La crisis que ha provocado el resultado de la PASO a nivel local aún está muy a la vista, y algunos actores siguen groguis, sentaditos en el banquito en el rincón del ring de la política.
Las risas, las tocaditas de puño y el baño de multitudes durante el fin de semana del Enduro que se dio el intendente no alcanzan. La gente es zafia: sí, te saludan, te sonríen… pero no necesariamente te votan. La verdad es que, los números reales, dejan muy mal parado a Montenegro: estaba en dos listas y aún así cayó en la cantidad de votos. Le recortaron la distancia mal.
El sábado por la mañana se acercó al barrio Zacagnini, donde se reunió con las integrantes del grupo solidario «Dios las Cría». Allí repartió besos, tocaditas de puño y —en medio de una pléyade de niños— fumó un cigarrillo tras otro, encantado con el trato recibido. El interrogante es, si le va así en el mano a mano, ¿qué pasa entonces?
La respuesta se puede encontrar en el comentario de un vecino que, mientras observaba asombrada la escena, soltó: «ojalá cuando se vaya agarre por Chaperouge y los baches le rompan el tren delantero del auto». Aunque en la íntima de Montenegro digan que, lo que importa, es la política —y que eso es lo que hacía allí, en la sede de «Dios las Cría»—, lo cierto es que la gestión —o, mejor dicho, la falta de— se termina cobrando el precio.
Montenegro no fue a ninguna de las dos reuniones políticas de alto perfil que se dieron luego de las PASO: la primera, en el comité provincial de la UCR de Buenos Aires, y la otra convocada por el candidato a gobernador Néstor Grindetti junto a Patricia Bullrich. Fueron todos los intendentes de los distritos gobernados por JxC en la provincia, a excepción del lord local.
El frente abierto a raíz de las desavenencias con el universo cultural marplatense no es un tema: este conjunto de gárrulos —que bien se ha callado la boca durante estos cuatro años, se ve que a Viviana Ruiz, la propietaria del teatro Séptimo Fuego, esta vez no la ha llamado nadie— ya agotó su capacidad de daño político durante la gestión de Carlos Fernando Arroyo. Figurita repetida no paga ganador.
Hacia adentro, hay mucho enojo por parte de los propios y hubo hasta renuncias políticas que fueron puestas sobre la mesa. Dicho en sencillo. No se comprende por qué castigan a los hacedores con méritos, junto a ineptos cuyo único mérito es haberse rascado, durante cuatro años, las partes íntimas. Hay mucha mala praxis, y mucha mala fe.
No se puede hacer política estirando todo el tiempo. Hoy está claro que, el hartazgo generalizado, reclama atención y soluciones concretas, no planteos irrealizables, como es el caso del transporte, o seguir enterrando basura en vez de ir por un programa de reciclado y producción de energía a partir de los desechos.
Pero para eso, hay que amar a la ciudad, además de tener altas aspiraciones tanto sociales como políticas. Una vocación de cambio en serio, no de formas o de pactos políticos y sociales con los mismos de siempre.
Ya lo dije y lo repito: la suerte, no es eterna.