Un camino imperial

China volvió al juego de las grandes potencias con alto estrépito. En la semana previa a que el presidente Mauricio Macri viaje a dicha nación, tres noticias de alto impacto se suceden, dando nota del alto desarrollo chino y su capacidad para terciar en el mundo.

Está en marcha el programa de la estación espacial permanente, que colocó una segunda estación espacial propia, El Tiangong 2 (“palacio celeste’ en mandarín), un laboratorio espacial de 8,5 toneladas dotado de sistemas de soporte vital y un único puerto de acoplamiento para permitir la unión con naves tripuladas Shenzhou o naves de carga Tianzhou (aunque no ambas al mismo tiempo). Tiene una longitud de 10,4 metros y un diámetro máximo de 3,35 metros, con una envergadura de 18,4 que ya la coloca al nivel de la estación espacial internacional, al que le queda poca vida útil, aun cuando no se sabe qué harán las potencias occidentales al respecto. Este ingenio de alta tecnología es sólo un primer paso, ya que los planes de la agencia espacial china son de ir por una base permanente en la Luna, hazaña programada para 2022, con el agregado de que la base estará instalada en el lado oscuro del satélite.

El otro logro impactante fue la botadura de un portaaviones fabricado íntegramente en el país asiático, un paso importante dentro del programa militar del presidente chino Xi Jinping para extender el poderío militar de Pekín más allá de sus costas. Se espera que el nuevo navío, el segundo de este tipo con el que cuenta la Armada china, esté plenamente operativo también en 2020. El portaaviones, que por el momento se llama Tipo 001A, fue lanzado al agua ante la presencia de altos mandos militares y del Gobierno en el puerto de Dalian, situado al noreste del país, en donde ha sido construido. Adornado con banderas chinas y banderines rojos, el barco fue bautizado con la tradicional botella de champán rota contra su proa y, tras navegar un momento, se detuvo junto al muelle, según se aprecia en las imágenes emitidas por los medios oficiales.

Esta trifecta de ascenso al poder global se completa con el vuelo del COMAC C919, el primer avión de pasajeros de tamaño medio fabricado en China, el cual ha realizado su primer vuelo con éxito, e inaugura un nuevo tiempo en el que el país asiático busca colocarse en primer fila de la industria aeronáutica comercial internacional, para competir con Boeing y Airbus. De cabina estrecha, la aeronave, estiman en el mercado aerocomercial, podría ser hasta tres millones de dólares más barata que las de sus competidores, lo que agrega estrés a una industria que día a día debe luchar para tener costos competitivos.

Desde 1911, cuando cayó luego de dos mil años la dinastía Manchú, hasta la muerte de Mao Tse Tung, China ha pasado por una larga guerra civil que destruyó el país, el régimen comunista y su revolución cultural. No obstante, hoy se hace nuevamente grande, desafiando a las potencias que determinaron el destino del mundo en los últimos doscientos años, a un ritmo que al resto de la humanidad le cuesta sostener.