A coro, los alcaldes consideran «calderilla» y «humillantes» las ayudas del Gobierno a las familias y a los pobres. Grillo pide una renta universal para todos los italianos con dinero de impuestos. La crisis del coronavirus se convierte en una oportunidad para la mafia por su gran liquidez.
«La miseria mata más que la epidemia. Renta para todos». Este era el texto de una pancarta de protesta que exhibían un par de napolitanos con el puño en alto en una terraza de Scampia, un famoso popular barrio de Nápoles de unos 80.000 habitantes. Al lado de la pancarta roja, otra más pequeña portaba la firma de los que han organizado la protesta: «El Comité Velas. Queremos todo».
Hoy parece claro a los alcaldes italianos, sobre todo en el sur, que la ayuda prometida por el primer ministro, Giuseppe Conte, en la noche del sábado (4.300 millones de euros a los ayuntamientos para las familias y 400 millones para bonos de comidas a quienes pasan hambre) es absolutamente insuficiente. «Nos llega escasamente para 15 días», ha dicho el alcalde de Palermo, Leoluca Orlando.
El coro de la protesta de los regidores contra el Gobierno llega desde el norte y sur de Italia. Algunos definen la ayuda como calderilla. El vicepresidente de la Asociación nacional de Alcaldes (ANCI), Roberto Pella, afirma que, para empezar, son necesarios al menos mil millones para los indigentes. La presidenta de Calabria, Jole Santelli, critica la ayuda del Gobierno, por considerarla solamente «una puesta en escena humillante para los ciudadanos».
Situación explosiva
«La situación es explosiva y tenemos que dar una respuesta a las necesidades prioritarias de los italianos que no disponen de ningún paracaídas socio-económico», reconoce una fuente del ministerio de Economía recogida por «Il Messaggero». Para los que tienen un salario fijo, pueden acogerse al paro -le llegará a finales de mayo-, pero nada tienen los precarios. De momento, en los 8.000 municipios italianos, voluntarios de Protección Civil han comenzado a distribuir bolsas de comida y productos de primera necesidad.
No tocan a mucho, porque se reparten 400 millones de euros en bonos de comida, Y el hambre llega a casi tres millones de personas, según la influyente asociación de la agricultura italiana Coldiretti. En trabajo en negro hay casi cuatro millones de personas, en su gran mayoría en el sur (más del 80%), que ya protestan y piden que también a ellos el gobierno les debe dar una «renta de ciudadanía».
Fondo de emergencia
El Gobierno prepara un «fondo de emergencia» de 10.000 millones de euros, para sostener a seis millones de trabajadores con dificultades para acogerse al paro y a una asistencia social. De ese fondo les llegaría a cada uno un bono de 1.600 euros para dos meses, abril y mayo (800 por mes).
El gran debate está ahora en qué hacer para ayudar a las personas que perciben unos ingresos en negro y que, a causa de la crisis del coronavirus, están en muy grave dificultad económica, pues sus actividades se han cerrado completamente. Se discute si deben ser incluidas en el fondo de emergencia. El ministerio de Economía calcula que al menos habría que meter a otros tres millones de personas, lo que tendría un coste demasiado elevado para «legitimar» el trabajo en negro de quien hasta ahora percibía de forma irregular o ilegal sus ingresos.
Grillo pide una renta universal
En campo ha descendido incluso el fundador del Movimiento 5 Estrellas, Beppe Grillo, quien se ha despertado del letargo en que había estado en los últimos meses. Desde su púlpito de internet, su célebre blog, Grillo ha predicado una solución populista: «Es necesario relanzar la ayuda de una renta de base universal e incondicionada para todos los italianos. Algunos sectores no volverán a ser jamás como antes».
Para Grillo, las fuentes principales de financiación serían varias: «Impuestos a las grandes fortunas; revisar las tasas a las rentas de capital y a la propiedad intelectual, y la llamada “ecotasa”». En definitiva, Grillo propone la fórmula de asistencia social para el sur con la que el Movimiento 5 Estrellas (M5E) ganó las elecciones en marzo 2018: la llamada «renta de ciudadanía», una ayuda de unos 550 euros de media destinada a quienes no tienen empleo, con la esperanza de que lo encuentren.
Ese plan ha sido un fracaso en el sur, como demuestra que no creó empleó y se convirtió en «pan para hoy y hambre para mañana». Ha sido puro asistencialismo. Prueba de ese fracaso es que el M5E, que arrasó en las últimas elecciones generales con un 33%, ha caído en picado en las encuestas: actualmente tiene un 14% en intención de voto.
Enrico Giovannini, prestigioso economista, exministro de Trabajo y Asuntos Sociales, ha presentado este lunes al Gobierno y al parlamento, como portavoz de la Alianza Italiana para el Desarrollo Sostenible, un programa para ayudar a los más débiles, los excluidos de ayudas sociales. «Sirve una ayuda para los trabajadores en negro, pero solo se debe hacer en el breve periodo; después de la epidemia se debe pasar a medidas estructurales con planes de formación».
La mafia, un problema inquietante
La emergencia socioeconómica derivada del coronavirus tiene connotaciones preocupantes, sobre todo en las áreas del sur, infiltradas por la criminalidad organizada. Así lo explica Federico Cafiero, fiscal nacional antimafia y antiterrorismo: «La crisis de liquidez que está sufriendo un número enorme de familias representa una gran oportunidad para la mafia. Ahora quien tiene mucho dinero, a comenzar por los narcotraficantes, ostenta un poder inmenso. Los clanes pueden ofrecer dinero y trabajo a personas que a causa de la epidemia han perdido todo». Así, la historia se repite.
Es evidente que al Estado se le presenta un gran desafío. La protesta del comité de las Velas es una de las muchas del sur, pero es emblemática. Piden, con el apoyo del exmagistrado Luigi de Magistris, alcalde Nápoles, de izquierdas, la «inmediata concesión de una renta de cuarentena para quien no tiene dinero».
Las Velas de Scampia son un complejo residencial construido en el homónimo barrio de Nápoles entre 1962 y 1975. Adoptaron ese nombre por la forma triangular que recuerda a una vela. Eran inmensos edificios de construcción popular, con cientos de apartamentos. Como una vela al viento, con este barrio se pretendió que fuera un símbolo de desarrollo y libertad. Pero con el tiempo las Velas se convirtieron en sinónimo de degradación, pobreza y miseria.
Las Velas, símbolo de Gomorra
Las Velas de Scampia eran también el símbolo de «Gomorra», la famosa novela de Roberto Saviano llevada al cine y a la televisión. Allí la camorra, prácticamente sin ser molestada, hacía sus negocios de tráfico de droga, sembrando destrucción y muerte en la juventud. Inicialmente, el complejo de las Velas estaba compuesto por siete edificios; de ellos, tres fueron demolidos entre 1993 y 2005. Quedaban en pie cuatro. Serán derribados tres y el cuarto será reformado para albergar oficinas. En febrero se inició el derrumbe de uno de los cuatro edificios que quedaban en pie. Las cámaras de televisión acudieron para filmar la histórica demolición de tan emblemática construcción popular, de la que no que quedará piedra sobre piedra. En algunas gentes de Scampia la presencia de informadores suscitó una reacción de protesta. El grito legítimo de esa gente fue «Scampia no es Gomorra».
Sin duda, Scampia no es solo la Gomorra de Saviano, pero sí fue eso sobre todo en las Velas, porque durante muchísimos años fue la guarida de los camorristas para sus negocios sucios y criminales. Durante una veintena de años fue el supermercado de la droga europeo más importante. Allí no se sentía la presencia del Estado. La camorra se convirtió en el «antiEstado», sustituyendo al Estado hasta el punto de crear una especie de «asistencial social» dando trabajos ilegales a chavales, que luego se convertían en pequeños traficantes de droga o pushers, mientras familias enteras custodiaban la droga, el dinero e incluso armas.
Por ejemplo, Emanuele Marigliano, en la hora de la demolición ha explicado a diversos medios: «Cuando era un chaval, mi modelo no era mi padre que se rompía la espalda en el taller mecánico, sino el boss que se abría paso con la moto o en coches de lujo. Y así, ya desde chico comencé a traficar con droga. Aquí organizábamos las filas de drogadictos y de los compradores al por mayor procedentes de toda Italia. Los niños jugábamos entre jeringas y hemos visto morir muchas personas. Yo he pasado 12 años de cárcel. Ahora lo sé y he comprendido que también nosotros fuimos víctimas y que nos explotaron los clanes poderosos que se enriquecieron a nuestras espaldas y se llevaban el dinero por el mundo, mientras nosotros nos quedábamos aquí entre la miseria».
Mucho tendrá que hacer el Gobierno, y con urgencia, para mostrar la presencia del Estado en todo el territorio del sur y evitar que se reproduzcan infiernos como el de las Velas de Scampia.