Guille y el transporte
No sabemos bien qué esperaban de él, de quien decía que San Isidro era su lugar en el mundo y dos años más tarde juraba —y ya sabemos que tampoco será así— que se venía a vivir a Mar del Plata hasta sus últimos días. Cuando se trata de Montenegro, lo raro hubiera sido un compromiso cumplido, y no al revés.




