Poco se parecerá, en los libros de historia, este tiempo que estamos viviendo con lo que se le vende a la sociedad. El miedo, como esquema de control, se puso en funcionamiento desde la hora cero de la pandemia, siguiendo el modelo propuesto por China, una nación milenaria que usó esa forma de dominio sobre las masas siempre, sin importar quién gobernara. Su modelo, es admirado por los políticos occidentales, que deben lidiar con sistemas más abiertos, críticos e irreverentes con el poder.
Hasta ahora, esta política del miedo ha funcionado, pero no lo hará por siempre. La carga libertaria de los pueblos occidentales es mayor a la carga viral del Covid-19. El uso del miedo, como factor de control, pertenece a un esquema cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos. Si bien no se pueden hacer extrapolaciones directas con eventos históricos, los textos antiguos pueden ser muy reveladores.
El escritor alemán Nemeitz publicó en 1718 un libro sobre París con «instrucciones fieles para los viajeros de condición». Uno de sus consejos es el siguiente: «No aconsejo a nadie que ande por la ciudad en medio de la negra noche. Porque, aunque la ronda o la guardia de a caballo patrulle por todo París para impedir los desórdenes, hay muchas cosas que no ve… El Sena, que cruza la ciudad, debe arrastrar multitud de cuerpos muertos, que arroja a la orilla en su curso inferior. Por tanto, vale más no detenerse demasiado tiempo en ninguna parte y retirarse a casa a buena hora».
Tal como surge de la cita, el opinante consejero no da datos, sólo estima, presume, y luego aconseja, desde el miedo. Noche, crimen, cadáveres que el Sena arroja en multitudes a sus cursos inferiores.
Nada nuevo ocurre en esta patria sesgada en sus derechos. El ministro Daniel Gollan, el mismo que está matando a los padecientes bonaerenses de cancer, aseveraba en mayo de este año: “si cedemos a las críticas, y levantamos la cuarentena, en 15 días vamos a tener cadáveres apilándose en las calles, como ya vimos que pasó en otras grandes ciudades del mundo, ya lo vimos hasta en Nueva York…”. Nunca se han apilado cadáveres ni en Buenos Aires, ni en el resto de la Argentina. Con esa misma autoridad, ahora el gobierno bonaerense, que mantiene a Mar del Plata en la fase 3 del ASPO, pero con concesiones, anuncia: “Podemos garantizar cama, respirador y atención médica a todos los bonaerenses”.
Fue la determinación de un sector de la construcción, que se llevó por delante las restricciones impuestas hace quince días bajo el curioso término de “paro a la japonesa”, lo que dejó expuesto que estas prohibiciones son instrumentos de control social con vista a la destrucción de los sectores dinámicos de la sociedad.
Es el Estado, y la cultura que impera entre sus actores, la matriz infame que permite sostener este esquema de prohibiciones. Una encuesta en la ciudad habla de un sostenido apoyo al encierro social. Es obvio que sectores enteros perciben ingresos sin tener que trabajar. El empleo en el Estado expone así otra rémora social: la misma idea de recibir un estipendio, sin contra prestación alguna.
Un estadío tanto, o más peligroso que el miedo al coronavirus.