Una pulseada feroz

La afirmación corre por cuenta del jefe de Gabinete Marcos Peña: “La escuela pública se ha ido privatizando a cuentagotas en los últimos años, por esta política de paros”. Seguidamente, pidió apostar al diálogo como camino para poder empezar a discutir otros temas, como calidad educativa, formación docente, etc.

Tal como lo vienen señalando tanto el presidente Macri como la gobernadora Vidal, el empeño de los gremios de ir por una paritaria nacional carece de sentido, porque, desde el año pasado, el Gobierno nacional ha podido establecer pisos que permitan que estas discusiones se den en las provincias. Peña también recordó que en años anteriores se convocaba para fijar un piso salarial, pero desde el año pasado se volvió automático, con un 20% por encima del salario mínimo.

Así las cosas, y con un fallo a favor de la provincia de Buenos Aires que da razón al Ejecutivo en descontar los días de paro sumado al dictamen de conciliación obligatoria, los gremios -en particular el SUTEBA del cuestionadísimo Baradel- ingresan en un escenario en que la población, aún sintiendo que los reclamos son justos y pertinentes, comienza a darles la espaldas, tal y como lo muestran las encuestas que maneja y filtra el Gobierno nacional.

La destrucción de la escuela pública es un hecho innegable. El crecimiento de la matrícula privada a costa de la pública refleja la inequidad creciente de un sistema que, incluso recibiendo un 6% del PBI, no encuentra razonabilidad, salida y equilibrio, sin dejar de mencionar la utilización con fines de política sectorial y partidaria de la que ha sido objeto desde hace dos décadas.

Señala Sergio Suppo en La Nación: “Nos corrieron el arco‘. Molesta, María Eugenia Vidal encontró en esa vieja frase futbolera la definición de la nueva etapa en el conflicto docente. Le acababan de informar que su última propuesta había sido despreciada en apenas segundos. “Nos declararon un nuevo paro en la vereda”, escuchó Vidal de su ministro de Economía, Hernán Lacunza. No era una exageración. Los dirigentes del frente sindical declararon otra serie de paros desde el lunes apenas cruzaron las puertas del Ministerio de Economía. En segundos decidieron que lo que ayer había sido el primer día de clases normales sería el único día sin escuelas alteradas.

Es muy difícil decirle a un dirigente docente que sus planteos son equivocados. O a un enfermero, o médico, o funcionario policial que su reclamo de mejor salario es injusto. Parte del problema es que el sistema se ha corrompido internamente, y tiene un esquema de reparto de fondos que no es probo, y que se materializa en licencias abusivas, superposición de cargos e inescrupulosidad a la hora de administrar un dinero que no sobra, pero que tampoco falta. El problema no es el qué ni el cuánto, sino el cómo.

Cambiar el concepto educativo es un imperativo. Lo señaló recientemente el politólogo Jorge Giacobbe: “Argentina tenía, al igual que Cuba, el 89 % de su población educada. Hoy, el 55% abandona la escuela secundaria”. Es cuantioso y profundo lo que hay que cambiar, pero no ocurrirá cerrando los oídos, la razón, la buena voluntad y la concurrencia a trabajar y estudiar.