Uriel, el Lobo, el mudo Oliveros y la comunidad

tap999

Se conoce como comunidad de inteligencia al ámbito en el cual integrantes de los servicios comparten información considerada sensible para los intereses del Estado. La irrupción de la información hallada en la DIPBA, que establece la condición de agente de inteligencia del todavía hoy fiscal general Fabián Uriel Fernández Garello, abre un sinnúmero de escenarios que permiten entender el pasado de un modo que hasta ahora era imposible.

Tal como señalé en la columna anterior (N&P 998), la relación entre Garello y el juez Falcone quedó claramente establecida en los diálogos registrados en las escuchas a ex jefes del Comando de Patrullas, los cuales expusieron a Garello en una relación impropia con los prófugos, y muy ligado a Roberto Atilio Falcone (a) “el Lobo”, por entonces abogado del criminal de guerra Martín Ciga Correa.

Lo que ahora surge claramente es que, entre los pliegues de la naciente democracia post Malvinas, eran muchos los que pertenecían a dicha comunidad; algunos de manera más explícita que otros. Transcurría 1982, Argentina se agitaba al compás del dolor por la derrota de Malvinas, y la dictadura se retiraba desordenadamente. A las puertas del hotel Majestic -diagonal Alberdi y Santa Fe-, donde funcionaban los tribunales del fuero provincial en Mar del Plata, Jorge De la Canale, al advertir que yo tenía en mis manos un ejemplar del libro de Jacobo Timerman “Caso Camps; punto inicial”, me hizo una severa advertencia de lo que implicaba darle pábulo a las mentiras de la izquierda judía y el sionismo, al tiempo que me exhibía una credencial que por años creí de la SIDE.

Ricardo Oliveros, agente del Servicio de Informaciones del Ejército (SIE) me ilustraría años después de mi error, al señalarme: “todos estos, el Lobo, la Gorda y el Mudo, eran buches del SIE”. Es decir los jueces Roberto Atilio Falcone y Mario Portela, y el abogado Jorge De la Canale. De la Canale lo ha negado siempre, pero hoy, los elementos que vinculan a todos los mencionados, son por demás obvios. Fue Ricardo Oliveros el que puso su casa a disposición para las tendidas gastronómicas que armaron la relación con el ex diputado menemista Mario Cámara, puente de plata para la designación de Falcone y Portela como jueces del TOF. Fueron Falcone y Portela quienes protegieron a De la Canale en el denominado Juicio por la Verdad en su triste capítulo marplatense.

La comunidad de inteligencia en Mar del Plata ha sido hasta hoy un misterio, que comienza a develarse con la irrupción de la situación que va directamente sobre Fernández Garello. Pero no es el único, claro está: en este sentido, hay que poner una mirada sobre Fernando Villaverde, quien junto a Ricardo Etchegaray, en la Facultad de Derecho marplatense, bancaban a Massera, Astiz y al “Tigre” Acosta con cánticos que alegaban acerca de la vuelta de los Falcon verdes y la salvación nacional. Villaverde era numerario del Servicio Penitenciario Federal, y solía referirse orgullosamente a los “operativos” en los que participó durante la lucha contra la subversión.

La comunidad comienza a quedar expuesta. Hay mucho por develar aún.