Estado de ausencia

Arcobaleno

 

Determinados eventos parecen golpear a la sociedad más que otros. No todas las muertes son iguales: seremos todos iguales a los ojos de Dios pero, como sociedad, discriminamos fieramente. No es lo mismo un asesinado en los barrios tradicionales de Mar del Plata, que otro en aquellos a los que se denomina “la periferia”.

Un ejemplo de esto que ocurre queda claramente reflejado en esta carta de lectores que llegó recientemente a nuestra redacción: “Vivo en el barrio Belgrano desde hace 35 años, y creo que seguimos siendo víctimas de las mentiras del intendente Pulti y sus seguidores. La semana pasada se repartieron volantes en los negocios que decían “La seguridad se construye entre todos”, e invitaba a los vecinos a concurrir a la Sociedad de Fomento el viernes 4 a las 18 horas a una reunión con el jefe Distrital de la Policía Bonaerense, el comisario de la Seccional 11° y el director de Inseguridad, perdón, de Seguridad de la Municipalidad, César Ventimiglia.
Concurrimos mi hija mayor, mi esposo y yo; éramos unas 50 personas. Jamás estuve de acuerdo con el actual intendente, soy muy escéptica, y fuimos más para ver con qué mentiras trataban de envolvernos.
De entrada vimos que todo iba a ser una fantochada, pero nunca creí que nos tomaran por ignorantes tan abiertamente. Para empezar, los que concurrieron a darnos la charla eran el comisario de la 11°, de apellido Segovia; el señor -le digo señor porque soy una señora mayor educada- Zamudio “con Z por favor” (sic), del Centro de Monitoreo; el señor Rodríguez, de la Defensoría del Pueblo, la presidenta o ex -no entendí bien- del barrio El Marquesado con un libro de actas, y tres seguidores (tengo otra palabra para esta gente, pero ya dije que soy educada) del Intendente.
El comisario empezó una perorata diciendo que se estaba haciendo todo para que el barrio estuviera seguro, que se estaban tomando medidas y bla, bla, bla. A una pregunta mía de cuántos móviles hay para cubrir B° Belgrano, José Hernández, Procasa, Hipódromo y La Herradura, Don Emilio y Las Américas, contestó que había 5… Bueno 4, porque uno se había roto esta semana. Y con cuántos efectivos contaba, y contestó que con 60… Bueno, con 40, aclaró, porque hay muchos con varios problemas.
Con distintas preguntas que los vecinos hacíamos, se fueron poniendo nerviosos, y el señor Rodríguez dijo que teníamos que ser como la señora de El Marquesado, que con su acción y la de sus vecinos había hecho un barrio seguro. Nos dijo que teníamos que ayudarnos entre todos, denunciar a los malvivientes y vendedores de droga -cosa que hacemos a diario-, y ya que yo estaba tan “preocupada”, formara un grupo de 10 vecinos para ir a hablar con el jefe distrital; y si no estábamos conformes, se podía llegar hasta Scioli (Jaja!!).
Lo peor fue cuando el señor Zamudio nos invitó al centro de monitoreo -si lo llamábamos previamente a su número de teléfono- para ver el funcionamiento de las cámaras de seguridad, a lo que yo contesté que la mayoría no andaba, y él dijo que todas funcionaban y que yo decía cosas que no le parecían y que “eso le molestaba” (sic). Mi hija le dijo que era una falta de respeto lo que estaba diciendo, pero esta persona seguía hablando sin escuchar nada. Entonces comenzó a decir que se iban a instalar 200 cámaras más, pero no sabía cuándo. Preguntamos por qué no se sabía la fecha de instalación, y dijo que tenían un problema con Edea en cuanto a la conectividad. ¿Y cómo se soluciona? -preguntamos, a lo que Zamudio con Z contestó que no nos iba a explicar porque “no íbamos a entender” (sic). Todos tratamos de entender, pero este señor siguió hablando sin contestar y hablándonos de costado. Entonces dije: por favor, dénos su número de teléfono por si sirve para algo, y nos levantamos y nos fuimos, sin soluciones. Eso sí: salimos en unas cuantas fotos, porque éramos retratados por 3 cámaras municipales”.
No creo que haga falta agregar algo. No es relato, no es la gacetilla, es la gente que padece abandonada a su suerte, en tanto Zamudio con zeta y todos los aupados en el presupuesto público se cobran un salario que no se ganan. A costa de estos mismos vecinos que, en tanto contribuyentes, pagan tasas que en estos años crecieron más de un trescientos por ciento.

 

antoniucci