Los distritos rurales de la antigua RDA sufren por la pérdida de habitantes.
En el antiguo claustro franciscano de Angermünde, reconvertido en centro cultural, la ingeniera Franziska Eberler expone las pinturas y collages con las que da rienda suelta a su afición artística. La pequeña muestra se titula Hier und Da ( Aquí y Allá), y se disfruta en casi total soledad a primera hora de la tarde de un día laborable. En Angermünde, localidad de 14.200 habitantes del land alemán de Brandemburgo, el silencio en las calles jalonadas de casas primorosas y las aceras semivacías llaman la atención.
Ciertamente, las vacaciones escolares contribuyen a la quieta atmósfera, pero la escena ilustra el gran desafío actual para el desarrollo del este de Alemania, sobre todo en sus distritos rurales: la progresiva despoblación, resultado de la baja natalidad y de la emigración hacia otros lares.
“Soy de Sajonia, y desde 1995 vivo en Brandemburgo y en Berlín; soy una alemana del este, y nunca sentí la necesidad de marcharme a los länder occidentales; cierto que aquí es todo económicamente más difícil, sobre todo fuera de las ciudades”, relata Eberler, de 42 años, que trabaja en Angermünde en su propio estudio de arquitectura e ingeniería. Muchos otros, en cambio, sí optaron por marcharse, una vía que en la actualidad continúa abierta.
En ese sentido, Angermünde es ejemplo de una cosa y de la contraria. Como pequeña ciudad con algunos edificios de atractivo turístico y con estación de ferrocarril, el declive demográfico no la afecta tanto como al distrito en que se ubica, Uckermark. Según proyecciones de la Oficina de Estadística de Brandemburgo, land al que pertenece, en el año 2030 la población de Uckermark habrá retrocedido un 26,1% respecto al año 2009. Con unas pocas excepciones, todos los municipios de Uckermark pierden habitantes desde hace años, tanto por el desfase entre natalidad y mortalidad como por la emigración, en un proceso que empezó a gestarse –como en los otros länder orientales– con la división de Alemania tras la Segunda Guerra Mundial.
“En Uckermark es significativa del cambio demográfico la emigración de grupos de edad de 20 a 40 años, y especialmente el éxodo de mujeres jóvenes”, alerta Britt Stordeur, directora de la Oficina del Distrito de Uckermark para el Desarrollo, Infraestructura Económica y Turismo, con sede en la ciudad de Prenzlau. Les mueven a irse motivos laborales y educativos, “pues no hay universidad, hay pocas escuelas superiores, y escasean los empleos cualificados”, señala Stordeur. Así que los jóvenes migrantes se buscan la vida y el trabajo fuera, “lo que a su vez significa que se forman menos familias en el distrito y nacen menos niños”, lamenta la directora.
A grandes rasgos y con matices, el panorama es así en los cinco länder orientales de la antigua RDA comunista: Brandemburgo, Mecklemburgo-Antepomerania, Sajonia, Sajonia-Anhalt y Turingia. Según un reciente estudio del Instituto Berlín de Población y Desarrollo, un think-tank independiente, en el año 2035 la población de Alemania no habrá variado sustancialmente en número; pasará de los actuales 83 millones, resultado de la inmigración y de un ligero repunte de la natalidad, a 82,3 millones. Pero las diferencias entre regiones se agrandarán. Alemania tiene 401 distritos, y los que se prevé que pierdan entre el 10% y el 25% de su población se concentran en el este del país (véase infográfico). Al tiempo, algunas grandes ciudades del este ganarán habitantes, como Leipzig, Potsdam, Dresde, Erfurt, Jena, Rostock, Halle y Magdeburgo.
“Ha sido una evolución de 30 años, con muchas personas jóvenes y dotadas mudándose porque aquí no había buen trabajo ni perspectivas”, reflexiona Christian Johnsen, de 62 años, pastor en la iglesia evangélica de Santa María, en Angermünde. Ese grupo de edad se echa en falta en la labor eclesial, donde se implican casi sólo los mayores de 60 años. Pero la menor población se nota también en otros ámbitos, como el arrendamiento. “Santa María tiene algunas propiedades inmobiliarias, incluidos pequeños jardines con sus pequeñas dachas, que eran muy populares en los tiempos de la RDA –cuenta Johnsen–. Hoy no queda gente para eso; tenemos que dedicar esfuerzo a los jardines abandonados y a peleas innecesarias entre los inquilinos restantes”.
En Angermünde se ve en verdad a muy poca gente, y cuando pasa un coche, se oye el ruido del motor aunque circule todavía lejos. Pero figura entre las escasas localidades del distrito de Uckermark que en los últimos 30 años ha ganado población. “Estos últimos ocho años ha habido llegadas y cambio positivo –sostiene la ingeniera Eberler–. El comienzo aquí para nuestro estudio fue difícil. Las casas necesitan un volumen de renovación más alto del que el habitante medio de Uckermark puede pagar. Pero por otra parta es una ventaja el menor número de estudios de arquitectura”.
Otro informe reciente sobre población, en este caso del Instituto de Investigación Económica (IFO) de Dresde, alerta de cómo la llamada Teilungslücke (brecha de la división), es decir, la generada por la división de Alemania desde el fin de la guerra hasta la caída del muro de Berlín en 1989, continúa ampliándose (véase gráfico). “Con la reunificación y la nueva libertad, miles de alemanes del este dejaron su hogar, en busca de mejores perspectivas laborales; ese mismo movimiento hacia el oeste había ocurrido ya entre la fundación de la RDA y la construcción del Muro en 1961”, detalla el economista Felix Rösel, autor del estudio. Esas dos fugas de cerebros del este beneficiaron sobre todo a los länder occidentales de Renania del Norte-Westfalia, Baden-Württemberg y Baviera.
Pero según Britt Stordeur, nacida y crecida en Berlín Este, que vive en Brandemburgo desde los primeros años noventa, este tipo de estudios globales no toman en consideración especificidades regionales relevantes. “Cada distrito, sea en el este o en el oeste, tiene su propia dinámica de población –arguye Stordeur–; en Uckermark, la cifra de habitantes creció tras la Segunda Guerra Mundial, y permaneció relativamente estable hasta 1990, pues el área rural era prioritaria en la RDA, y se invertía en infraestructura agrícola”.
Si bien desde la reunificación la economía germanooriental se ha desarrollado bien, y el PIB ha crecido de modo notable (Sajonia y Turingia incluso lo han triplicado), y de ahí el crecimiento de ciudades ya grandes como Dresde, el hecho es que los distritos rurales del este no logran competir en atractivo para vivir y trabajar como los del oeste o como Berlín. Así, no sorprende que las localidades del land de Brandemburgo más cercanas a la capital sufran menos sangría de población.
Christian Johnsen, el pastor de la iglesia de Santa María, es originario del oeste de Alemania, y lleva pocos meses en Angermünde. Quizá por eso ve también un lado positivo en el desfase de población. “Debido a esa brecha y a la buenas conexiones de tráfico, el distrito de Uckermark tiene potencial para ayudar a resolver problemas de la capital –argumenta–. Aquí se vive bien; en Berlín, hace 10-15 años se podían encontrar pisos baratos, pero ahora los alquileres se han duplicado. En Angermünde es posible conseguir una vivienda asequible, a sólo una hora de Berlín en transporte público. En la brecha se puede encontrar una oferta, una oportunidad”.