La economía del país registró el peor comportamiento entre los grandes del euro, ya que España, Italia y Francia se mantuvieron en positivo.
Ya es oficial: la caída del PIB por segundo trimestre consecutivo permite afirmar con datos en la mano lo que tampoco era ningún secreto, que la economía alemana ha entrado en recesión. El Producto Interior Bruto (PIB) se contrajo un 0,3% en el primer trimestre en comparación con el trimestre anterior, según ha anunciado la Oficina Federal de Estadística. Después de que la producción económica cayese un 0,5% en el cuarto trimestre de 2022, se cumplen los criterios para hablar de una recesión técnica.
Según los estadísticos de Wiesbaden, los altos aumentos de precios pesaron en particular, como lastre de la economía alemana, y ejercieron una presión sobre el consumo privado, que cayó un 1,2% en ese primer trimestre. Los hogares particulares gastaron menos en alimentos y bebidas, ropa, calzado y muebles que en el trimestre anterior, sin que las exportaciones puedan compensar la caída de la demanda interna. El economista jefe de Commerzbank, Jörg Krämer, considera que es «el aumento masivo en los precios de la energía lo que sin lugar a dudas pasó factura en los meses de invierno». Y las perspectivas de futuro no son mucho mejores. El índice de clima empresarial Ifo volvió a caer en mayo por primera vez porque los empresarios ven «una migración de la economía de nuestro país».
Los economistas alemanes advierten contra dos grandes ilusiones a causa de la transición energética. Si bien el canciller Olaf Scholz está convencido de que la transición energética y la transformación verde llevarán a Alemania experimentar tasas de crecimiento como las del milagro económico de la década de 1950, eso declaró al menos en marzo, los empresarios no comparten ese optimismo.
Rainer Dulger, presidente de la Confederación de Asociaciones de Empleadores (BDA), ha señalado que se siente obligado a hacer sonar la alarma: «Puede que sea demasiado pronto para hablar de desindustrialización, pero la tendencia es clara: nuestra economía se está alejando de nuestro país». Dulger ve al país enfrentando toda una serie de problemas que amenazan su competitividad. Además de la crisis energética, menciona la «crisis educativa».
Los resultados del último estudio de educación de IGLU, según el cual alrededor de una cuarta parte de los niños de primaria ya no pueden leer correctamente, son «asombrosos», en su opinión. Además, el país no puede permitirse que «casi 50.000 jóvenes dejan la escuela sin titulación cada año». «Hay protestas en Alemania por muchos asuntos triviales, pero este escándalo educativo se acepta y no hay protestas», se queja Dulger, que también advierte que, cuando se trata del atractivo del trabajo, «el salario neto es claramente lo que cuenta desde el punto de vista del empleado y, en vista de los altos impuestos, no es de extrañar que los empleados jóvenes y bien cualificados en particular se vayan al extranjero a trabajar allí».
Un golpe significativo
«El estado de ánimo en la economía alemana ha recibido un golpe significativo», afirma por su parte el presidente del Ifo, Clemens Fuest. El índice de clima empresarial ha caído hasta los 91,7 puntos desde de los 93,4 puntos de abril. Es la primera caída después de seis meses consecutivos de ganancias.
Según el análisis de Ifo, persan las «expectativas significativamente más pesimistas». El clima de negocios se ha deteriorado notablemente, sobre todo en el sector manufacturero. La última caída más fuerte se registró después del estallido de la guerra de Ucrania. «La economía alemana se muestra escéptica sobre el verano», es la conclusión del instituto de investigación económica, que coincide con otros expertos en la distancia creciente entre las perspectivas del gobierno y las de la economía real.
Stefan Kooths, vicepresidente del Instituto Kiel para la Economía Mundial (IfW), previene que «no veremos un crecimiento acelerado como anunció el canciller federal… No habrá tasas de crecimiento como en los tiempos del milagro económico de los años 50. Al contrario: la transición energética está frenando el crecimiento». Kooths añade que «Alemania se está volviendo cada vez más intervencionista con respecto a la política industrial». Como ejemplo, cita el precio de la electricidad industrial, que el ministro de Economía, Robert Habeck quiere introducir en la primavera de 2024. «Si quieres nutrir a las empresas y mantenerlas en el país a través de subsidios, entonces tienes que cambiar la cuota de impuestos y ocuparte de no debilitar aún más la competitividad».
«Al ministro de Economía le gustaría poner en marcha un gigantesco programa de empleo en el curso de la transición energética», sigue, «pero solo los sectores que tienen que ver con la descarbonización aumentarán en términos de personal, mientras que faltan los nuevos empleados en otros puestos y esto se refleja claramente en tiempos de escasez de mano de obra». La escasez de mano de obra amenaza con convertirse en un freno cada vez mayor para la economía alemana. «No es que el resto del mundo esté esperando venir a Alemania para ayudar a limpiar las finanzas pública», corrige Kooths las expectativas del gobierno.
El ‘Informe MINT’ publicado el 24 de mayo, que elabora semestralmente el Instituto Económico Alemán (IW), insiste en que el país carece de casi 310.000 trabajadores sólo en las áreas importantes de matemáticas, TI, ciencias naturales y tecnología. Y en vista del cambio demográfico, la tendencia es incluso creciente. Los cuellos de botella más grandes se encuentran en las profesiones de energía y electricidad con 88.600, en las profesiones de ingeniería mecánica y automotriz con 56.600 y en TI con 50.600.