Hace ya un tiempo que podría considerarse largo que vengo fantaseando con la idea de un blog. Digo fantaseando porque, hasta hoy, nunca pasó de la expresión en voz alta de un deseo, una ilusión, una utopía. Ahora bien, ¿por qué fantasear con algo perfectamente posible, ejecutable en cualquier momento, en cualquier oportunidad, casi para cualquier persona? Bueno, qué sé yo. Soy así, le doy vueltas y vueltas a las cosas, hasta que las dejo, completamente mareadas, o completamente mareada quedo yo de dar vueltas como una calesita. Sí, exactamente como una calesita, que no va a ningún lugar nuevo, aunque lleva a muchos chicos a lugares nuevos de la alegría. Una paradoja de tantas.
Bueno, parece que al fin empiezo. No sé con qué continuidad, pero sé que hoy la menos cuento con un recurso indispensable frecuentemente agotable: las ganas. Y sí, vio…, tengo ganas de hacer esto. Tal vez usted se pregunte -y no crea que yo no- por qué un blog y no seguir con mi columna habitual, llamada Misceláneas, que escribí por años, primero con una frecuencia semanal y luego quincenal. Mire, no tengo una respuesta “posta” para darle, algo que no ofrezca una pizca de duda de que realmente es así bajo todo punto de vista y circunstancia; pero me atrevería a decir que: en primer lugar, lo puramente periodístico impone cierto tiempo de introspección para encontrar el tema. Porque mucho se dice y se escribe a diario, pero poco novedoso. Entonces, no me agrada sumarme a la lista de los empachadores cotidianos. Luego, sigue documentarse, leer, pensar, volver a leer, repensar, cuestionar, cuestionarse… y escribir. Mucho laburo. Esto es más… visceral, más inmediato, espontáneo, más salido de los sentidos, de esa cosa informal del café y los amigos que no amerita adentrarse en grandes profundidades filosóficas. Es decir, puedo escribir en este espacio más o menos lo que me pida la tripa, firmarlo, responsabilizarme como siempre, y al fin y al cabo, será poco debatible, porque no pretendo ni pretenderé -tampoco lo prentendí antes en mi columna- que sea una verdad establecida, visible a todos, comprobable o consumada. Será simplemente un espacio personal puesto a disposición del lector que adhiera a su lectura, una vez, algunas veces o siempre, de pensamientos, emociones, percepciones, intuiciones, deseos, ilusiones, todo eso mezclado con ese inabarcable esquivo que es la realidad, ese gluten que nos tiene a todos sumergidos en la misma masa, que a veces leva, a veces se hunde, a veces brilla conquistando la hermosura, y a veces sucumbe lleno de agujeros horribles.
Pensé en un nombre para este espacio, y se instaló en mi cabeza a menudo desmadrada, un tema musical: Va por vos. Para vos, seguía la canción (¿Miguel Mateos/Zas, sería?). Es que irá por vos. Y por mí, que también, en casi todos los sentidos posibles de la universalidad de nuestros intereses, dolencias, apetencias, preocupaciones, etc., soy vos. Así que irá por todos. Casi estoy tentada de decir “… y todas”, pero ustedes saben que mi absoluta profesión de fe al más sagrado de los dioses de la corrección narrativa me lo impide. El dios Diccionario establece que todos comprende a todas, así que comprenda. Y siéntase comprendido/comprendida. Allá vamos.