Siria es el principal productor del estimulante sintético “captagón”, un negocio multimillonario que supuestamente reporta grandes beneficios al régimen del presidente sirio, Bashar al Assad.
Los países árabes lo utilizan ahora como ficha de negociación en su reconciliación con Damasco.
La droga tiene como principal destino el golfo Pérsico, pero sus tentáculos azotan también a otras naciones de Oriente Medio que en los últimos meses se han acercado de nuevo a Al Assad tras más de una década de repudio por su brutal represión de las revueltas populares iniciadas en Siria en 2011.
Estas son algunas claves para entender los entresijos de este lucrativo negocio ilícito y sus consecuencias políticas para la región:
¿QUÉ ES EL ‘CAPTAGÓN’?
El «captagón» toma su nombre de una marca de fenetilina que hace décadas era comercializada de forma legal para tratar la hiperactividad y otros trastornos, aunque el estimulante hoy comúnmente conocido por ese nombre se produce a base de diferentes químicos no necesariamente parte de la receta original.
Precisamente, su éxito se deriva de la versatilidad de su fórmula y la relativa facilidad con la que se elabora, pues no requiere conocimientos intricados ni grandes laboratorios o costosas herramientas.
Este tipo de anfetamina no es nueva en Oriente Medio, pero ganó atención internacional a partir de 2014, cuando comenzó a conocerse como «la droga de los yihadistas» por su presunta popularidad entre los combatientes del grupo Estado Islámico (EI).
EL MAYOR PRODUCTOR MUNDIAL
En la misma época, se empezó a establecer que Siria se había convertido en el principal productor mundial de «captagón».
Se estima que en la actualidad más de tres cuartos de las pastillas en circulación proceden del país árabe y son contrabandeadas a través de sus fronteras con el Líbano, Irak y Jordania, donde algunas se quedan para el consumo local mientras que la mayor parte continúan desde allí la ruta hacia terceros países.
Algunos cargamentos partirían también directamente desde los puertos en la costa mediterránea siria, siendo el golfo Pérsico, y especialmente Arabia Saudita, el principal mercado para el «captagón» producido en Siria.
UN NEGOCIO MULTIMILLONARIO
Pese a que cada año las autoridades de diversos países -a veces tan alejados del epicentro como Italia o Marruecos- se incautan de alijos con millones de pastillas cada uno, el tráfico de este estimulante reporta aún así miles de millones de dólares en beneficios anuales.
El pasado marzo, el Gobierno británico calculó que el negocio «está valorado en aproximadamente tres veces el comercio de todos los carteles mexicanos juntos» y citó estimaciones de «expertos independientes» que sitúan su rentabilidad en «hasta 57.000 millones de dólares».
Sin embargo, estas cifras arquearon muchas cejas y, si bien no existe un consenso sobre cuánto dinero mueve el «captagón» en Siria, la mayoría de las estimaciones son bastante más conservadoras.
PARTICIPACIÓN DEL ‘RÉGIMEN’
Expertos y gobiernos sí parecen estar de acuerdo en la participación del «régimen» sirio, con una serie de oficiales, hombres de negocios y familiares de Al Asad sancionados por Reino Unido, la Unión Europea o EE.UU. debido a su presunto involucramiento en el comercio de «captagón».
«El comercio de anfetaminas se ha convertido en un modelo de negocio liderado por el régimen, enriqueciendo al círculo interno del régimen y proporcionándole beneficios que contribuyen a su habilidad para mantener sus políticas de represión contra la población civil», denunció recientemente el Consejo Europeo.
Tanto el Gobierno británico como el estadounidense han señalado como facilitadora del narcotráfico a una división del Ejército liderada por Maher al Assad, hermano del presidente sirio, y como distribuidores a personas asociadas al grupo chií libanés Hezbollah, aliado de Damasco.
No obstante, no hay pruebas de que Hezbollah como tal sea parte de estas operaciones, en las que tienen un importante papel narcotraficantes y operadores del vecino Líbano, donde también se produce «captagón» a menor escala.
PRESIÓN ÁRABE
En el marco de su reconciliación con Al Assad, los países árabes demandan al Gobierno sirio que acabe con el narcotráfico en su territorio, entre expectativas de que algunos ofrezcan ayudas financieras para incentivarlo a abandonar una fuente de ingresos clave en su economía de guerra.
Las sanciones internacionales que pesan sobre el entorno del presidente limitan fuertemente las opciones financieras y comerciales de Siria, sumida en una grave crisis económica.
La principal víctima del «captagón» sirio, la rica y conservadora Arabia Saudita, ha cargado contra esta lacra en diversas ocasiones; mientras que Jordania, punto de tránsito clave, ha amenazado incluso con «acciones militares dentro de Siria para eliminar esta amenaza extremadamente peligrosa» si no ve medidas efectivas.