Un grupo de científicos de la prestigiosa universidad norteamericana propone reemplazar el histórico método de balance de alimentos por un novedoso plato que se considera mucho más saludable. Cuáles son las modificaciones que hay que poner sobre la mesa.
Por años, en el ámbito de la medicina y la nutrición se utilizó la pirámide nutricional que indicaba cuáles eran los alimentos básicos y que en más cantidad se debían o podían consumir para llevar una dieta equilibrada.
Bajo este paradigma, los hidratos de carbono tenían el mayorprotagonismo.
Sin embargo, nuevos estudios han concluido que esta pirámide no sería la mejor forma de organizar la dieta diaria si se quiere llevar una alimentación saludable.
Ya son muchos los especialistas que siguen y recomiendan el patrón del Plato de Harvard.
¿De qué se trata? Veamos. El Plato para Comer Saludable, creado por expertos en nutrición de la Escuela de Salud Pública de Harvard y los editores en Publicaciones de Salud de Harvard, es una guía para crear comidas saludables y balanceadas – ya sean servidas en un plato o embaladas para llevar en la merienda o almuerzo.
Los especialistas recomiendan colocar una copia de este plato en la puerta de la heladera para recordar a diario cómo preparar comidas saludables y balanceadas.
El fin no deja de ser otro que combatir la grave epidemia de sobrepeso y obesidad que afecta a los países desarrollados, y que lleva asociada el desarrollo de enfermedades no transmisibles como ciertos tipos de cáncer, diabetes o problemas cardiovasculares.
Cómo funciona. La gran parte del plato está ocupada por frutas y verduras. Estos alimentos deben estar en el 50% del plato. Quedan fuera de este grupo las papas en todas sus formas.
El agua es la única bebida que se recomienda para la ingesta diaria de líquido, a diferencia de la pirámide nutricional donde se contempla un consumo opcional y moderado de alcohol representado por una copa de vino y de cerveza.
Los hidratos de carbono pierden protagonismo, ocupando sólo un cuarto del plato. Los alimentos refinados y procesados desaparecen de escena. Los cereales deben ser integrales porque sacian más.
La leche y los lácteos deben limitarse aún más. Si en la pirámide se hablaba de 2 o 3 raciones diarias, en el Plato de Harvard se recomiendan 1 o 2 raciones. Esto se traduce en que ni siquiera aparecen representado en el dibujo.
Además, cambian las fuentes de proteínas, que también sólo necesitan un cuarto de espacio en el plato: se priorizan los pescados, las aves, las legumbres y las nueces, y se le resta a las carnes rojas.
Desaparecen los ultraprocesados, que coronaban la pirámide nutricional, como las golosinas, confitados, grasas saturadas y snacks salados. Esta quizás, sea la parte más difícil de llevar a cabo.
Por último, las grasas están admitidas, pero en una mínima cantidad y resaltando la importancia de la calidad de las mismas. Parece ser que su presencia en la dieta es más necesaria de lo que algunos creen. Esto quiere decir sí al aceite de oliva, límite a la margarina y no a las grasas trans.