El presidente de Estados Unidos anunció que, para 2030, la mitad de los autos vendidos deben ser eléctricos o híbridos.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, está decidido a acelerar la transición energética en su país. Ayer, firmó una orden ejecutiva en la cual establecía como objetivo que, para 2030, la mitad de los autos que se vendan deben ser eléctricos o híbridos. En el acto del anuncio estuvo acompañado por las mayores automotrices del país, como General Motors, Ford y Stellantis (dueña de Fiat, Alfa Romeo, Jeep, Chrysler, Peugeot y Citroën, entre otras).
La decisión de Biden no pasó desapercibida entre los analistas energéticos, que siguen con desazón la situación de Vaca Muerta, la formación no convencional de gas y petróleo que generaba mucha expectativa hace cuatro años. “El año 2030 es dentro de 15 minutos en términos de negocios. Es otro tren que está perdiendo la Argentina”, dijo un actor del sector, que sigue el desarrollo de Vaca Muerta hace muchos años.
El primer efecto que tendrá sobre el país es que bajará la demanda internacional de petróleo, lo que a su vez podría hacer caer los precios del barril. Para seguir siendo rentable, la producción local deberá eficientizar sus costos de producción, algo que se viene haciendo en los últimos años, pese a los desafíos que impone la Argentina: impredecibilidad, cambio de reglas de juego, control de capitales y falta de infraestructura.
“El tren ya salió. Si se apuran, tal vez lo agarren en la próxima estación. Es verdad que el proyecto de Biden es muy ambicioso, pero es una medida voluntaria y no salió por ley. Igualmente, muchas empresas ya dijeron que no van a producir ningún auto a base de gasolina en los próximos años”, explicó un argentino, que trabajó muchos años en el Departamento de Energía de ese país y conoce de cerca la evolución de Permian, el desarrollo no convencional de Estados Unidos, que le posibilitó alcanzar el autoabastecimiento de petróleo.
En la Argentina, la industria todavía está a la espera del lanzamiento del proyecto de ley para la promoción de inversiones hidrocarburíferas, que prometió el Gobierno en reiteradas oportunidades, pero que todavía no vio la luz. Sin embargo, los primeros borradores muestran que no será un game changer [punto de inflexión], como le dicen en la jerga económica. Las negociaciones todavía están en torno a cuánto del incremental de producción el Gobierno le permitirá a las empresas exportar en firme (ininterrumpible) y cuánto de las divisas que generen esas ventas podrán disponer libremente, sin necesidad de liquidarlas en el país.
“El Gobierno dice que, del incremental de producción, van a poder exportar un 20%, y que de eso, se pueden quedar con la mitad de las divisas. No parece muy tentador para que las empresas decidan aumentar considerablemente sus inversiones. La medida de Biden no afectará en nada a la Argentina, porque el país nunca quiso desarrollar Vaca Muerta”, señala otra analista del sector, que prefiere no ser nombrado.
El pico de consumo mundial de petróleo se dio previo a la pandemia, cuando se demandaban 100 millones de barriles por día. Hoy, pese a la recuperación de la economía, el consumo se encuentra en 98 millones de barriles diarios (la Argentina produce 500.000). Para Daniel Montamat, exsecretario de Energía y expresidente de YPF, el pico de demanda petrolera, que algunos anticipaban para la próxima década, se adelantará, no solo por si prospera la iniciativa de Biden, sino también por las nuevas prácticas de trabajo, que implican menos desplazamientos.
“Vamos a tener el pico de demanda petrolera al fin de esta década y esto trae toda una reorganización de la oferta, que se ve no solo con el cartel de países petroleros, agrupados en la OPEC+, sino con los productores estadounidenses, que se les llama frackers, por utilizar el fracking para producir [misma tecnología no convencional que se utiliza en Vaca Muerta, por ser una roca más dura]. El derrumbe de los precios hizo que la producción no se recuperara como se esperaba y ya no se cree que alcancen los picos que había antes”, indicó.
“Tenemos que aprovechar a desarrollar Vaca Muerta lo antes posible, porque las reservas van a seguir durmiendo y vamos a perder el tren. Tenemos que dejar las reglas discrecionales y los precios que no reflejan los riesgos económicos. Las reservas que no las han empezado a desarrollar seguirán subdesarrolladas”, advirtió.
¿Una oportunidad para el gas?
La llegada de los autos eléctricos implicará mayor demanda de electricidad y en ese sentido podría haber una oportunidad para Vaca Muerta en la producción de gas, del cual se abastecen la mayoría de las centrales térmicas. De hecho, el 70% de las reservas de Vaca Muerta contiene gas, pero el problema es que se necesita mayores inversiones para convertirlo a estado líquido y así poder exportarlo por vía marítima.
Ernesto López Anadón, presidente del Instituto Argentino del Petróleo y del Gas (IAPG), indica que la decisión de Biden no va en la dirección correcta si al mismo tiempo no hacen nada para reducir la quema de carbón para generar electricidad.
“Más de dos tercios de la emisión de dióxido de carbono es generado por 12 países. Estados Unidos es uno de los que más bajó sus emisiones, porque el gas natural desplazó al carbón, aunque todavía emite mucho. Pero esa mejora fue lo que le permitió a Barack Obama firmar la reducción de emisiones en París. La Argentina todavía tiene la oportunidad de desarrollar rápidamente Vaca Muerta, pero para eso se necesita un acuerdo de política de estado de todos los partidos”, indicó.
Jimena Blanco, analista de la consultora internacional Verisk Maplecroft, señala que la mayor presión para una descarbonización se da también por el lado de los inversores. “La aceleración de la transición no solo viene del lado de los gobiernos, también viene del lado de la inversión, ya que cada vez más fondos toman la decisión de no invertir en hidrocarburos y sí en energías renovables. Sentarse a pensar que la transición energética no va a ocurrir, tal vez es un deseo de alguien old school de la industria. Las dudas son: a qué ritmo está pasando la transición, qué rol vamos a tener y qué vamos a desarrollar en el corto o mediano plazo, porque la transición va a suceder”, indica.
Asimismo, dice que los países desarrollados están invirtiendo más en esta transición porque tuvieron que hacer una conversión más importante. “La matriz energética de América Latina no es tan dependiente en las peores formas de hidrocarburos. Excepto Chile, que ya anunció que no va a tener más plantas de carbón para generación eléctrica, el resto depende más del gas o de la generación hidráulica. Europa tenía una dependencia muy alta del carbón y derivados del petróleo, por eso tuvieron que hacer la transición a fuentes alternativas, como las solares y eólicas”, concluyó.