Por sus características genéticas, algunas poblaciones del mundo tienen una peor respuesta celular al covid, especialmente a ciertas variantes, si no están vacunadas.
Después de dos años de pandemia, ya nos esperamos cualquier cosa del covid-19. Al principio, nos sorprendía que un mismo virus fuera asintomático en unas personas y causara una enfermedad muy grave en otras, con hospitalizaciones y muertes. Después, la aparición de nuevas variantes, con características diferentes, sembró numerosas dudas. ¿Volveríamos a empezar? ¿Nos protegerían las vacunas? Las respuestas están llegando por la vía de los hechos, pero en realidad tenemos una buena herramienta para descifrar las dos vertientes del problema, los cambios del virus y la reacción humana: la bioinformática. Cada vez tenemos más capacidad para analizar tanto los genomas del SARS-CoV-2 como la genética humana. El reto es hacer que ese potencial se transforme en información de calidad que pueda ser útil para acabar de resolver la crisis sanitaria.
Un grupo de científicos españoles está logrando importantes avances. Un equipo del Centro Nacional de Microbiología del Instituto de Salud Carlos III acaba de publicar un trabajo que identifica grupos poblacionales del mundo que, por sus características genéticas, responden peor a ciertas variantes actuales del SARS-CoV-2 e incluso a las que podrían surgir en el futuro. Su foco está puesto en la parte de la respuesta inmune que depende de las células T, que es diferente en cada persona. Aunque la inmensa mayoría de la población mundial tiene un sistema inmunitario eficaz, algunas etnias presentan variantes genéticas que reducirían su capacidad para hacer frente a determinadas mutaciones del virus. El análisis publicado en ‘PLOS Computational Biology’ identifica poblaciones concretas de África y Asia, y otras que son importantes minorías de Europa y EEUU, y las relaciona con versiones del coronavirus que podrían suponer una amenaza.
La buena noticia es que las vacunas aportan la protección que les podría fallar a estas personas, como demuestran estos mismos investigadores en otros dos trabajos recientes. Por eso, este nuevo estudio “va dirigido a individuos no vacunados, que siguen siendo muchísimos en Asia y en África”, explica en declaraciones a Teknautas Antonio Javier Martín Galiano, autor principal del trabajo. La realidad es que gran parte del mundo vive aún sin ese escudo frente al virus, especialmente “cuando te sales de nuestra burbuja occidental”. Incluso aquí muchos han renunciado a ponérsela por diferentes motivos, una decisión arriesgada: “Hay personas jóvenes y deportistas que, por razones genéticas, cuentan con un sistema inmunitario que tiene dificultades para ‘ver’ un determinado virus”, recuerda el experto.
¿A qué se refiere con ‘ver’ el virus? Una vez que el SARS-CoV-2 se une a las células, se tiene que enfrentar con la inmunidad innata, pero si esto no es suficiente, se pone en marcha la inmunidad adaptativa. “Es cuando el cuerpo se lo toma en serio”, afirma el investigador. Por una parte, están los anticuerpos (inmunidad humoral) y por otra, los linfocitos T (inmunidad celular). A estos investigadores del Instituto de Salud Carlos III les interesan especialmente los linfocitos T citotóxicos, que reconocen las células infectadas y las inducen a suicidarse. “Este proceso cambia mucho de unas personas a otras, así que nosotros hemos identificado las diferencias genéticas que hay entre los individuos”, comenta. Dicho de otra forma, los investigadores han analizado “hasta qué punto distintas personas pueden ‘ver’ al virus” y, por lo tanto, neutralizarlo. Al analizar varios cientos de miles de genomas, tratan de averiguar si las mutaciones del virus son capaces de evadir esa respuesta inmune celular en personas que tienen una capacidad ya de por sí limitada para reconocer al invasor.
En su análisis computacional, los investigadores cruzan la información del virus con los datos genómicos de la población del mundial. La respuesta celular funciona identificando pequeños trozos del virus llamados epítopos. Sin embargo, entre los genes humanos que intervienen en ese reconocimiento puede haber distintos alelos, es decir, variaciones que pueden impedir que hagan su función. “El algoritmo que utilizamos es lo bastante eficaz como para predecir qué partes del virus va a reconocer cada persona una vez que sabemos qué alelos tiene”, explica Martín Galiano. En concreto, han utilizado 3.000 alelos, es decir, 3.000 variantes genéticas. En realidad, cada persona solo tiene seis, pero “si te han tocado las seis variantes que reconocen pocos epítetos del virus, serías casi incapaz de identificar al virus convenientemente, algo favorecido en poblaciones endogámicas”.
El resultado es que al menos el 90% de la humanidad responde bien ante el virus del covid, incluso sin vacunar y ante una primera infección, salvo que tenga factores de riesgo, como otras enfermedades o la edad, que debilitan el sistema inmunitario. Sin embargo, “hay algunas etnias que parecen haberse adaptado mejor a combatir otro tipo de patógenos y, en cambio, apenas ponen resistencia frente a estos virus que se transmiten muy rápidamente en grandes poblaciones”, señala el experto.
La utilidad de la investigación
Para ver si se puede geolocalizar el riesgo, los autores del estudio han utilizado bases de datos geográficas que muestran qué tipo de alelos humanos se encuentran en cada país. Asimismo, han introducido las secuencias del virus para identificar las mutaciones que más podrían afectar a estas poblaciones. Al cruzar los datos ven “zonas calientes” repartidas por todo el mundo, es decir, lugares en los que viven muchas personas con alelos genéticos que les dificultarían responder a la infección que coinciden con la presencia de mutaciones del coronavirus que eluden esa acción del sistema inmunitario. Las poblaciones se concentran en países del África subsahariana y de Asia, pero también constituyen importantes comunidades en otros continentes, como los afroamericanos en EEUU.
Así, algunas variantes del SARS-CoV-2 podrían ser especialmente peligrosas para las poblaciones con determinadas variantes genéticas. De hecho, con muy pocas mutaciones del virus, podrían perder toda la protección que les ofrece la respuesta celular. “No estamos hablando de las variantes que más se han propagado, como alfa, delta u ómicron. Esas son versiones del virus muy contagiosas. Sin embargo, hay otras que han encontrado o podrían encontrar su nicho ecológico en ciertos grupos cuyos individuos no serían capaces de reconocer el virus, lo que podría generar epidemias localmente muy importantes. En realidad, en ese caso estaríamos ante una variante del virus endémica, más que pandémica”, explica el autor.
En un mundo ideal, todo el mundo estaría vacunado y nos olvidaríamos de estos problemas. Sin embargo, en el mundo real esta investigación del Instituto de Salud Carlos III sigue siendo muy útil. “Si al secuenciar el virus encuentras una variante de la que la población de un país no se puede defender, sería aún más imperativo vacunar a todo el mundo o intensificar medidas como la mascarilla o la distancia social”, apunta el científico.
En cualquier caso, a raíz de este trabajo, se podría “universalizar y automatizar la vigilancia”, opina. “El software ya lo tenemos, pero lo ideal es que se nutra continuamente con todos los genomas que se secuencien y, si se empieza a ver que, sin explicación alguna, una variante empieza a ser muy recurrente en una parte del globo, quizá sea porque ha encontrado individuos con alguna limitación genética en la respuesta celular”, señala. Es posible que dicha variante, fuera de ese nicho ecológico, no tenga ninguna relevancia. Sin embargo, puede causar estragos entre los individuos que tienen poca capacidad para defenderse y, realmente, puede surgir en cualquier momento porque unas pocas mutaciones podrían cambiarlo todo.
Los vacunados: ¿tranquilidad absoluta?
Los análisis computacionales que alertan sobre este peligro que afectaría a poblaciones muy concretas de personas no vacunadas también dejan claro que la inmensa mayoría de los que sí han recibido las dosis pueden estar tranquilos: es casi imposible que pueda surgir una variante que eluda la protección celular y humoral que ofrecen las vacunas y, por lo tanto, nos devuelva al inicio de la pandemia. Al menos esa es la conclusión que se puede extraer de otros dos artículos muy recientes de este mismo grupo de investigación.
En uno de ellos, publicado a finales de enero en la revista ‘Frontiers in Immunology’, los científicos estudian específicamente las mutaciones de ómicron y las comparan con la respuesta celular generada por las vacunas disponibles, teniendo en cuenta también las variaciones genéticas de la población mundial. La conclusión es que el conjunto de la población mundial está bien protegido. La otra investigación, publicada a finales de noviembre en la misma revista, ya predecía que esto iba a suceder frente a cualquier variante, ya que el análisis computacional muestra que la respuesta inmune de los linfocitos T citotóxicos generada por las vacunas es lo bastante potente y variada como para responder bien ante todas las versiones del virus.
“Este virus tiene mucho peligro porque, al contagiar de forma tan masiva, tiene muchas oportunidades de generar mutaciones. Sin embargo, para evadir la respuesta inmune celular tendría que cambiar demasiadas cosas”, comenta el experto en bioinformática. En otras palabras, “es muy difícil que una nueva variante llegue a tener una gran capacidad de transmisión y a la vez evada un sistema inmunitario reforzado por las vacunas. Por ejemplo, ómicron es muy contagiosa pero, en cambio, ha perdido capacidad para causar enfermedad severa con respecto, por ejemplo, a delta”, explica.
Por eso, el peligro está en las personas más vulnerables. “En términos generales, la gente más susceptible está en mal estado de salud. Lo que ocurre con los mayores e inmunodeprimidos no es que tengan un problema genético, sino que, entre otras cosas, su número de linfocitos es más bajo y la comunicación entre secciones del sistema inmunitario es más limitada. Cuando la respuesta inmune pone en marcha procesos más complejos, en estas personas no funcionan igual de bien”, comenta.