Tiempo final

He señalado en este mismo espacio que octubre traería el viento de las urnas, que, cual sudestada primaveral, se llevaría la hojarasca de lo peor que le ocurrió a Mar del Plata en estos últimos ocho años. La llegada al municipio de Gustavo Arnaldo Pulti y su troupe de accionistas marplatenses llevó a la ciudad a un estado de estropicio nunca visto. El voto mayoritario a Cambiemos y la liquidación efectiva de AM —al no reunir, la lista encabezada por Marcelo Artime, el mínimo necesario para ingresar al Concejo Deliberante— habla a las claras de que hay un rumbo que la gente define en cada elección.

Gustavo Arnaldo Pulti había acreditado ante un sector de la sociedad la referencia de alguien que era muy trabajador, político full time con la capacidad de hacer lo que ni radicales ni peronistas supieron, pudieron o quisieron hacer por Mar del Plata. Pero sólo se trató de una puesta en escena, un bluff fenomenal que se degradó a extremos en este tiempo concluido. Basta ver la calidad del trabajo en asfaltos, o el progreso en la reformulación del sistema primario de salud, para entender que el grado de deterioro ha sido feroz.

Hubo dinero a mares para aliados políticos, como en el caso de Mario Puche, quien recibe de la comuna 150.000 pesos mensuales -al final del año casi un millón novecientos mil- para “mantener y limpiar los baños de las plazas públicas de General Pueyrredón” . Hay que agregarle a ese ítem los montos por alquiler de los puestos en la plaza San Martín que regentean Puche y su familia, plata que circula en negro, sin registro alguno, bajo la fachada de “la necesidad de la gente”.

Un efecto concreto del triunfo electoral de la elección pasada es que al día de hoy ha transcurrido un tiempo sin corte de calles, quema de gomas, protestas en el hall del palacio municipal o reclamos por Santiago Maldonado. Todo el sistema artificioso que marcó el primer tiempo del gobierno de Carlos Fernando Arroyo se cayó, colapsó definitivamente con la derrota que la sociedad le propinó en el terreno que dirime el poder en democracia: la urna.

Los últimos intentos de GAP y asociados vinieron por la vía de impulsar acciones cuasi directas. Los ataques al centro cultural “El Séptimo Fuego”, los llamados con amenaza de bomba a los colegios, sumado a un corte diario y quema de gomas hasta un ataque criminal al palacio de gobierno el pasado día 20, mostraron el riesgo que es pactar con grupos como “Elegimos luchar”, que están siempre al borde la acción directa. Y todo ha sucedido ante la pasividad absoluta del Departamento Judicial Mar del Plata, que a cada reclamo violento ha respondido con el sonsonete zaffaronista de “la no criminalización de la política”, bill de indemnidad que permitió que la campaña sucia más extensa vivida en democracia llegara al día del veredicto final.

Veintidós de octubre. El viento de primavera, que entre nosotros no es cálido ni amigable, barrió la maleza de la política local y limpió el aire de la ciudad.