Ni magia ni casualidad

Lo ocurrido con la exclusión de Argentina de la prueba PISA no es fruto de la casualidad o de un designio malicioso que cae trágicamente sobre nuestro país: es la consecuencia natural de una política determinada, que ha tenido por objeto sumir en la indigencia intelectual a una porción importante de la población del país y así, bajo la fórmula ignorancia + mendicación forzada, dejar al ciudadano reducido sólo a la condición de un habitante casi siervo.

Nada es fruto de un momento. El actual episodio obedece a un sistema que reconoce sus orígenes en la gobernación de Antonio Cafiero en la provincia de Buenos Aires, cuando se instruyeron órdenes de “ayudar” a los repitentes buscando el efecto político de bajar estadísticamente la tasa de repitencia. Eduardo Duhalde llevó la situación al extremo que se vive hoy, cuando cambió el sistema educativo al incorporar un esquema que ya había fracasado en España y que desarticuló el aprendizaje brutalmente. Los gremios acompañaron sin dar discusión alguna y en varios casos sumaron ganancias personales, como cargos en IOMA u otras estructuras públicas, que hoy lucen como derechos adquiridos.

Florencia Salvarezza, de INECO, señalaba recientemente en la 99.9 que la problemática actual hace su eje en el método de enseñanza que aún se aplica en el país y que debe cambiarse lo más rápidamente posible. Es que el fracaso continuado en lengua y lectoescritura lleva a la no comprensión de los textos propuestos. Quien no comprende un texto, no comprende el contexto, y eso es clave en el dominio de una sociedad.

En 2014, la UNESCO revelaba que el número de chicos que abandonan la escuela primaria en el país aumentó 1,8 puntos por ciento entre 2006 y 2011, cuando se realizó el último sondeo. Es decir, pasó de 5,1% a 6,9% en sólo cinco años, datos que fueron desmentidos desde el Ministerio de Educación de la Nación. Ergo, en 2014 se empezaron a generar las condiciones que llevaron a la manipulación de la prueba PISA, otra estadística que se pretendió amañar. En octubre de 2015, en plena campaña lectoral, se conocía un informe que revelaba que prácticamente 6 de cada 10 jóvenes no termina la secundaria a tiempo. El problema es mucho más intenso entre los alumnos de las escuelas estatales que, en general, es adonde concurre la gente de menores ingresos. En los establecimientos estatales, 7 de cada 10 adolescentes se retrasan o no terminan la secundaria.

Es evidente que la principal barrera que enfrentan los adolescentes argentinos para acceder a la educación superior es que no terminan en tiempo la secundaria. En medio del mayor incremento del presupuesto educativo de la historia, no faltan recursos, sino que falta un programa de enseñanza que inicie por los docentes y que incluya a los sectores de soporte de la escuela, como auxiliares, psicopedagogos y asistentes sociales, en una visión de compromiso estructural que hasta hoy fue subvertida tanto política como culturalmente.