Diego Rodríguez, biólogo marino: «La principal causa de la muerte de las ballenas no son los japoneses, sino las colisiones»

Diego Rodríguez es biólogo marino y docente de la Universidad Nacional de Mar del Plata. A partir de los reportes de avistamientos de ballenas en la costa bonaerense durante los últimos días, brindó una entrevista a la FM 99.9 en donde explicó cuáles son los comportamientos de estos animales y qué actividades humanas representan para estas especies una amenaza.

Lo primero que detalló Rodríguez es que en las costas de la provincia de Buenos Aires suelen avistarse dos especies de ballenas distintas, cuyos comportamientos son diferentes: «Hay dos fenómenos distintos que se mezclan, porque son dos tipos de ballenas distintas. Las que nosotros estamos más habituados a ver son las ballenas francas, que uno de los grupos tiene su lugar de reproducción en la Península Valdés. Pero las que se vieron en estos días son otro tipo de ballenas, que son las jorobadas, una especie que es más cercana a las ballenas azules». Luego indicó: «Tenemos que entender nosotros un poco cómo es el ciclo anual de estas ballenas. Estos animales se concentran durante la primavera y el principio del verano cerca de la costa para reproducirse, período durante el cual, no se alimentan. En el caso de las ballenas francas, una de las zonas donde se reproducen es la Península Valdés, pero hay otra en la isla Santa Catalina, en Brasil, y nosotros quedamos en medio de ese movimiento durante la época reproductiva. En el caso de las ballenas jorobadas, su núcleo reproductivo está al norte de Brasil en el Banco de Albrlohos».

Rodríguez explicó que las ballenas, una vez terminada la reproducción, se separan, y no mantienen otros vínculos sociales entre ellas más allá del de la madre que está amamantando a su cría. Después, son animales solitarios, que no cazan en grupos ni conviven unos con otros. «Los animales se dispersan hacia mar abierto para alimentarse, no es una migración como la podemos pensar nosotros en donde van todas las ballenas como por la General Paz una atrás de la otra viajando a un lugar específico, si no que se separan. Las ballenas jorobadas van a la zona de las Georgias del Sur, mientras que las francas ocupan todo lo que sería la cuenca argentina, toda esta gran planicie abisal que se ubica frente a la Patagonia y también la zona de las Georgias».

El biólogo señaló que esa es la razón por la cual en la ciudad de Mar del Plata en particular, y en toda la costa bonaerense, se den tantos avistamientos: «En medio de todo ese movimiento de animales, nosotros estamos afortunadamente en el medio. Además, como ambas poblaciones están aumentando, tenemos la posibilidad de tener cada vez más avistamientos».

Diego Rodríguez hizo también referencia a la posibilidad de que la prospección sísmica pueda afectar a estas especies e indicó que, si bien esta actividad tiene efectos nocivos, no es causal de muerte para las ballenas a diferencia de otras actividades humanas que sí lo son. «Nosotros lo que registramos es que cada vez hay más animales y no menos, como indicaría la lógica ante algo que afecta a estas especies. En lo que respecta a estos animales, las dos poblaciones están aumentando. En el caso de las ballenas jorobadas, hemos visto muchos animales muertos en los últimos años, básicamente por tres causas. La primera, es la desnutrición, pero son cachorros recién destetados y que están en el período más crítico de la vida de una ballena, que es cuando el animal ya es independiente y tiene que comenzar a tener sus propias herramientas para conseguir alimentos y eso no se da. Las otras dos son el enredo con cabos de pesca, y las colisiones con embarcaciones».

Desde una perspectiva científica, Rodríguez señaló que es importante entender el sistema marino en su conjunto, y no sólo un factor aislado como podría ser la prospección petrolera. Toda la actividad humana en el mar afecta de manera distinta a las diferentes especies, en medio de otros factores como las corrientes marinas, los comportamientos de los animales, y muchos otros elementos que hacen que entender estas interacciones sea muy complejo. «Si va a ser una amenaza, se va a sumar a otras amenazas ya existentes. Ha habido una explosión en los últimos cincuenta años que se conoce como la aceleración azul. Cada vez reclamamos más espacios, más recursos, más tiempo del hombre en el mar. Tenemos que entenderlo dentro de esa lógica».

Sobre la zona específica en donde se darían estas tareas de prospección, indicó: «El tema es preguntarse cuál es la importancia funcional que tiene esta zona, porque no es lo mismo un lugar donde se concentran los animales que una zona de paso u otra de alimentación. La exploración petrolera sería entre el borde del talud y el talud profundo, donde la corriente de Malvinas —una corriente fuerte, extremadamente energética, que va de sur hacia el norte— se encuentra con la corriente de Brasil —una corriente cálida, que va de norte a sur—. En donde se produce esa convergencia, es una de las zonas más energéticas del mundo». En ese sentido, indicó que, por esta misma dinámica, no hay intercambio de aguas entre la zona donde se desarrollarían en un futuro la explotación petrolera y la costa: «Ese choque no trae aguas a la costa, hay muy poco intercambio de aguas con la costa. Ese choque, por temas de la rotación de la Tierra y demás, deriva hacia el medio del Atlántico». También indició que no es un lugar de permanencia de las especies: «Es una zona dinámica y muy rica en biodiversidad con componentes distintos a los de la plataforma continental, que son especies más oceánicas. Es una zona de paso de animales, no es una zona donde los animales estén establecidos permanentemente. También hay que sacarse de la cabeza que lo que pasa a trescientos  kilómetros de Mar del Plata es lo mismo que pasa en la costa, los ecosistemas son completamente distintos y no hay relación directa entre lo que ocurre en la costa y lo que pasa en mar abierto».

Rodríguez volvió a hacer hincapié en que, si bien la prospección sísmica afecta a la fauna marina, no es un causal de muerte, en particular de estas especies de ballenas. «Es un tema espinoso de abordar porque, si bien los efectos de la exploración sísmica se conoce científicamente que existen, hay muy poca evidencia de que esto lleve a la muerte de los animales, a diferencia de otras actividades que se realizan en el mar. ¿Cómo pensamos nosotros el tráfico naviero en función de las potenciales colisiones con las ballenas? Hoy en día, la principal causa de la muerte de las ballenas no son los japoneses, sino las colisiones. Y hay un solo lugar en Argentina, el Golfo Nuevo, en donde hay directrices para el movimiento del tráfico donde se indica por ejemplo que el barco tiene que ir a cierta velocidad, porque es algo que está ya estudiado en todo el mundo, no estamos inventando nada. Pero es el único lugar en todo el Mar Argentino en done vos tenés directrices para navegar y evitar la colisión con una ballena».

Diego Rodríguez también señaló que nuestro país, hoy por hoy, es absolutamente dependiente de los hidrocarburos y que terminar con esa dependencia no es algo que se pueda hacer de un día apara el otro. «Es una realidad energética que tiene la Argentina. ¿Qué está dispuesto a cambiar cada uno de nosotros para descabonizar nuestra economía, nuestra vida cotidiana? Argentina es un país totalmente dependiente de hidrocarburos que ha perdido su autoabastecimiento y que tiene una demanda creciente. ¿Dónde estamos nosotros en esta discusión? Porque hace unos meses, Mar del Plata estuvo muy contenta porque se le bajó la categorización del gas, y esos siguen siendo los mismos combustibles fósiles. ¿Dónde nos ponemos? ¿Qué planes tenemos como ciudad, como provincia, como país, por ejemplo, de bajar un 10% en cinco años las emisiones del transporte urbano? El problema es que sobre simplifican las discusiones. Se sobre simplifica el mar, pensando que s un montón de agua donde pasan las ballenas. Reemplazamos los problemas, en vez de darnos cuenta que los problemas se suman y que no hay que reemplazar una cosa con otra. Todos estos problemas están coocurriendo en el mar, y nosotros cada vez somos más dependientes de los servicios que los ecosistemas marítimos nos ofrecen. La discusión tiene que ser un poco más compleja, y más racional».