Las autoridades turcas ordenaron la detención de unas 100 personas vinculadas a la industria inmobiliaria bajo la presunción de no haber seguido las normas de edificación; “el hormigón es como arena”, dijo un testigo.
Cinco días después del sismo más letal de la región desde 1939, la ayuda internacional trataba de abrirse camino este sábado hacia las zonas más relegadas de Siria, en tanto en Turquía crecía el enojo ante la sospecha de que la brutal escala de daños y muertes se debe, en parte, a las deficiencias en la construcción edilicia.
Ya son 25.000 los muertos confirmados entre ambos países a causa del terremoto de 7,8 de magnitud registrado el lunes pasado, la enorme mayoría en Turquía (21.000). Según estimaciones de la ONU, sin embargo, los números podrían ascender hasta 50.000 cuando todo termine.
La magnitud de los balances que crecen a diario suscita preguntas sobre el estado de las edificaciones en un país muy expuesto a los movimientos sísmicos y reputado por el vigor de su sector de la construcción. Ante la creciente indignación ciudadana por la respuesta a la catástrofe, el gobierno turco comenzó a detener a contratistas de la construcción en todo el país, a los que culpa de algunos de los derrumbes.
Las autoridades cifran en 12.141 los edificios destruidos o gravemente dañados. Teniendo en cuenta la intensidad del sismo, “podíamos temer daños, pero no esto que observamos hoy”, dijo el ingeniero sísmico Mustafa Erdik, presidente de la Fundación de Terremotos de Turquía.
Más de 100 personas fueron detenidas en las diez provincias afectadas por la catástrofe, mientras que el Ministerio de Justicia ordenó a los gobiernos provinciales la creación de “Unidades de Investigación de Crímenes relacionados con el Terremoto”. También les ordenó que designaran fiscales para presentar cargos penales contra todos los “constructores y responsables” del derrumbe de edificios que no cumplían los códigos vigentes, puestos en marcha tras una catástrofe similar ocurrida en 1999.
En toda la zona del terremoto, los residentes expresaron su indignación por lo que consideraban constructores corruptos que tomaban atajos para engordar sus beneficios, y por la concesión por el gobierno de “amnistías” a constructores que levantaron complejos que no seguían las normas.
En el barrio de Saraykint, en Antakya, los residentes señalaron la mala calidad de la mano de obra en un edificio de lujo de 14 plantas, con unos 90 departamentos, que se había derrumbado sobre sí mismo. “El hormigón es como arena”, dijo un hombre que no quiso dar su nombre, de pie cerca del edificio mientras veía trabajar a los equipos de rescate. “Se construyó demasiado rápido”.
Ya el viernes la policía detuvo en el aeropuerto de Estambul a un promotor inmobiliario que trataba de huir del país después del colapso de una de las residencias de lujo que construyó. “Aquí observamos un colapso con plantas que se apilan unas sobre las otras”, dejando pocas opciones de sobrevivir a los ocupantes, dijo el ingeniero Erdik sobre el estado de los edificios.
Los derrumbes se deben generalmente a la mala calidad del hormigón, demasiado mojado, con una proporción de agua y de gravilla demasiado elevada en relación al cemento, según los expertos. Y las barras de acero son a menudo demasiado finas para sostener las columnas, que determinan la solidez del edificio.
El sector inmobiliario se benefició tanto de un programa de “transformación urbana” para restaurar los inmuebles más viejos como del desarrollo de las residencias turísticas.
Ante las críticas por la gestión del gobierno, el presidente Recep Tayyip Erdogan entonó una suerte de mea culpa. “Hubo tantos edificios dañados que desafortunadamente no pudimos acelerar nuestras intervenciones como hubiéramos querido”, dijo durante una visita a la ciudad de Adiyaman, en el sudeste. Pero su promesa de “reconstruir durante el año las viviendas destruidas” augura que el frenesí inmobiliario va a continuar.
Rescates sorprendentes
La ayuda internacional continúa llegando lentamente a las zonas siniestradas, donde los socorristas siguen encontrando supervivientes que lograron resistir milagrosamente entre los escombros. El frío gélido dificulta los rescates y redobla el castigo sobre una población desesperada. Según la ONU, al menos 870.000 personas precisan urgentemente comida. Solo en Siria 5,3 millones de personas se quedaron sin casa.
Entre la muerte y la destrucción, los rescatistas siguen dando con supervivientes. “¿Está el mundo ahí?”, preguntó Menekse Tabak, de 70 años, mientras era extraída de entre los cascotes en la ciudad turca de Kahramanmaras. En la provincia de Hatay, también en el sur, una niña de dos años fue encontrada viva 123 horas después del cataclismo, informó la web del diario Hurriyet, pero su familia no pudo ser hallada. Del otro lado de la moneda, las autoridades turcas detuvieron a 48 personas por saqueos.
El director de la Organización Mundial para la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, llegó a la ciudad siria de Aleppo, fuertemente golpeada por el terremoto, para visitar hospitales y centros de refugio con las autoridades sirias. El gobierno sirio anunció que autorizará el suministro de ayuda internacional a las zonas controladas por los rebeldes en el noroeste del país, castigado por el sismo.
Damasco precisó que la distribución de ayuda tendría que ser “supervisada por el Comité Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja siria”, con el apoyo de la ONU. Hasta ahora, prácticamente toda la ayuda suministrada a las zonas rebeldes transita lentamente desde Turquía a través del puesto fronterizo de Bab al Hawa, el único garantizado por la ONU.
Para el envío de ayuda a Turquía, este sábado se abrió, por primera vez en 35 años, un paso fronterizo con Armenia, informó la agencia oficial turca Anadolu. Los dos países, enfrentados por sus diferencias en torno al genocidio armenio en 1915 y por el conflicto de Nargono Karabaj, empezaron a acercarse desde diciembre de 2021 con el nombramiento de enviados especiales para normalizar sus relaciones.
El Secretario General Adjunto de Asuntos Humanitarios y Coordinador del Socorro de Emergencia de la ONU, Martin Griffiths, expresó su temor a que la cifra final de muertos acabe superando los 50.000. “Es difícil realizar el cálculo con precisión porque tenemos que seguir buscando entre los escombros, pero estoy seguro de que la cifra se va a duplicar, como mínimo”, dijo sobre los 25.000 muertos confirmados. “En realidad, todavía no hemos comenzado con el verdadero recuento de fallecidos”, agregó.