Sin sorpresas

edi947
Estupor, dolor, indignación, mas no sorpresa son las calificaciones relativas a los hechos brutales de París. La actividad de los grupos islamistas en Europa es una constante que los servicios de inteligencia y seguridad bien conocen.

Sólo la mala conciencia política permite que estos hechos enloden y ensangrienten la vida de una sociedad que, en tanto generosa, también busca hacerse perdonar los pecados de la era colonialista. Quizá en Bélgica, Francia, y en menor medida Holanda, estas huellas sean tan profundas que han permitido las acciones de quienes odian a Occidente, su cultura y su estilo de vida. Esta semana, Juan Pablo Quiñonero, mítico corresponsal del diario ABC en París, señalaba: “El Islam de Francia vive las matanzas terroristas de la noche del viernes 13 como una guerra civil religiosa, inconfesable pero bien real, dividido entre unas jerarquías que predican oficialmente la integración y unas bases que predican la guerra santa islámica”. También ilustró: “El Consejo francés de culto musulmán (CFCM) ha publicado un breve comunicado para condenar con el vigor más firme los ataques odiosos y abyectos, invitando a los 5 o 6 millones de franceses de religión musulmana a manifestar públicamente su solidaridad con el resto de la nación.

Su publicación señala que en los mercadillos del corazón de París abundan las pintadas y carteles de propaganda radical islámica. “Bin Laden está vivo”, “Solidaridad con Gaza”, son pintadas que los servicios de limpieza se ven forzados a borrar con mucha frecuencia. “Se trata, sin duda subraya Quiñonero-, de manifestaciones epidérmicas, que no dejan de reflejar una amenazante marea de fondo, con muchos flecos guerra civilistas. Varios imanes moderados, que han defendido la prohibición del velo islámico, han sido amenazados de muerte, en Burdeos y Drancy, en la periferia norte de París, denunciados con agresividad por jóvenes radicales” . También cita el periodista español que “la conversión de los guetos suburbanos en “mercados” de armas y droga facilita la “transición” de la delincuencia común al terrorismo islámico”.

Es un error creer que no se sabía lo que podía suceder y de hecho sucedió. La respuesta política es otra, y aún no ha sido formulada de cara a la sociedad, porque el pasado colonialista francés pesa todavía hoy en las decisiones políticas del presente y se cobra un precio de sangre.