Hace más de tres meses que la empresa de transporte FJW tiene su avión varado en los Estados Unidos y no puede traerlo de regreso porque el Banco Central no le habilita los dólares para pagar el mantenimiento.
“Ya no sabemos qué hacer, y lo necesitamos para apoyar nuestras operaciones; no se puede creer a lo que hemos llegado, la burocracia y la corrupción, nos obligan a trabajar en la ilegalidad”, dijo a LA NACION, Francisco “Pepi” Wipplinger.
Wipplinger es el dueño y fundador de FJW, que hoy es la transportista internacional de sustancias peligrosas más grande de la Argentina. La empresa tiene sede en Posadas, pero llega a casi todo el Cono Sur con su operatoria.
Todos los días, los más de 50 camiones Volvo Globetrotter de FJW están circulando por Uruguay, Brasil, Chile, Paraguay, Perú y a veces incluso llegan a destinos más lejanos.
“El avión es necesario porque todo el tiempo surgen inconvenientes en este negocio y hay que viajar para apoyar las operaciones”, explica Wipplinger.
La nave en cuestión es un Eclipse, el jet más pequeño del mercado, con capacidad para piloto, copiloto y hasta cuatro pasajeros. Es ideal para llegar rápido a cualquier lugar donde opera la compañía.
Este aparato puede volar en una altura máxima de 40.000 pies (12.000 metros). Es decir, a una altitud mayor a la de un vuelo comercial regular.
Ese dato fue fundamental para que en su momento la empresa se deshiciera del jet Mitsubishi que tenía antes, ya que solo podía volar a una altura máxima de 25.000 pies, lo cual le impedía muchas veces operar por las malas condiciones climáticas.
“Con el anterior, a veces no se podía volar por encima de las tormentas”, señaló este empresario que nació en Hohenau (pueblo a 40 kilómetros de Posadas), pero vivió en Misiones casi toda su vida.
Los camiones de FJW trabajan con clientes como la refinería de YPF en Ensenada, la santafecina Nauryon (San Lorenzo), Pampa Energía o Katrius y transportan sulfhidrato, xileno, etileno, potasa (similar a la soda cáustica), agua oxigenada, tocopherol y aceite de soja.
Cualquier contratiempo que surge en el transporte de estas sustancias requiere el viaje de algún miembro de la empresa hasta el lugar, para atender una emergencia o destrabar cuestiones burocráticas.
Este tipo de operatoria está reglamentada por una gran cantidad de normas internacionales.
Las cargas internacionales funcionan por convenios recíprocos entre países, de una manera similar a las rutas aéreas internacionales: un país otorga una ruta a otro y solicita reciprocidad para sus empresas.
Wipplinger fue presidente de la Asociación de Transportistas Argentinos de Carga Internacional (ATACI) y trabajó para negociar a tres bandas uno de esos convenios, que hoy permite a empresas locales buscar cargas en Brasil y llevarlas a Chile, atravesando la Argentina.
Como en la industria exportadora, se da la paradoja: todos estos servicios generan divisas para el país, pero la empresa que los realiza no puede operar con normalidad, justamente por la escasez de dólares.
Varado en Albuquerque
La actualización de la aviónica del Eclipse modelo 2009 no se pudo realizar en Boca Ratón, donde realiza el mantenimiento regular, sino que hubo que enviarlo a la fábrica en Albuquerque, en el estado de Nuevo México.
El avión fue despachado el año pasado, antes del Mundial de Qatar 2022, y hace más de tres meses que está listo esperando recibir el pago para poder ser liberado.
“Nos obligan a ir a comprar dólares a una cueva, girarlos, trabajar en la ilegalidad y que luego esa violación penda como una espada de Damocles sobre nuestra cabeza, porque puede venir la AFIP o cualquiera a hacer planteos. Además, después en nuestro balance no se va a reflejar el gasto y vamos a tener que pagar unas ganancias que no tuvimos”, señaló Wipplinger.