Nació en Canadá, pero creció en una familia radicalizada que la obligó a casarse con un miembro de Al Qaeda. Huyó por su hija y publicó el libro “Sin velo”, donde afirma que el progresismo ampara al Islam radical.
Yasmine Mohammed habla pausado quizás porque sabe que la suya no es una historia que pueda contarse de golpe. Hay que hacer pausas, entender los giros que llevan a una mujer nacida en Canadá a casarse con un miembro de Al Qaeda, luego escapar y volverse crítica del progresismo al punto de considerarlos “cómplices” del islam radical.
Su libro Sin velo. Cómo el progresismo legitima al islam radical relata ese recorrido hasta transformarse en una activista por los derechos humanos que proclama al mundo que el uso del hijab no puede ser nunca una opción libre para las mujeres musulmanas.
Islam en Canadá
Quizás lo más curioso de la historia de Yasmine sea que no ocurre en Afganistán ni en Irán sino en un país progresista como Canadá. Ahí nació, hija de padres egipcios y musulmanes muy asimilados a la cultura occidental. “Ves las fotos del casamiento y mi mamá parece una chica Bond con su minifalda”, asegura Yasmine. El final del matrimonio de sus padres fue el final de su libertad: la madre se acercó a la mezquita en busca de apoyo y encontró hombres radicalizados.
¿Cuántos años tenía cuando tu padrastro te obligó a comenzar a usar hijab?
Tenía nueve. Lo recuerdo muy bien. Recuerdo sentirme sofocada porque atan un nudo alrededor del cuello. Y recuerdo odiarlo. Odié que me dijeran que ahora era una mujer, que tenía que ser una señorita y prepararme para el matrimonio. Fue la muerte de mi infancia.
¿Cuántos años tenías cuando te obligaron a casarse con un miembro de Al Qaeda?
Tenía 19. Ahí fue cuando pasé de la hijab al niqab. El niqab cubre también tu cara y tus manos. Todo, de negro.
¿Cómo eras vista en la calle?
No era vista. Era un fantasma. Nadie podía percibirme. Yo sí podía verlos a ellos. Estaba completamente deshumanizada, separada de la sociedad a mi alrededor y separada del resto de la humanidad. Es como estar en una bolsa mortuoria mientras todavía respirás.
Islamistas radicales, pero también diplomáticos
En el libro, Mohammed cuenta sus primeros intentos de escape: primero a los 13 años, cuando logró que la escuela detectara que era víctima de violencia y diera intervención a la Justicia. La respuesta, según su relato, fue que el tema era “cultural”. Ahí marca su primera distancia con lo que ella llama “progresismo”.
Finalmente, escapó del entorno familiar cuando ella misma era madre, aterrada por las amenazas de mutilación genital a su propia hija.
Para que esté claro quiero preguntarte cuál es la diferencia que marcás entre ser musulmán y ser islamista radical
Todos los islamistas son musulmanes pero no todos los musulmanes son islamistas. Esencialmente, la religión del islam le pide a la gente que sea política. No es solo una religión, es un modo de vida que incluye toda clase de leyes y edictos.
Muchos musulmanes no están interesados en ser políticos, solo quieren ser espirituales. Sin embargo, hay un subgrupo de musulmanes que quieren diseminar el islam usando diferentes métodos: la violencia o la diplomacia. Entonces, si alguien critica al islam, ambos grupos van a querer que pare. Los violentos van a querer a apuñalar como hicieron con Salman Rushdie, pero los no violentos van a usar la palabra “islamofobia” para tratar de silenciar. Los dos están haciendo el mismo trabajo de diferentes maneras.
Es difícil ubicarte políticamente
-Cuando sos criada en un hogar fundamentalista religioso, estás muy a la derecha en lo conservador y tradicional, con roles de género muy estrictos. Así que cuando escapé de ese mundo, me acerqué a la izquierda buscando mi libertad. ¿Dónde está la libertad sino en la izquierda? Fue muy shockeante y bastante triste, como una traición, ver que quienes estaban en ese espacio no estaban tan felices de verme a mí como yo de verlos a ellos. Sentían que estaba siendo islamofóbica, que era racista, que era odiante y que era discriminatoria. La misma gente que tiene cero problemas de criticar cualquier aspecto de la cristiandad o de la iglesia católica. Estaban muy cómodos marcando la misoginia ahí, pero cuando hablábamos del islam…
¿Por qué crees que existe esa diferencia?
-Hay diferentes razones, pero creo que la primera es esencialmente miedo. El terrorismo es muy exitoso, funciona. Se preocupan por sus carreras, por sus familias. Esa es una razón, pero creo que otra es el mal entendimiento de creer que criticar a la religión es criticar a un pueblo. No existe una raza llamada islam, no hay una etnia llamada islam. Hay musulmanes de Indonesia, de Egipto, de Arabia Saudita, de Pakistán, de Rusia, de todas partes del mundo. No comparten una cultura, ni una etnia, ni un lenguaje, ni la comida. Lo único que comparten es una religión. Cuando yo critico el islam estoy hablando contra un sistema de creencias, estoy hablando en contra de ideas, de una ideología.
Es devastador, pero a la vez tengo esperanza. Las mujeres iraníes son increíblemente valientes quemando sus hijabs en las calles aunque las esperen con armas. No tienen miedo. Están hartas y ahora pueden mostrarlo al mundo, finalmente decir cuánto odian esto que les ha sido impuesto y que no es feminista, ni empoderador, ni una elección.
¿Te considerás feminista?
Sí, me considero feminista y el feminismo me ha salvado como me ha salvado el liberalismo. Cuando critico al feminismo o a las feministas o cuando he criticado a los liberales, lo hago desde adentro.
No estaría hoy acá sentada hablando con usted sino fuera por todas las feministas que vinieron antes y arriesgaron sus vidas para que yo pueda tener una voz hoy. Hay muchas feministas en la mayoría musulmana que están tratando con mucho esfuerzo de que sus comunidades progresen como lo han hecho las mujeres de otras partes del mundo.
-¿Creés que los países de Occidente han apoyado a las mujeres de Irán y a otras mujeres bajo regímenes islámicos radicales?
-Absolutamente no. Han sido contraproducentes. No solo nos han ignorado sino que nos han jugado en contra. Muestran el hijab como un ícono fashion. No sé qué tan común es en Sudamérica, pero en Norteamérica y Europa no existe un anuncio en TV, en el teléfono, en el diario o en alguna revista que no muestre un hijab. En absolutamente todos lados. En pequeñas niñas, en adultas. Como si fuera una cuestión cultural benigna.
¿Puede ser una opción usar hijab?
Es una pregunta tramposa. Nos lo ponen a las niñas cuando somos muy jóvenes. Se nos dice que para ser buenas niñas e ir al cielo, para ser amadas y para que nuestros padres estén orgullosos, debemos usarlos. Y si no lo usamos, somos putas sucias que van a arder en el infierno. Esa es nuestra elección.