a convencer a mucha gente de que piensa “como todo el mundo”, creando una falsa impresión de unanimidad”. Por todo ello, es evidente de toda evidencia que la situación en torno a la desaparición de Santiago Maldonado cumple con todos los requisitos de la propaganda nazi, manufacturada por grupos políticos que ven llegar su final de época, y les aterra.