La policía y el Ejército buscan a los fugitivos, cinco de ellos condenados a perpetuidad por cometer atentados.
El estricto sistema penitenciario de Israel ha sufrido en la madrugada de este lunes su mayor revés en décadas con la fuga, a través de un túnel en una cárcel de máxima seguridad, de seis presos palestinos condenados por terrorismo, cinco de ellos a perpetuidad. La policía y el Ejército han lanzado una enorme búsqueda con fuerzas especiales y perros de rastreo apoyadas por drones y helicópteros para impedir que crucen la frontera del territorio ocupado de Cisjordania o de la vecina Jordania. El primer ministro israelí, Naftali Bennett, calificó la fuga de “grave incidente”, y el departamento de prisiones reconoció que se había producido “una grave brecha de inteligencia y seguridad”.
A pocas horas del inicio de las fiestas del Año Nuevo judío, el número de funcionarios se había reducido en la prisión de máxima seguridad de Gilboa, situada en el noreste de Israel, a unos cinco kilómetros de Cisjordania y unos 15 de la frontera jordana. En un conteo de internos efectuado a primera hora de la madrugada saltó la alarma en el segundo módulo de la penitenciaria. Los seis reclusos no estaban en la celda que compartían. Un registro de urgencia descubrió poco más tarde el punto por el que habían huido.
Las versiones de la escapada citadas por la prensa hebrea, aún no confirmadas por las fuerzas de seguridad, apuntan a que perforaron el techo del servicio de la celda para acceder al sistema de galerías de ventilación, antes de llegar a la red de alcantarillado para alcanzar el exterior del recinto carcelario a través de un túnel excavado bajo los muros, cuya salida estaba cubierta por ramas. Vecinos del penal aseguraron haber visto en la zona un vehículo sospechoso en el que pudieron haberse alejado del área los convictos antes de ser descubierta la evasión.
Uno de los fugados es Zacaria Zubeldi, exjefe de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa (un brazo armado del partido Fatah) en Yenín (norte de Cisjordania), condenado a perpetuidad entre otras causas por un atentado contra una sede del partido israelí Likud en el que murieron ocho personas en 2002, durante la Segunda Intifada. Los otros cinco evadidos son miembros de la Yihad Islámica, también originarios de Yenín.
Fuentes penitenciarias citadas por el canal 12 de televisión precisaron que habían recibido información de inteligencia sobre un próximo estallido de disturbios en la cárcel durante las fiestas de Año Nuevo. Posteriormente admitieron que pudo tratarse de una maniobra de distracción para desviar la atención sobre la fuga a través de un butrón y de una galería bajo tierra.