Las arterias de Europa se vacían: cómo la “sequía económica” ha llegado en el peor momento

La peor sequía en los últimos 500 años de historia está causando estragos en los ríos europeos, provocando un abanico de problemas que agravan la delicada situación económica que atraviesa el continente y que revelan lo que está por venir.

Las llaman ‘Hungersteine’, “Piedras del Hambre”, en alemán. Inscripciones en la parte inferior de rocas situadas en varios ríos centroeuropeos que advierten de la probabilidad de hambruna y penurias por venir. Normalmente permanecen bajo el agua, pero durante los episodios de sequía particularmente graves se vuelven visibles. Ya ocurrió en 2018, pero este verano se están descubriendo un número récord de estos grabados. Uno de ellos, en el río Elba, lanza un mensaje claro: “Si puedes leerme, llora”.

La peor sequía en los últimos 500 años de historia, según afirman meteorólogos, está causando estragos en los ríos europeos, provocando un abanico de crisis simultáneas que agravan la delicada situación económica que atraviesa el continente. En Alemania, los buques que recorren el Rin, la principal arteria de transporte del país, están teniendo que reducir su carga a un 30% de su capacidad para no encallar. El Danubio, la vía fluvial más larga de Europa Occidental, está siendo dragado día y noche por las autoridades de Bulgaria, Rumanía y Serbia en un intento desesperado por mantener la navegación. En Italia, el río Po, el mayor del país, ha caído a su nivel más bajo en 70 años, desolando la fuente de cerca del 30% de la producción agrícola del país.

A lo largo de los años, las cada vez más frecuentes e intensas sequías han dejado cientos de titulares sobre el impacto que están teniendo en nuestro ecosistema. Sin embargo, en un contexto de crisis energética agravado por la guerra en Ucrania, con una inflación disparada y a las puertas de una posible recesión, la severa reducción del caudal de los ríos está golpeando con especial gravedad los debilitados bolsillos europeos y sacando a relucir antes de lo previsto el desafío económico que el cambio climático supone para Europa.

Cuando la falta de agua comienza a tener consecuencias severas en la actividad productiva de un país, se habla de “sequía económica” o socioeconómica. “Es un término que se utiliza cuando ya existe una afección completa del sistema económico a causa de la falta de agua, algo que en otros lugares del mundo lleva ocurriendo mucho tiempo y que ahora está empezando a pasar en los países centroeuropeos”, explica Gonzalo Delacámara, director del Centro para el Agua y la Adaptación al Clima de la IE University, en entrevista con El Confidencial.

El cambio ha sido drástico y rápido. Hasta hace poco, las sequías eran consideradas en la Unión Europea como un problema específico de los países mediterráneos del sur al que prestaban una atención relativamente limitada. Sin embargo, según afirma Nuria Hernández-Mora, cofundadora de la fundación Nueva Cultura por el Agua, ahora está siendo tratado como “un tema prioritario y estratégico en toda Europa para atender a una vulnerabilidad socioeconómica muy importante”. “Es algo que en la UE no se hacía antes y que está comenzando ahora: un plan de gestión de riesgo por sequía”, señala la experta a este periódico.

Sal para la herida energética

El escaso nivel de agua de los ríos está afectando especialmente al transporte de suministros de combustible en el centro de Europa. Las limitaciones a la que se ven obligados a recurrir los buques de carga en el Rin, una ruta clave para la llegada de carbón y petróleo a Alemania y los países vecinos, está dificultando la llegada de estos productos en un momento en el que son más necesarios que nunca para suplir el enorme volumen de gas natural que Rusia ha dejado de proporcionar. En el sur de Europa, la principal actividad económica que alimentan los ríos es la agricultura. Sin embargo, los gigantes navegables centroeuropeos juegan un importante papel en el transporte de mercancías y materias primas.

En 2018, la última vez que los niveles de agua en el Rin bajaron tanto como ahora, se estima que las interrupciones comerciales resultantes redujeron el crecimiento del PIB alemán en un 0,4% en el cuarto trimestre de ese año. “Son una fuente fundamental de suministros para las industrias siderúrgicas, automovilísticas, químicas y agroalimentarias, pero también para la generación de energía eléctrica y para la importación de suministros energéticos”, destaca Delacámara. Las vías alternativas en el continente, como la distribución por carretera o ferrocarril, ya están funcionando prácticamente al límite de su capacidad.

El transporte no es el único problema. El calor y la escasez de agua en ríos y pantanos también están reduciendo considerablemente la producción eléctrica. Noruega, uno de los principales exportadores de electricidad de Europa, se dispone a limitar sus ventas a Europa occidental para preservar sus depósitos. Como reportó El Confidencial a mediados de esta semana, la producción hidroeléctrica en España se ha hundido un 50% durante los meses de junio y julio con respecto al nivel del mismo periodo un año anterior, alcanzando el registro más bajo de la serie histórica. Una realidad que, de acuerdo con Hernández-Mora, no responde únicamente al clima. “En España tenemos una situación de sequía que se ha juntado con una ola de calor brutal, pero es que, además, veníamos de una situación muy precaria por la sobreexplotación sistemática de nuestros recursos hídricos”, asevera la investigadora.

Las temperaturas más altas de las vías fluviales también dificultan el funcionamiento de las centrales que dependen de ellas para su refrigeración. En Suiza, las restricciones sobre el uso de agua caliente para enfriar los reactores han obligado a reducir la producción en la planta nuclear de Beznau. En Francia, el Gobierno tuvo que otorgar al gigante estatal EDF una exención temporal para enfriar cinco de sus plantas nucleares, una decisión que, según advierten activistas medioambientales, tendrá serias consecuencias para el ecosistema de los ríos.

Este doble golpe a la producción eléctrica y la importación de combustible en Europa llega en el peor momento para los mercados energéticos del continente. La agencia Reuters reportó esta semana que los contratos de futuros de la electricidad alcanzaron máximos históricos en Francia y Alemania, fruto de la tormenta perfecta que mezcla la disrupción del suministro con el alto consumo por las tórridas olas de calor de este verano. Esto, mientras la UE al completo batalla por llenar sus depósitos energéticos lo máximo posible de cara a un invierno en el que Rusia podría cortar del todo su suministro de gas hacia los Veintisiete.

Sequía hoy, inundaciones mañana

En medio de este histórico periodo de sequía, una serie de poderosas tormentas con vientos de hasta 200 kilómetros por hora azotaron este jueves la isla francesa de Córcega, el norte de Italia y Austria, causando la muerte de doce personas y dejando decenas de heridos a su paso. Y mientras Francia intenta enfriar sus reactores con el escaso flujo de sus ríos, varias estaciones de metro de París se vieron obligadas a cerrar y el tráfico fue completamente paralizado en la zona centro por una tromba de agua que anegó la capital. En 90 minutos, cayó sobre la ciudad una cantidad de lluvia equivalente al 70% de la media mensual.

Estos episodios aparentemente contradictorios no son ninguna aberración. Las cuencas del Mediterráneo, por ejemplo, sufren a la par desde hace siglos una escasez estructural de agua y frecuentes lluvias torrenciales. Sin embargo, la escala y extensión de estos dos fenómenos está siendo una sin precedentes en la historia moderna, aumentando su duración e intensidad y extendiéndose hacia áreas nunca sospechadas del norte del continente. En la zona sudeste de Inglaterra, donde la falta de lluvias nunca había sido un problema, se alternan hoy en día sequías e inundaciones de forma casi constante.

Los largos periodos de sequía, de hecho, son un agravante para las inundaciones posteriores. Debido al calor, las lluvias ocasionales que pueden producirse suelen ir acompañadas de tormentas eléctricas, especialmente en las zonas cercanas a la costa por la alta humedad del ambiente. Estas tormentas provocan lluvias torrenciales que, a su vez, son recibidas por un suelo árido y muy endurecido que ha perdido gran parte de su capacidad de absorber agua, generando inundaciones con una velocidad que antaño solo se veía sobre el asfalto de las zonas urbanas.

El encadenamiento de estos fenómenos meteorológicos tienen consecuencias cada vez más destructivas. “Igual que las sequías son más largas, intensas y duraderas, las lluvias también están dejando cada vez más trombas de agua con gran capacidad destructiva, muy concentradas en el espacio y en el tiempo”, indica Hernández-Mora. El resultado es un doble golpe para la capacidad productiva agrícola del continente. “Es una realidad desazonadora. Te puedes encontrar con que entre el 1 de enero y 31 de diciembre tengas la misma cantidad de precipitaciones que antaño, pero eso no nos sirve de nada desde el punto de vista económico, porque necesitamos que estén distribuidas a lo largo del año. En su lugar, cada vez son más intensas y en un periodo de tiempo menor”, agrega Delacámara.

Un problema global

Europa, claro está, dista mucho de ser la única región afectada por sequías económicas. Las autoridades de China emitieron este viernes, por primera vez en nueve años, una alerta de sequía a nivel nacional en medio de la ola de calor más intensa de las últimas seis décadas. Actualmente, ocho provincias del gigante asiático están experimentado temperaturas superiores a los 44 grados. Chongqing, una región céntrica del país, alcanzó un récord de 45 grados este jueves. El río Yangtzé, el tercero más grande del mundo que antaño por estas fechas se inundaba para irrigar los valles que acompañan sus casi 6.300 kilómetros de recorrido, ha quedado reducido este año a una pequeña franja en la que hasta los barcos más pequeños batallan para navegar. La provincia de Sichuan, un lugar clave para la cadena de suministro de las industrias de semiconductores y paneles solares, se ha visto obligada a ordenar el cierre de todas sus fábricas durante seis días para aliviar la escasez energética. La región obtiene el 80% de su electricidad de fuentes hidroeléctricas.

Son desafíos comunes en un mundo donde el impacto del cambio climático cada vez es más evidente y donde los problemas se revelan cada vez más globales e interconectados. “Estamos comenzando a abrir los ojos a una realidad que los que nos dedicamos a esto ya venimos pregonando durante las últimas dos décadas, pero que en realidad no es tan visible para el ciudadano”, considera el director del Centro para el Agua y la Adaptación al Clima.

“Y es que los problemas relacionados con la crisis energética, la seguridad alimentaria, la disolución de cadenas de suministro, la geopolítica, la crisis hídrica, el colapso de los ecosistemas o la emergencia climática están todos vinculados”, valora. Problemas, todos ellos, que han llegado para quedarse. Como agrega Delacámara, sequías e inundaciones son solo síntomas del problema de fondo, una manifestación aguda de un desafío crónico. “Son como la fiebre. A mí no me inquieta la fiebre en sí, me inquieta lo que la genera, el síndrome”, concluye el experto. Una enfermedad de la que se lleva décadas avisando, pero cuyo remedio sigue sin vislumbrarse en el horizonte.