Entre el 15 y el 18 de agosto de 1969 se celebraba en una granja del estado de Nueva York el Festival de Música y Arte de Woodstock. Considerado a día de hoy uno de los más importantes de la historia, es también todo un símbolo de la filosofía hippie y del lema “paz y amor”.
Lo que no es tan conocido es que este mítico evento fue celebrado durante una epidemia mortal de gripe en los EEUU llegada desde Hong Kong, donde tuvo su origen en diciembre de 1968, alcanzando su momento álgido un año después.
Solamente en EEUU, murieron 100.000 personas por esta causa, en su mayoría mayores de 65 años, llegando al millón de personas si hablamos de cifras mundiales.
En términos de letalidad, fue tan mortal y aterrador como el COVID-19, si no más. Solo que entonces nada fue cerrado, las escuelas permanecieron abiertas, también las empresas, se podía ir al cine, a bares y a restaurantes, según explica el economista y periodista Jeffrey A. Tucker en un artículo en el American Institute for Economic Research (AIER).
Nadie se paró a pensar en que aquel virus era tan peligroso para la población. Los medios cubrieron la pandemia, pero no fue considerado como un gran problema. Entre la guerra de Vietnam, la agitación cultural del momento, la llegada del hombre a la luna, la revolución sexual y las protestas estudiantiles del momento, la atención que se le dedicó al virus fue escasa.
A día de hoy sería impensable que Woodstock se celebrara. El festival tuvo lugar en agosto, pero inicialmente estaba previsto que tuviera lugar en enero del 69, en pleno pico de la curva de una pandemia, réplica de otra que había arrasado el mundo 11 años antes (en 1957) dejando 2 millones de fallecidos a su paso por el mundo.
Aún así, aquella celebración de la libertad y el amor libre se llevó a cabo reuniendo a cerca de medio millón de personas —multiplicando por nueve la asistencia prevista—, eso sin tener en cuenta que unas 250.000 personas, debido al colapso de los accesos, no consiguieron llegar a la localización.
Y así, Woodstock hizo que el índice de natalidad de aquel año subiera y nos regaló imágenes que se nos han quedado grabados en la memoria. A nosotros, de momento, nos toca esperar para celebrar.