Un preso del que se cree que fue liberado para combatir con los mercenarios del grupo Wagner en Ucrania ha sido acusado de cometer un doble asesinato a su regreso a Rusia.
Demyan Kevorkyan, condenado en 2016 a 18 años de cárcel, fue detenido esta vez por asesinar a un joven y una mujer que regresaban a casa de su trabajo. Él niega las acusaciones.
La BBC supo que ha habido otros casos recientes de reclusos liberados para combatir en Ucrania que han sido después acusados por reincidir.
Hemos confirmado que los sospechosos en alrededor de veinte delitos graves, incluidos violación y asesinato, son combatientes de Wagner que fueron puestos en libertad para servir en Ucrania.
Kevorkyan fue uno de los 150 presos reclutados el 31 de agosto de 2022 cuando el líder de Wagner, Yevgeny Prigozhin, visitó la cárcel en la que cumplía condena, de acuerdo con un ex recluso citado en las redes sociales.
Fuentes consultadas por la BBC declararon que Kevorkyan fue después visto en la localidad de Pridorozhnaya, en Krasnodar, en el suroeste de Rusia, donde tenía su residencia. Dijo a sus conocidos que acababa de regresar del campo de batalla en Ucrania.
Una de las personas de las que es acusado de asesinar es la animadora infantil de 19 años Tatiana Mostiko. Su madre, Nadezhda, le dijo a la BBC: “Amaba ese trabajo” y “cuando volvía de trabajar se reía de lo que había estado haciendo, de cómo había entretenido a los niños”.
El 28 de abril fue la última vez que Tatiana hizo el trabajo que amaba.
Su jefe, Kirill Chubko, la llevaba de vuelta a casa en su auto cuando sufrieron un pinchazo y tuvieron que parar a un lado de la carretera cerca de la ciudad de Berezanksaya.
La mujer de Kirill, Daria, le contó a los medios locales que él la llamó para decirle que llegaría tarde, pero que no se preocupara porque un grupo de jóvenes se había detenido a auxiliarlos. Sería la última vez que oyó su voz.
La mañana siguiente, ni Tatiana ni Kirill habían vuelto a sus casas. Temiendo que algo iba mal, Daria llamó a la Policía.
Comenzó entonces una búsqueda por el campo en la que participaron centenares de voluntarios. La madre de Tatiana emprendió un viaje en tren y en barco que la llevaría hasta la zona desde la que pequeña aldea de Siberia en la que vive.
“Lo peor fue cuando aterrizamos y volví a conectar mi teléfono. Había innumerables mensajes”, recuerda Nadezhda. “Se pueden imaginar el pánico que sentí. Arrojé el teléfono lejos, porque solo podían significar una cosa, que todo había terminado. Fue un miedo animal. No puedo describirlo”.
Tres detenidos
Tres sospechosos fueron arrestados, incluido Kevorkyan, de 31 años. Los otros dos, Anatoli Dvoinikov y Aram Tatosyan, condujeron a los investigadores a unos ataúdes de madera improvisados cerca de los restos del auto carbonizado de Kirill.
Él y Tatiana habían sido apuñalados. La Policía dijo que la joven mostraba signos de haber sufrido una muerte más violenta.
Dvoinikov y Tatosyan confesaron los delitos de asalto y asesinato, y declararon que Kevorkyan era quien estaba al cargo, aunque él niega toda participación en los hechos.
Nadezhda no podía creer que Kevorkyan estuviera en libertad pese a haber sido sentenciado a 18 años de prisión por un crimen con inquietantes semejanzas. “No debería haber salido hasta 2028”, afirma.
Kevorkyan fue condenado por liderar una banda criminal que asaltó un auto no lejos de donde Tatiana y Kirill fueron asesinados. Desvalijaron a sus ocupantes. A uno de ellos lo mataron con un arma de fuego.
“¿Con base en qué lo liberaron?”, se pregunta la madre de Tatiana.
De acuerdo con las leyes rusas, los internos deben cumplir al menos dos tercios de su pena. “Debería haber purgado al menos 12 años y solo estuvo seis”, se queja Nadezhda. Aún no asimila que el brutal asesinato de su hija pudo evitarse.
Quiénes han sido liberados
Un video de Prigozhin en una cárcel rusa lo muestra diciéndoles a los presos agrupados en hileras que prefiere reclutar a convictos que hayan matado más de una vez y criminales que hayan dado palizas a agentes de Policía u otros funcionarios.
“Necesitamos vuestros talentos criminales”, dice. Y les advierte de que un 10 o un 15% de ellos regresarán de Ucrania en “ataúdes de zinc”.
Pero a los que sobrevivan durante seis meses en el frente les promete que podrán volver a casa, un bono de 100.000 rublos (unos US$1.000), y, lo más importante, un indulto.
El presidente ruso, Vladimir Putin, confirmó públicamente por primera vez en junio de 2023, que había firmado el perdón presidencial para presos que habían regresado de la guerra de Ucrania.
Cuántos han vuelto a delinquir
Prigozhin afirma que Wagner reclutó 49.000 presos en el transcurso de un año y solo 32.000 regresaron. Esa es una proporción mucho más baja de lo que prometió inicialmente, pero investigadores independientes creen que el verdadero número de supervivientes es todavía más bajo, unos 20.000.
En un video de enero en el que da la bienvenida a mercenarios que regresan del frente, Prigozhin les dice: “Antes eras un criminal; ¡ahora eres un héroe de guerra!”.
Pero algunos de estos “héroes” han sido acusados de cometer nuevos crímenes. La BBC ha identificado una veintena de casos que implican delitos graves.
El fundador de Wagner asegura que el porcentaje de reincidencia en el delito de su mercenarios es un 10 o un 20% inferior al de otros convictos liberados, pero Olga Romanova, directora de Rusia Tras las Rejas, una organización de defensa de los derechos de los presos, la cifra podría ser mucho más alta sencillamente porque no queda registro de los crímenes.
La experta cree que esto puede deberse a la nueva ley que criminaliza a cualquiera que desacredite a quienes han luchado en lo que el Kremlin llama “Operación Militar Especial” en Ucrania.
Las familias de otras víctimas también están preocupadas porque los condenados regresen a casa, no solo sin castigo, sino aún más embrutecidos por sus experiencias en frente.
La hija de 23 años de Oksana Pekhteleva, Vera, fue acuchillada más de cien veces y luego estrangulada con un cable eléctrico en un ataque tan violento que acaparó titulares en toda Rusia.
En junio de 2022, su exnovio, Vladislav Kanius, fue condenado a 17 años en una colonia penal por su muerte. Menos de un año después, Oksana no podía imaginárselo en ningún otro lugar. Pero se sorprendió al ver que fotografías suyas que circulaban en las redes sociales lo mostraban empuñando un arma y con uniforme militar.
Oksana pensó al principio que eran falsas, pero un mes más tarde le llegó la confirmación oficial de que Kanius había sido trasladado a otra cárcel en Rostov, en el sur de Rusia, una instalación de la que se cree ampliamente que es el punto de concentración de los presos que se prestan voluntarios para combatir en Ucrania.
Cuando Oksana le solicitó al tribunal que le informaran del paradero de Kanius, la respuesta fue que no habían podido ubicarlo y que su paradero era un secreto de Estado.
Dado dónde se le vio por última vez y las fotos con uniforme militar, Oksana cree probable que se encuentre sirviendo en Ucrania y, si regresa con vida, reciba un perdón presidencial que le permita reincorporarse como un hombre libre a la vida civil.
Para una madre que pasó meses luchando por obtener justicia por la muerte de su hija, se trata de un trago amargo. “Es una blasfemia”, dice.
“Es como si nos hubieran asesinado a todos. Es una señal para toda la escoria ahí fuera: ‘hagan lo que quieran, no los van a castigar'”.
Muchos abogados consultados para este reportaje declararon que no podían hacer nada en estos casos. Nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo crimen y la única manera de que vuelvan a prisión es que delincan de nuevo.
Esto ha dejado aterrorizados a los familiares de las víctimas de asesinatos como el de Tatiana. Su madre cree que lo más que puede hacer es firmar una petición que acumula ya decenas de miles de firmas para que el presunto asesino de su hija sea esta vez condenado a cadena perpetua.
“Nunca hablo de esto en casa… Se llevaron a Tatiana de mi lado y el suelo ha desaparecido bajo mis pies” afirma, mientras trata de contener las lágrimas.
“Por supuesto que sé quién es el responsable por la muerte de mi hija y sé que no era su primer crimen… Es duro para mí… pero no soy una estúpida. Sé que no lo van a quitar de la circulación de por vida”.