De la «ley bases» y el cambio cultural y político

Los eventos ocurridos en ocasión del debate de la «ley bases» han dejado un damero de sensaciones y lecturas diversas que escenifican el momento crucial que atraviesa y vive la sociedad argentina.

Parte de lo que impactó, fue la articulación mafiosa entre el kirchnerismo con —representación en el Senado— y los grupos violentos en la calle que actúan siempre en la absurda idea de tomar el recinto, en una reedición de la toma del Palacio de Invierno por los comunistas en la Rusia de 1917. Por suerte —a diferencia de lo que siempre fue hábito en nuestro país— nada ocurrió: un accionar de fuerzas federales y locales (policía de la ciudad) acorraló, contuvo y detuvo a vándalos y depredadores. Al momento de escribir estas líneas, 17 de los 35 detenidos continúan en dicha situación, en tanto el fiscal Stornelli pide para los mismos prisión preventiva y les descarga un tercio del código penal sobre sus cabezas.

Obvio es que, en estos momentos, la izquierda hace su numerito habitual operando como primera línea de los designios de, en este momento, Cristina Elisabeth Fernández de Kirchner. Mientras tanto, el servicio de justicia —no “la Justicia” como suele citarse—, animal político de excelente olfato, hace lo que no hizo en estas décadas de democracia: ser el brazo de la sociedad para que el orden imprescindible para que haya paz social actúe contra el delito y el vandalismo.

Queda ahora el nuevo capítulo en la cámara baja. Los hechos ocurrido, la prosecución de las acciones en el momento de los mismos, y la acción judicial comenzaran, a poner freno este vandalismo aupado políticamente. Son señales poderosas.

Un video de los hechos subido por agrupaciones de izquierda con música de AC/DC corre a ritmo viral en las redes. En vez de expresar un enojo por parte de la sociedad por lo coocurrido, es tomado por el ciudadano de a pie que lo celebra por todo lo alto. Las expresiones son muy fuertes. Insultantes, pero reflejan el hartazgo de la sociedad frente a los grupos violentos.

De un modo bizarro, lejos de la lógica política, la sociedad argentina encuentra un camino para recuperar la normalidad con un presidente que es cuestionado por no ser normal. Es tan argentino lo que ocurre, que duele.

Hay críticas a la jueza Servini. Es comprensible que se la cuestione o se dude de ella: es una peronista funcional a los gobiernos del PJ desde que aupó y diluyó aquel escándalo de las valijas llenas de dólares de Amira Yoma. Pero no debe confundirse el aplicar la ley con hacer cualquier cosa: pidió que, para dar las prisiones preventivas los individuos detenidos, aparezcan ya sea en imagen o en video cometiendo actos de vandalismo. Lo que pide es correcto, por impopular que sea. Construir lo nuevo siempre implica algo de lo viejo. Lo nuevo está naciendo y aún tiene ADN antiguo en su concepción.