De cambios y costumbres comunes

A una velocidad que no se vio jamás en la historia de la humanidad, la civilización contemporánea se sumerge en el universo de la conectividad global sin análisis ni mérito real sobre su conveniencia.

Recientemente, la investigadora holandesa José van Dijck señaló que la influencia de las redes es tal que define nuestra manera de pensar de un modo inconsciente. Como investigadora de la teoría de los medios y las nuevas tecnologías, Van Dijck es autora de “La cultura de la conectividad: Una historia crítica de las redes sociales”, en la que realiza un revelador análisis del mundo que comenzó a abrirse a partir del concepto de web 2.0, que se alimenta también de la participación activa de los usuarios a través de redes sociales como Facebook, Twitter, Flickr, YouTube y Wikipedia.

En diálogo con Télam, la especialista advirtió que “en general la gente no tiene una idea precisa de lo que hacen las redes sociales, o lo que las plataformas en línea le hacen a la gente. Básicamente lo que hacen es gobernar la manera en que vivimos, pero en forma inconsciente”. Dijck parece estar diciendo que la conectividad y su impacto es algo que la sociedad global debe iniciar el camino de controlar en términos más profundo. Invitada por la Fundación OSDE a Buenos Aires, señaló que “las redes sociales te empoderan porque te permiten vivir nuevas experiencias y conocer personas, pero por otro lado te llevan a perder el control; entonces hay que ver ambas caras de la moneda para saber por qué se han vuelto tan populares, a tal punto que es casi imposible vivir sin ellas”. 

Dijck sostiene: Básicamente, lo que hacen las redes es gobernar la manera en que vivimos. Por ejemplo, la gente se saca selfies, y al sacarse selfies crea una sensación de popularidad y siente que tiene que subirla a Internet para ser popular entre los amigos. Especialmente esto sucede entre los niños: hay una edad en que son fáciles de manejar, especialmente los jóvenes y niños son muy impresionables, y para ellos la popularidad es esencial, porque el sentido de la privacidad ha cambiado radicalmente. Estudios en psicología están demostrando que los niños entre 13 y 15 no son conscientes de lo que sucede con el uso de las redes: que les están pidiendo sus datos, imágenes y lo que hacen con Internet. Entonces si les preguntamos qué significa para vos usar Internet, responden: “no quiero que mis padres vean lo que hago”. Una búsqueda de privacidad que se da de bruces con su afán de ser populares.

El cambio llegó para quedarse: habrá que ver cómo las futuras generaciones lidian con él.