La violencia armada es una crisis de salud pública en EE. UU., según su máxima autoridad de salud

Vivek Murthy pide un esfuerzo múltiple para reducir las muertes por armas de fuego, siguiendo el modelo de las campañas contra el tabaquismo y las muertes por accidentes de tráfico.

El cirujano general de EE. UU., Vivek Murthy, declaró el martes que la violencia armada en EE. UU. es una crisis de salud pública y recomendó una serie de medidas preventivas que comparó con las anteriores campañas contra el tabaquismo y la seguridad vial.

La medida se produce tras años de llamamientos por parte de autoridades sanitarias para que se consideren las muertes por armas de fuego desde el punto de vista de la salud y no de la política.

La Asociación Nacional del Rifle se ha opuesto enérgicamente a este planteamiento y ha promovido leyes que han suprimido la financiación federal de la investigación sobre la violencia con armas durante un cuarto de siglo. La NRA, según su sigla en inglés, también presionó sin éxito contra la nominación de Murthy como cirujano general por Barack Obama en 2014, llamándolo “una seria amenaza para los derechos de los propietarios de armas”.

El aviso de 32 páginas de Murthy pide un aumento de la financiación para la investigación en prevención de la violencia con armas de fuego; aconseja a los trabajadores de la salud discutir el almacenamiento de armas de fuego con los pacientes durante las visitas médicas de rutina, y recomienda leyes de almacenamiento seguro, controles de antecedentes universales, leyes de “bandera roja” y una prohibición de armas de asalto, entre otras medidas.

“Hace tiempo que creo que se trata de una cuestión de salud pública”, declaró en una entrevista. “Esta cuestión se ha politizado, se ha polarizado a lo largo del tiempo. Pero creo que cuando entendemos que se trata de una cuestión de salud pública, tenemos la oportunidad de sacarla del ámbito de la política y ponerla en el ámbito de la salud pública”.

Pero la reforma de las armas basada en la salud pública ha sido una ardua batalla en Estados Unidos, cuyos partidos políticos están estancados en muchas de las medidas que recomienda el informe, como la prohibición de las armas de asalto y la comprobación de antecedentes de los compradores de armas. Los expertos calculan que 400 millones de armas circulan en manos particulares, lo que hace casi imposible que el gobierno restrinja de forma significativa el acceso a ellas.

En 2020, las heridas por arma de fuego superaron a los accidentes de tráfico como principal causa de muerte de niños y adolescentes en Estados Unidos. La tasa de mortalidad por armas de fuego entre los jóvenes estadounidenses es casi seis veces superior a la de Canadá, casi 23 veces superior a la de Australia y casi 73 veces superior a la del Reino Unido, según el aviso del cirujano general.

En la última década, se ha producido una oleada de nuevas adquisiciones de armas de fuego y un aumento sorprendente de suicidios de jóvenes con armas de fuego, muchos de ellos llevados a cabo con armas que pertenecían a adultos del hogar. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, en los casos en que niños y adolescentes murieron por heridas de bala no intencionadas, alrededor de tres cuartas partes de las armas de fuego utilizadas se habían guardado cargadas y sin seguro.

“Tenemos que ver esto como lo que es, que es un problema para los niños”, dijo Murthy.

Añadió que había hablado con estudiantes de todo el país, tanto de zonas rurales como urbanas, que temían que les dispararan en su barrio o en la escuela. “Como país, en realidad estamos más unidos de lo que creo que entendemos”, dijo.

El cargo de cirujano general fue despojado de muchas responsabilidades durante las reorganizaciones federales de la década de 1960 y funciona en gran medida como un púlpito, encargado de comunicar los hallazgos científicos al público. En su segundo mandato como cirujano general, Murthy ha emitido avisos sobre la salud mental de los jóvenes, la soledad y las redes sociales.

Algunas advertencias del cirujano general, como la de 1964 sobre los riesgos del tabaco para la salud, han conseguido cambiar el debate nacional. Tras ese anuncio, el Congreso votó a favor de exigir una advertencia sanitaria impresa en los paquetes de cigarrillos, y el tabaquismo inició un descenso de 50 años. En 1964, alrededor del 42 por ciento de los adultos fumaba a diario; en 2021, lo hacía el 11,5 por ciento.

Murthy dijo que veía una campaña de salud pública contra la violencia armada como un reto similar, que requiere una combinación de campañas de educación y concienciación, cambios culturales y políticas. “No hubo una sola estrategia que funcionara con el tabaco”, dijo. “Eso es lo que pienso aquí también”.

Jonathan Metzl, catedrático de Sociología y Psiquiatría de la Universidad Vanderbilt de Nashville, afirmó en un libro reciente que las estrategias de salud pública de “la guerra del tabaco, la guerra de los cinturones de seguridad u otras luchas del siglo pasado entre los beneficios y las personas” no son adecuadas para el debate nacional sobre las armas, tan arraigado en la identidad política.

“En otras palabras, enmarcar la violencia con armas como una ‘epidemia’ de salud pública no sirvió para contrarrestar una creciente lucha entre rojos y azules que se estaba librando en el teatro de las políticas de armas cada vez más laxas y por cada vez más civiles portándolas”, escribió Metzl en el libro What We’ve Become: Living and Dying in a Country of Arms.

Sin embargo, hay algunas señales de movimiento. A raíz del tiroteo masivo de 2018 en una escuela secundaria en Parkland, Florida, que terminó con la vida de 17 personas, una ola de estados adoptó leyes de bandera roja, que permiten a las autoridades retirar temporalmente las armas de fuego a personas identificadas como peligrosas para sí mismas o para otros. Veintiún estados cuentan ahora con leyes de este tipo.

Murthy se mostró esperanzado en que el cambio pueda extenderse también desde los entornos sanitarios, donde los proveedores hablan habitualmente a sus pacientes sobre cuestiones de seguridad como el cinturón en los carros o las piscinas. Si almacenan armas, dijo, podría convertirse fácilmente en una de esas preguntas rutinarias.

“Hay una parte significativa de hogares en Estados Unidos en los que hay armas cargadas y sin seguro, es decir, armas que no se guardan de forma segura y que, por tanto, suponen un riesgo no solo para los niños, sino también para otras personas de la casa”, señaló. “Y ahí es donde podemos marcar la diferencia”.