La Diputada Nacional contó en la 99.9 que padece dislexia y tuvo que generar mecanismos para agilizar su aprendizaje. El lenguaje inclusivo para las personas que lo padecen, dificulta aún más la comprensión por lo que definió que no es “nada inclusivo”.
La discusión sobre la utilización del lenguaje inclusivo parece tener todo el tiempo un tono netamente político, pero la Diputada Nacional Karina Banfi introdujo otro plano de la utilización de este tipo de usos que no había sido abordado previamente.
Lo hizo a través de la 99.9 donde explicó que “lo peor que se está haciendo con esto es politizarlo. Se corre el eje de lo indispensable que es el análisis pedagógico del acceso de los chicos al aula. Siempre se relega a los alumnos en las decisiones que le mejoran la calidad educativa y el acceso al aprendizaje. La resolución no habla de prohibir sino que habla de directivas específicas de como tienen que manejar determinado lenguaje en términos de directrices y notificaciones a los maestros para toda la comunidad educativa y eso incluye a los padres”.
Luego se refirió a su situación particular indicando que padece de dislexia y eso le llevó a tener muchas dificultades durante su paso por la escuela y luego la Facultad: “trabajo con audiotextos porque me cuesta mucho la lectura, lamentablemente no tuve una detección temprana y me enteré que era disléxica a los 35 años. Tuve un acercamiento a la formación educativa de mucha tenacidad y muy testaruda en seguir avanzando, pero con dificultades en el sistema educativo que me expulsaba permanentemente. No entendía cuál era mi dificultad que era algo que estaba diagnosticado y que en Argentina no se detecta a tiempo”.
A partir de eso, empezó a trabajar de una manera distinta para seguir avanzando con su educación: “eso me llevó a tener metodologías, tener apoyo familiar y eso me permitió terminar una carrera de abogada y llegar a ser diputada de la Nación. Hoy todos mis textos son corregidos por un equipo de asesores porque sigo cometiendo los mismos errores cuando me aproximo a los textos”.
Para las personas que padecen dislexia, el lenguaje inclusivo es una forma más de complicar la comunicación: “cuando uno tiene algún trastorno es fundamental tener un orden y una metodología para involucrarte en la lectura y en la escritura Si le cambiamos todo el tiempo, le hablamos de una manera y escribimos de otra, se dificulta muchísimo. Se arma un matete en la cabeza que es obstaculizador. Si hoy escucho un audiotexto con la “e” o con el “@”, se dificulta mucho el trabajo y se hace difícil seguirlo. La persona que habla con la e, para mí habla vasco, no le entiendo. A los disléxicos nos cuesta trabajar en otras lenguas”, explicó.
Por esta razón es que consideró Banfi que de inclusivo, justamente, esta forma de hablar no tiene nada: “respeto la igualdad de oportunidades para salvar las injusticias incluso a través del lenguaje, pero eso no puede ser en detrimento de quienes son no videntes o tienen dificultades TEA, hay que despolitizar este argumento en el marco del colegio y poner el foco en las necesidades que tiene el aprendizaje. El lenguaje que definen como inclusivo, no es inclusivo”.