Un estudio publicado en ‘The Lancet’ señala la importancia del diseño urbano y el transporte público para reducir la mortalidad en las calles de 10 países latinoamericanos.
Cada mañana las noticias en América Latina dedican unos minutos para repasar las muertes que han dejado los accidentes en carretera del día anterior. Miles de personas fallecen cada año en la región a causa de políticas pobres de urbanización, rutas mal diseñadas y comportamientos inseguros al volante. Un reciente estudio publicado en The Lancet Planetary Health, que recopila los datos del tráfico de 366 ciudades en 10 países del continente, apunta a que aquellas urbes con una mayor densidad poblacional, con más áreas de desarrollo urbano, un PIB más alto y sistemas de transporte masivo, como el autobús o la ferrovía, tienen tasas de mortalidad en carreteras más bajas. Mientras, las poblaciones aisladas, más alejadas de esas características, concentran las cifras más altas.
Alex Quistberg, autor principal de la investigación, cree que la relación entre los asentamientos más alejados y la alta mortalidad en carretera se debe a que normalmente existen autopistas de alta velocidad que unen las metrópolis con los asentamientos de la periferia. “Es típico si tienes ciudades que se están expandiendo y tienes áreas que están conectadas por vías de alta velocidad: a mayor velocidad, más riesgo de que el siniestro sea fatal si ocurre”, dice el investigador de la Universidad de Drexel. Un ejemplo, comenta, es la carretera que separa Buenos Aires de la ciudad de La Plata, en Argentina, donde cada año se repiten las imágenes de tragedias viales.
A la velocidad se suman una serie de factores que afectan más a los asentamientos menos desarrollados, como infraestructura más precaria o falta de ella. “Otra cosa que encontramos es que las ciudades con más intersecciones, es decir con más conexiones entre las vías, tenían tasas menores de mortalidad por siniestros”, comenta Quistberg, que ha estudiado urbanismo por más de 12 años y lo ha hecho en América Latina. La falta de semáforos en cruces peligrosos también incidía en la tasa de mortalidad.
Aplicar unas políticas mínimas de desarrollo urbano, asegura Quistberg, podrían ayudar a reducir las muertes por accidentes de tráfico. Durante los seis años que incluye el periodo analizado en el estudio, entre 2010 y 2016, tanto Brasil como Perú y México lograron reducir la mortalidad a la par que implementaban prácticas para incentivar el uso de transporte público o la bicicleta, o reducir el consumo de alcohol en los conductores. Pero la mayoría de los países vieron subir sus tasas de muertes en siniestros viales en ese tiempo.
Los resultados de la investigación, realizada por el proyecto Salud Urbana en América Latina de la Universidad Drexel (Estados Unidos), buscan servir de guía para los sectores políticos encargados de diseñar las ciudades latinoamericanas, donde el desarrollo urbano suele darse de manera explosiva y poco organizada. De acuerdo con los datos de la Organización Mundial de la Salud, cada año mueren 1,3 millones de personas en accidentes de tránsito, y el 93% de ellos ocurren en países de bajos o medios ingresos.
Solo en México murieron más de 13.500 personas en accidentes de carretera durante el año pasado, según los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Mientras que en Argentina, la Agencia Nacional de Seguridad Vial reportó más de 3.700 fallecimientos en accidentes. En Chile fueron otras 1.600, de acuerdo con datos de Carabineros. Y en Perú, el promedio de fallecidos en rutas es de 3.000 cada año.
El estudio refleja las diferencias en la política de urbanización que ha tenido cada país. Mientras en Chile se encuentra la ciudad con la tasa más baja de muertes por accidentes de tránsito, de 7,6 por cada 100.000 habitantes, en Perú está la ciudad con la tasa más alta, con 66,6 muertes por cada 100.000 habitantes. Para Quistberg, el diseño de las ciudades en la región tiene que empezar a atender a los datos y debe empezar por resolver un problema central: “El espacio público está diseñado para los conductores, y en América Latina la mayoría de las personas no tiene ni siquiera coche”.