Tal como lo señalé en la columna anterior, Fernanda Montoto Raverta y su esposo, el senador Pablo Obeid, tienen responsabilidades hoy ante la comunidad marplatense, no en 2023. Hoy, en el 2022, el año en el que el estado provincial ha abandonado a los marplatenses y a todo habitante del partido de General Pueyrredon y de los partidos aledaños.
Lo han hecho porque el HIGA, el hospital público que debe atender a los enfermos y necesitados de la Zona Sanitaria VIII, está abandonado a su suerte. Este abandono se extiende también al sistema educativo, entregado a un festín de contratos y acuerdos que sólo favorecen al SUTEBA, que es quien en definitiva decide y maneja el presupuesto de la educación pública bonaerense.
Si hablamos de seguridad, no hay plan. Los fondos públicos están en manos de un vivillo que se la pasa de ronda en los canales de la TV porteña perorando sobre la nada misma. Patrulleros nuevos, adquiridos por la municipalidad —para los que se destinaron nada menos que 180 millones de pesos— están tirados en un patio interno del Minella porque la provincia no termina de equiparlos. Ergo, unidades que deberían estar operativas, están allí, juntando polvo.
Quien tiene responsabilidades políticas y puede hacer algo para vivir mejor no puede estar de espectador o de cronista de los echos. En esta semana, docentes, padres y alumnos de escuelas rurales se pronunciaron en las puertas de Consejo Escolar pidiendo una respuesta urgente a necesidades apremiantes en materia de estructura edilicia y cargos para tareas de mantenimiento. Hasta donde se entiende, eso también es responsabilidad de la provincia.
Obvio es que no hay mucho para decir de la actual administración municipal. Por sobre el silencio mediático imperante, como en la estrofa de la marcha de San Lorenzo, se escuchan, detrás de los muros, sordos ruidos. Un funcionario de la intimidad del intendente dice ya en voz alta que está más para irse que para seguir en un gabinete en el que afirma que nadie trabaja, nadie pide gestión, y al mismo tiempo nadie se hace cargo de su propia falta de gestión.
A Carlos Fernando Arroyo le pedían «tablero de control». ¿Alguien sabe si hoy hay un tablero de control? Es una pregunta retórica: es obvio que no lo hay. En medio de esa situación, correveidiles del Lord Mayor le hace un flaco favor actuando como policía cibernética y presionando a quienes, a través de las redes, revelan lo obvio: que la ciudad luce abandonada, que hay suciedad de meses y pasto crecido en los cordones por falta de limpieza, a lo que se suma la locura de tener vehículos sin seguro ante lo cual, por ahora, la suerte acompaña. Si el techo de los galpones de la Unidad Descentralizada El Gaucho se hubiera derrumbado durante una jornada hábil, estaríamos en otro estadío político.
¿Hay que esperar que alguien se muera por desidia? Servicia o componendas mediáticas, por calladas que sean, no pueden ocultar lo que ocurre. El silencio no es inocente, es cómplice.