Las autoridades de una región separatista moldava reportaron explosiones en un edificio gubernamental en la capital del territorio.
Las autoridades de Transnistria, una región separatista moldava ubicada entre el río Dniéster y la frontera entre Moldavia y Ucrania, han denunciado este lunes un ataque contra un edificio gubernamental en la capital del territorio, Tiraspol, el primero reportado en un tercer país desde el comienzo de la guerra en Ucrania. El viernes pasado, el Ejército ruso había ampliado sus objetivos en Ucrania y había anunciado que planeaba formar un corredor por el sur de Ucrania para poder acceder a Transnitria.
Según ha informado el Centro de Prensa del Ministerio del Interior de Transnistria, en torno a las 17.00 horas (hora local) se han detectado varias explosiones en la intersección de las céntricas calles de Karl Marx y Manoilov.
El servicio de comunicación del Ministerio ha publicado en su canal de Telegram detalles del incidente y señala que las primeras investigaciones apuntan a que los disparos se realizaron desde un lanzacohetes RPG, un dispositivo antitanque portátil de origen soviético. El Ministerio del Interior ha confirmado que no hay heridos ni fallecidos.
La explosión ha dejado las ventanas rotas en las plantas superiores y hace que “el humo salga de las habitaciones”. Los alrededores del edificio ministerial están acordonados ahora por la Policía, que ha desplegado un equipo de zapadores. Hasta el lugar se han desplazado también efectivos sanitarios y bomberos.
Los medios ucranianos apuntaron a un ataque ruso de falsa bandera. “Entre los intentos rusos de crear un pretexto para la invasión de Ucrania antes de la invasión real, hubo explosiones escenificadas de coches de funcionarios prorrusos en Lugansk y Donetsk”, escribió en Twitter Euromaidan Press.
Amenaza rusa
La región de Transnistria ha cobrado protagonismo en las últimas semanas por su vínculo con el gobierno ruso y su importante posición geoestratégica. Este territorio, con unos 500.000 habitantes, es muy dependiente de Moscú, que le suministra gratuitamente gas y desplegó ahí a 1500 militares.
Las autoridades ucranianas han llegado a denunciar posibles incursiones rusas hacia el oeste de Ucrania desde Transnistria.
Horas antes de las explosiones, las autoridades de Rusia habían descartado una “escalada de tensión” en la región moldava y defendieron que Moscú seguía inclinándose “a favor de solucionar el problema por medios pacíficos”.
El viceministro de Exteriores ruso, Andrei Rudenko, había asegurado que no existía “riesgo alguno” e instó a “respetar la integridad territorial de Moldavia y el estatus especial de la región”.
Pero el temor de que Moldavia pueda ser el siguiente objetivo de Vladimir Putin se viene gestando desde hace un tiempo. El Ministerio de Exteriores de Moldavia convocó el pasado viernes al embajador ruso en Chisinau, Oleg Vasnetsov, por las declaraciones del general ruso Rustam Minnekayev, comandante en funciones del Distrito Militar Central ruso, quien dijo la semana pasada que su país planeaba apoderarse de toda la costa sur de Ucrania, estableciendo un puente terrestre con Transnistria, y quien criticó la “opresión de la población rusoparlante” en Transnistria.
Las autoridades moldavas calificaron sus palabras como infundadas y dijeron que contradicen la posición de Rusia, que proclama su apoyo a la soberanía y la integridad territorial de Moldavia en las fronteras reconocidas a nivel internacional.
En Transnistria el 60% de los habitantes son rusos y ucranianos. La región separatista tiene su propia moneda y sus propias fuerzas de seguridad.
Con la caída y la posterior desintegración de la Unión Soviética, y ante la posibilidad de que Moldavia acabara siendo parte de Rumania, la región situada al este del Dniéster, de población mayoritariamente rusoparlante, proclamó la República Moldava de Transnistria a principios de 1990. Sin embargo, Transnistria no es reconocido como Estado por la comunidad internacional, inclusive por Rusia.