Las masacres que el mundo elige ver, y las que se eligen ignorar

El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Gutiérrez, elige a diario poner el ojo sobre las acciones del estado de Israel y contribuir a las denuncias de Hamas y otros proxy de Irán señalando —absurdamente y contra todo criterio racional— que hay un genocidio en Gaza perpetrado por el ejército hebreo.

Luego del fatal pogromo perpetrado por Hamas y civiles gazatíez —muchos de ellos, empleados de UNRWA— el pasado 7 de octubre, en los términos de la guerra clásica, Israel tenía las manos libres para llevar a cabo una retaliación en la medida que lo entendiera conveniente.

Muy por el contrario, ha tomado actitudes de consideración en un contexto bélico que no aplica a otras latitudes y otros conflictos, tanto cercanos en el tiempo, como otros que ocurrieron —por ejemplo— en la invasión aliada a Normandía en el histórico «Día D», que llevaron a la muerte a —cuando menos— 30 mil civiles franceses caídos bajo los «bombardeos alfombra» que desplegaron las flotas aéreas inglesa y estadounidense.

Según cita France 24 —medio oficial del gobierno galo— en un verdadero ejercicio de disonancia cognitiva extrema, en el «Día D» fallecieron entre 20 mil y 50 mil civiles franceses. El texto del medio citado dice: «En el calor de la acción, el fuego de los bombarderos sembró la destrucción, como en Caen, ciudad que quedó en un 73% destruida. Se estima en 20.000 y 50.000 el número de civiles locales que murieron tras haber quedado entre balas y proyectiles cruzados».

La decisión de no alertar a la población civil —a diferencia de lo que sucede con la población de Gaza, que es avisada con hasta días de anticipación de las tareas de combate— se tomó para no perjudicar la sorpresa de las acciones, considerada una cuestión central para que el desembarco fuera efectivo y resultara exitoso. France 24 —que sigue en relación a los hechos en la Franja de Gaza los criterios de la media estatal europea, que cita como si de verdad de puño se tratara la información emanada del propio Hamas— señala en, relación al «Día D»: «los Aliados crearon barricadas bombardeando Normandía en alfombra para bloquear caminos y comunicaciones. El resultado fueron pueblos arrasados y un alto costo para la población de Normandía. Esta batalla en particular le costó la vida a 20.000 civiles». Casas arrasadas, pueblos desaparecidos de la faz de la tierra, todo para asegurar que la divisiones Panzer quedaran expuestas y finalmente encerradas hasta su exterminio.

Yendo a lo contemporáneo, tampoco hay visibilidad para la sistemática matanza de cristianos que parece ser el deporte de moda entre los grupos islamitas en el áfrica subsahariana: en la más reciente matanza de cristianos en el Congo, en las redes islamitas podía leerse «cuando mueren las fuerzas iraquíes, lo publican con grandes carteles. Pero ahora en el Congo más de 45 cristianos fueron asesinados, pero se publicó como un ataque normal». El mensaje da idea de lo que hay —por decirlo de alguna manera— en la cabeza de estos siniestros individuos.

Mediática y políticamente, la disonancia cognitiva está en su máxima expresión.